Antes de alejarse de la persona que más ama

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            Despertó sofocada de calor, sudaba completamente y las sábanas se pegaban en la piel. Salió de la cama a tientas con los ojos cerrados. No podía más, necesitabas tomar un trago de algo, amarrar su cabello. Su celular sonaba en la sala, no paraba de parpadear. Tomó el cartón de leche fría, bebió un sorbo; trenzó su cabello y bebió un trago más. Eran las 2:37, según marcaba el reloj de la cocina. Su celular seguía vibrando.
-Estás enfermo -dijo a la pantalla tras ver veintiocho llamadas perdidas de Gianluca.
Una vez más su celular vibró en la mano. Contestó con el corazón en la mano.
-No me cuelgues -su voz sonaba cortada, temblorosa. –Te confieso que no tengo un instante sin pensar en ti, que todo lo que tomo y bebo tiene tu sabor, que la vida eres tú a toda hora y en todas partes...
-¿Y ahora? –aquel nudo en la garganta le impedía a Amanda hablar, lloraba en silencio.
-Ahora nada, me basta con que lo sepas.
-Es triste, ¿no crees?
-¿Qué cosa?
-Terminar con esto. Ponerle punto final a lo mejor que me ha pasado en la vida.
-Tú pusiste mi mundo patas arriba. –Gianluca dijo del otro lado de la línea, cerrando sus ojos con lágrimas. –Mi mundo era ordenado, tranquilo y controlado, y de repente tu llegaste a mi vida con tus comentarios inteligentes, tu inocencia, tu belleza y tu tranquilidad, y todo lo que había antes de ti empezó a parecer aburrido, vacío. Ya no era nada.
Amanda guardó silencio, callando sus lágrimas.
-Y me enamoré –Susurró él.
-Te amo Gianluca, te amo más que a mi propia vida.
Amanda colgó el teléfono. El departamento estaba en total obscuridad, solamente las paredes escuchaban sus lamentos. De pronto un quejido provino de la habitación de Ignazio. Entró a la habitación e Ignazio daba vueltas, al parecer tenía pesadillas.
-Nacho, mi vida, ¿qué pasa?

Despertó a Ignazio moviéndolo ligeramente. Tocó su frente, tenía fiebre.
-Ésta noche me toca cuidarte a ti.
Corrió a la cocina por un té, compresas, agua fría. Cuando regresó Ignazio estaba delirando. Nada le dio más miedo que verlo así, él simplemente giraba y balbuceaba ciertas palabras en Siciliano. Veía su cuerpo temblar y sudar, pocas veces le daban espasmos y brincaba en reflejo en la cama. Pasaron horas, horas eternas que ella prefería olvidar. Toda la noche en vela. Cuando se quedaba dormida despertaba a los pocos segundos temerosa de que algo malo hubiera pasado. Ignazio no era de esos que se doblegaban de dolor por cualquier nimiedad, Ignazio era de aquellos que no lloraban por cualquier machucón, Ignazio las cortadas las lamía y seguía haciendo sus actividades diarias. Ignazio a las gripas o enfermedades virales las desafiaba comiendo helado y durmiendo sin calcetines. Ignazio era de esos que andaba descalzo en la casa, incluso para tirar la basura, o dormía sin playera, nada más por decirle "no" al frío. Ignazio pocas veces se enfermaba, pocas veces era débil.
Sin embargo hoy Ignazio se debilitaba poco a poco en su cama, Amanda lo veía. Quizá es por eso que algo en ella creció más, qué tanto era así que no quería despegarse de su lado ni por un instante. Por nada del mundo.
-... y pues sí, alejarme de la persona que más amaba, por mi bien, fue el mayor acto de valentía de mi vida.
Amanda platicaba con Ignazio a pesar de que este no le oía. Se había quedado dormido profundamente. Por fin descansaba más tranquila.
Eran casi las 4:30, sonó la puerta del departamento. Extrañada caminó descalza a abrir. Amanda abrió con sólo un movimiento. Gianluca estaba recargado en el marco de la puerta con una mano, miraba al suelo.
-Me envuelven tanto las dudas –Gianluca traía los ojos ojerosos e hinchados, había llorado demasiado -no puedo perderte. No te puedo olvidar Amanda, no puedo dejarte de amar. Por mis errores ahora estoy sufriendo. Antes de salir de tu vida, quiero decirte que jamás imaginé que llegaría a perderte, me sentía seguro de ti, te sentía mía. No quiero estar sin ti, no puedo.


Mis manos neciasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora