Cuando tú no estés jugando

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            Ignazio se había metido a bañar. Amanda lo escuchaba. Escuchaba su canto, hermosa voz mientras se le erizaba la piel. Caminó poco a poco sin hacer ruido, se colocó detrás de la puerta y pegó su oído a esta. Cerró los ojos y sólo escuchó su voz. Sólo bastó oírla para que su corazón latiera sin control.
Amanda se fue a la habitación de Ignazio a ver la tele, sin importarle en lo absoluto se recostó en la cama boca abajo para esperarlo. Hacía calor. La tele estaba frente a ella, aburrida. Nada interesante que ver. Amanda escuchó cómo Ignazio apagó la ducha y después de un par de minutos salió del baño, entró en su habitación con el cabello empapado. Aún escurría agua de él. Ella siguió acostada "viendo la tele" pero en realidad lo siguió con la mirada. Él estaba desnudo, cubriéndose solo con una toalla que lleva amarrada a la cadera. Ella al verlo se puso nerviosa.
-¡Qué obstinada! Sabía que me esperarías. –Él se quejó.
-¿Por qué no dijiste nada? –Amanda se sentó en la cama.
Ignazio se metió en su armario, salió después sólo con sus boxers puestos. Sin camisa. Secando su cabello con la toalla.
-Se me olvidó. ¿Ya? ¿Contenta?
-No puedes decirme "se me olvidó". –Ahora ella se hincó en la cama. –Carajo hay cosas que no se olvidan. Irte a vivir medio año a Los Ángeles es una de ellas.
-En realidad no te importa. No, ni me veas así. Es la verdad.
-Si no me importara no estaría así.
-Pues no debería de importarte. Regresará tu mejor amigo en ocho meses. Seguiremos en contacto, te hablaré por Skype las noches que esté desocupado y bueno, cuando tú no estés jugando con Francesco.
-Ni lo menciones -Amanda con la mano minimizó la situación.
Amanda se levantó de la cama, salió indignada de la habitación. A mitad de pasillo se detuvo.
-No. No te puedes ir así sin siquiera haberlo intentado. Pero ¿y Francis? Dios, no me quiero arrepentir por el resto de mis días. Pero te prefiero por sobre Francis. Si, si te prefiero. ¿Qué hacer? Total. Nada puedo perder. –pensó a mitad de pasillo.
Regresó a la habitación de Ignazio, él ya está recostado viendo la tele. La vio entrar.
-¿Hace calor no crees? -Ignazio la miró incrédulo.
Amanda se desabrochó los jeans y retiró su blusa. Estaba solo en brasiere. Se descalzó, claro hizo todo sin quitar la vista de Ignazio quien solo levantó las cejas y la miró sorprendido. Caminó descalza hasta sus cajones y de uno de ellos agarró una camisa de él. Se la puso sin permiso y bajó su pantalón. Nada más cómodo para estar que la ropa de Ignazio y por supuesto su olor en ella. Ignazio la miró boquiabierto. No podía creer lo que ella estaba haciendo. Su respiración empezó a agitarse y tuvo que ser realmente fuerte para no excitarse y que se le notara debajo de los boxers.
Amanda caminó hacia él. Se detuvo y levantó los brazos para que se viera su sexy ropa íntima y así se amarró una coleta. Se sentó en la cama a un costado de él. Se miraron en silencio. Amanda cruzó su pierna derecha debajo de la rodilla izquierda. Colocó su brazo derecho en el pecho de Ignazio y comenzó a jugar con su cadena, de vez en cuando haciendo círculos en su vello en pecho.
-No me vuelvas a decir que no me importas porque sabes que no es cierto –le susurró con cierta seducción. –Por ti daría mi vida si fuese necesario.
-Deja de jugar con esto.
-No es un juego. Estoy cansada. ¿Cómo hacerte entender que en verdad quiero estar contigo?
-Y yo contigo pero esto no puede ser.
Amanda se acercó más a Ignazio. Éste quitó un mechón de cabello y lo colocó detrás de su oreja. Le agarró la cara, pasó sus dedos por sus labios y se detuvo en su barbilla.
-Dime que me falta. –Ella le suplicó.
-No te falta nada, para mi eres perfecta.
-¿Entonces?
-Me voy en tres semanas. -Ignazio se sentó. Quedaron frente a frente. –Sí en ocho meses aun sientes esto por mi te pediré que te cases conmigo. Te prometo una vida feliz, amarte hasta que la vejez no pueda más con nosotros y darte todo de mí. Si no, no hay más que yo pueda hacer.
-Yo te esperaré.
Ignazio cerró los ojos.
-Dejaré a Francis por ti.
Y así, con Ignazio frente a ella se besaron. Un beso tan dulce y tierno que ni ella misma podía creerlo. Solo un roce de labios, a penas el contacto para marcar una historia diferente.


Mis manos neciasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora