Ya nunca más

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    -Pues bueno.... ¡ya está! ¿Ya no hay vuelta atrás verdad? –Francis la miraba detrás de sus gafas obscuras.
-No Fran, ya no. Ya todo está hecho. –Amanda tomó a Francis de la mano. –Gracias de todo corazón por... pues por todo lo que hiciste por mí. No me alcanzarían los años para agradecerte.
-Ya, no digas tonterías. Lo hice por amor, porque en verdad me nacía.
Piero estaba en el baño mientras Francis y Amanda lo esperaban.
-¿Te puedo hacer una pregunta? –Francis apretó su mano.
-La que quieras Fran.
-¿Si tú y yo....
-No Fran, ya sé por dónde vas, mejor no. –Interrumpió a Francis adivinando la pregunta que este le haría. La verdad es que no estaba ni de humor para pelear.
-No, no, no. No quiero incomodarte sólo quería preguntarte que ¿si tú y yo no hubiéramos terminado tú no te habrías ido?
-No lo sé. Tal vez estaba en mi destino. La verdad es que ya ni en eso quiero pensar.
El aeropuerto como siempre recibía y despedía a viajeros por doquier. De igual manera lágrimas se desprendían de los cuerpos de las personas, ya sea por felicidad o tristeza, alguna parte de ellos se quedaba en aquel lugar.
-¿Estás lista? –Piero acababa de salir del sanitario. Ahora miraba a Amanda tratando de brindarle aquel apoyo emocional que tanto necesitaba.
-¿Puedo estarlo?
-No lo sé. Es tu decisión. –Piero suspiró.
-Sabemos que era lo mejor. Yo no soy nadie para arruinar una amistad de años. Gianluca no la iba a dejar e Ignazio jamás me perdonará.
-Por favor prométeme que pase lo que pase vamos a seguir en comunicación. Prométeme que vas a estar bien.
-Te lo prometo Piero.
Mientras Francis jalaba su maleta, Piero la llevaba de su brazo. Ya la gente despedía a sus viajeros con abrazos furtivos y con promesas de volverse a ver. En el aire reinaba un ambiente de nostalgia, no es fácil decir adiós. No es fácil partir y no sentir nada. Quizá si las cosas hubieran sido distintas Ignazio hubiera estado ahí para partir con ella. Pero ni eso, ya jamás volvería a abrazarlo y sentir su calor. Ya jamás volvería a escuchar su voz por las mañanas, o su risa confundida en el televisor. Ya jamás lo volvería a ver cocinar o admirar sus tatuajes con la luz del sol. Ya jamás las cosas volverían a ser igual. Ya no se recostaría a ver películas en la comodidad de su cama. Ya jamás la volvería a rozar con su barba.
-Pues hasta aquí llegamos contigo. –Francis frenó la maleta dejándola a un lado.
-Cuídate mucho por favor Francesco. –Amanda abrazó a Francis como la primera vez.
-Cuídate Princesa. –Francis la cargó por un momento. –Pronto iremos a visitarte.
-¿Es una promesa? -Preguntó ilusionada.
-Sí. –Piero recargó su brazo en Amanda abrazándola. -Ahora tú promete que algún día regresarás a visitarnos.
-Piero...
-Algún día. Deja que el tiempo pase, las cosas deben mejorar. –Piero sonaba bastante convencido. Amanda no lo estaba.
-Ojalá. Pero lo dudo, jamás olvidaré el rencor de su mirada, –ella miró al suelo.- Y por otro lado, yo nunca más podré volver a ver a Gianluca a la cara.
-Ya no llores más. Ya el mal pasó.
Una voz sonó detrás de un micrófono. Era la voz que pedía su presencia ya en la sala de espera.
-Cuídate Princesa. ¡Que tengas buen viaje! –Francis le besó la frente.
-¡Te quiero Amanda!
-Yo también te quiero Piero. ¡Hasta pronto!
Comenzó su camino algo nerviosa y a paso lento. Parecía niña pequeña en su primer día de escuela, sólo recordó dar media vuelta y despedirse para siempre, agitando de un lado a otro con la mano el adiós a un gran amigo.


Mis manos neciasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora