Un beso apenas perceptible

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            -Apúrate la fila se está llenando más. –Ignazio estaba realmente excitado, señalaba en la dirección que iban a llegar.
-No me estés presionando. Tú y tus prisas.
-Querías venir a la feria ¿no? –Ignazio la jaló con prisa.
Corrían agarrados de la mano. La gente a su alrededor estaba feliz. Era un día soleado. Maravilloso.
-Espera. Guapo, quiero hacerte una propuesta.
Ignazio se detuvo frente a ella, Amanda agarró ambas manos de Ignazio y lo miró alegremente entrelazando sus dedos con los de él.
-Quiero que hoy sea nuestra primera cita. Quiero un "date" contigo.
-¿Me estás invitando a salir? –Ignazio sonrío.
-Sí. Ignazio Boschetto ¿quieres salir conmigo?

-No sé, lo voy a pensar –Soltó una contagiosa carcajada. -¡Acepto!
De puntitas y recargando su cuerpo en el de él, lo besó. Un beso apenas perceptible. Un beso labio a labio. Dulce y delicado.
-¿Quieres un algodón? –Preguntó él con el sabor de Amanda en los labios.
-Me encantaría.
Ignazio compró el algodón. Rosa, el color de su amor. Parados en medio de la gente Amanda agarró el algodón de azúcar y lo llevó a su boca cubriendo todo su rostro, Ignazio se agachó para morderlo al tiempo que ella lo hacía. Un beso azucarado. Ignazio quitó el algodón con la mano y la besó aun con el dulce en los labios, la cargó y comenzó a dar vueltas con ella en brazos. Se besaron de nuevo, con el rostro entre las frágiles manos, sintiendo su barba en los dedos.
-Te prometo que tu vida a mi lado será así siempre. –Él juró con una sonrisa.
-Te lo suplico, no te vayas tanto tiempo. No me dejes sola.
-Estoy enamorado de ti como un loco. Desde un principio lo supe, desde el momento en que te llevé al hotel el día que nos conocimos, desde el momento en que mis manos tocaron tu rodilla lo sabía. Siempre fue así. –le tomó de la barbilla-. Fue nuestra química, tú también lo sientes.
-Sí, lo siento.
-Tengo miedo, miedo de despertar y que todo esto haya sido un sueño.
-Víveme. –Se dejó acariciar por él, moviendo con dulzura su rostro entre sus manos. -Siénteme. Soy real.
Ignazio con ambas manos agarró su cadera y la jaló hacia él.
-Eres real Amanda, mi Amanda.
-Ven, vamos a la casa de espejos. Siempre me ha gustado.
Entraron al juego, era un castillo donde dentro había un laberinto de espejos.
-Te voy a contar hasta diez –le dijo él-, si te atrapo elijo el juego, si no tú lo eliges. Uno...
Ignazio comenzó a contar dándole la espalda, ella corrió. Realmente era un gran lugar, había varios caminos y por donde volteara podía ver a Ignazio, de pronto se detuvo y fue ahí donde la química hizo lo suyo. Amanda podía verlo a la distancia, sus jeans entallados marcaban sus grandes piernas. Sus inseparables tenis, aquellos Nike con los que tanto podía andar como subir a cantar en un escenario. Una blusa gris de botones al cuello y manga larga y su hermosa chaqueta de cuero, aquella café que había usado para el photo-shoot de su CD "We Are Love".
Amanda amaba su corte de cabello, ese mechón que le caía ondulado en su lado izquierdo y le encantaba su perforación, aquel sarcillo de madera que se encontraba en su oreja. Aquel Ignazio que estaba ahí parado. Aquel era ahora su Ignazio. Amanda alcanzó a leer la palabra "diez" en los labios de Ignazio. Se embobó con su sonrisa, sintió un cosquilleo en el estómago y así comenzó a correr.


Mis manos neciasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora