Peligro de ser feliz

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            -¿Qué haces aquí?

Desesperada, asustada, nerviosa y ahora impactada, Amanda le gritó a Gianluca aun con el libro en la mano. No era la mamá de Ernesto, al parecer eso hubiera sido mejor. La causa de tantas lágrimas, desvelos y sobre todo rabia se vistió con una sudadera Azzurri, unos jeans y penetraba en ella con esos grandes ojos verdes.
-No quise asustarte, le dije a Ernesto que vendría.
-No tienes nada que hacer aquí. –molesta le contestó. –Tus padres no están, mejor vete.
-Desde aquel día no dejo de pensar en ti.
-No digas nada –lo interrumpió con rabia.
-¿Mi hermano ya se fue?
-¿De qué hablas?
-Lo sabes perfecto, ahora dime ¿ya se fue? –Amanda bajó la mirada.
-Le ayudé a organizar todo. Le ayudé a montar, ayudé con la cena y distraje a mis padres. Le armé todo el plan.

-¿Tú? –la incredulidad habló de pronto, imposible de creer, más de él.
-Es mi hermano ¿qué más podía hacer?
Amanda dio media vuelta aun impactada. No podía creerlo, el chico sin corazón resultó ser un cupido, un Cirano.
-Sabía que estabas en casa, sola. Llevo noches en vela por ti. Llegaste a mi vida a transformarla, a hacer un remolino conmigo y no te importa. Todo me recuerda a ti.
-¿Qué pretendes? –un nudo en la garganta se le formó a ella de inmediato. -¿Qué corra a tus brazos y te bese fingiendo que nada ha pasado, que tenemos una nueva vida y que podemos intentarlo?
Ella se detuvo, lo miró, dio media vuelta y corrió hacia Gianluca enredando sus dedos en aquel cabello rizado. Él atrajo hacia sí. Se besaron apasionadamente. De sus ojos cerrados brotaron unas cuantas lágrimas negras de alegría. Lo que Gianluca provocaba en ella era simplemente indescriptible. Una mezcla extraña entre placer, necesidad, atracción y miedo, miedo a sentirlo, miedo a perderlo. Ya no sabía si era simple química o un complejo destino, podía ser ella misma y al mismo tiempo ser de él. Seductor y repulsivo, era todo y era nada.
-Aléjate, podría enamorarme de ti. –Le suspiró en palabras. –Si te acercas más ya no podré dejarte. Contigo corro peligro de enamorarme locamente, de ser feliz y hacerle daño a quienes me quieren, a quienes creen en mí.
-Demasiado tarde me lo dices, por más que quiera tú ya vives en mí.


Mis manos neciasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora