¿Te puedo pedir un último favor?

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-Ya todo está perdido. Piero, me siento fatal. Fue mi culpa. Fue mi error. Yo no quería lastimarlo...
Amanda lloraba hincada y sola en su habitación. Ya la maleta estaba hecha, ya sus pocas pertenecías estaban listas para ser llevadas a otro lugar. Sólo era cuestión de tomarlas y salir de ahí de una vez por todas.
-¿Qué pasa Amanda? ¿De qué estás hablando? –Piero sonaba bastante confundido. Realmente lo estaba. Sabía de qué hablabas, más no de quienes.
-Soy culpable. Ya se supo todo. Ignazio me cachó con Gianluca en su casa...
-¿¡Qué!? –Piero la interrumpió de pronto. -¿Gianluca? ¿Tu amante es Gianluca?
Había olvidado por completo que Piero no sabía del todo la verdad. Sabía lo suficiente, que era infiel y que tenía un amante. Sabía que estaba confundida entre ambos amores. Sabía que no podía decidirse entre Ignazio y su tan inesperado amante. Sabía que Amanda traicionaba a su mejor amiga, pero entre esa historia de novela y la vida real, Piero ahora estaba estático. Incapaz de hablar, de reclamarle. Era básicamente imposible. ¿Gianluca? ¿Era el mismo Gianluca? ¿Aquel egoísta chapado a la antigua? ¿Aquel señor rectitud buenos modales?
-No pude decírtelo antes. –Suspiró. –No sabía cómo.
-Espera. Tengo que digerir las cosas. –Piero se despegó de la bocina y se puso a respirar profundamente.
Amanda llevó sus manos a la cara. Se daba vergüenza.
-A ver, creo que ya entendí. Lo siento. ¿Desde cuándo estás con Gianluca?
-Desde que empecé a trabajar con Ernesto. Casi 5 meses. Siempre estuve enamorada de él, de Gianluca. Desde que era fan yo... ¡Ay Piero! –Sollozaba de nuevo, enjugando sus miles de lágrimas con el dorso de la mano. –Gianluca desde aquel concierto en la Nueva Arena me enamoró. Lo perseguí Piero, le di todo de mí. Cada tweet, cada contestación, cada mensaje lo hice con todo mi amor. Ir a sus firmas, perseguirlos al hotel. Cada vez que lo abrazaba te juro yo intentaba darle mi vida, que me sintiera como mujer. Piero, yo fui su "María" en un Auditorio Nacional. Conseguí su dirección y cada semana le mandaba una carta. Lo amo desde siempre Piero.
-¿Él sabe todo esto?
-Sí. Hasta me confesó que semana a semana se sentaba en la acera a leerme. Todavía guarda las cartas.
-¿Martina lo sabe?
-Que yo sepa no. Yo no le dije nada. Hace rato vino Gianluca a estar conmigo, a que pasáramos un rato juntos, Ignazio llegó antes de lo previsto abrió la puerta cuando Gian y yo nos besábamos. ¡Fue horrible! Jamás olvidaré su cara, su dolor. Me desmayé y al abrir los ojos lo vi, lo vi destrozado, por mí.

–Realmente no sé qué decirte. Estoy en shock. Perdona pero no sé ni de qué lado ponerme. Por un lado intento comprenderte, pero por el otro ambos son mis mejores amigos y ahora han de estar peleados por tu culpa; porque disculpa que te lo diga así, esa es la verdad.
-Lo sé. Sólo hablo para despedirme. Ignazio me corrió de su casa.
-Es lo mínimo ¿no crees?
-Lo sé Piero, sólo quiero no volver a ver el odio en su mirada. Es mi peor castigo. Lo perdí para siempre.
-Amanda, sabes que te quiero y te quiero mucho. En este tiempo a tu lado he aprendido a valorarte, a verte como una estupenda amiga, pero...
-Lo sé, no te pido que elijas entre ellos y yo, comprenderé si me dejas. Si te haces a un lado.
-No lo haré. -Piero suspiró.
-Te lo agradezco Piero.
Silencio, le faltaba su otra mitad.
-Piero, ¿te puedo pedir un último favor?
-El que quieras.
-Llévame a la facultad. Ahí pasaré la noche.
-Voy para allá.


Mis manos neciasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora