Escaleras arriba

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            Jugaba con la pijama de Gian entre sus dedos. Sentados frente a frente en el medio de las escaleras el reducido espacio les brindaba más intimidad. Ambos ya estaban en pijama, con piernas ente cruzadas y un par de capuccinos preparados por él en las manos. Los rizos que enmarcaban la cara angelical de Gianluca y el chongo mal hecho que le daba a ella comodidad. Sin tapujos.
-Tengo miedo –dijo él sin mirarla.
-¿De?

-De la gira. –Gianluca bajó la cabeza.
-Deberías de estar acostumbrado.
-Me emociona, claro que sí. Pero hace más de dos años que no lo hacemos. Será una gira pesada.
-Lo sé –dijo ella-, más de medio año lejos de casa. Me dijo Nacho.
-Voy a extrañarte.
-Yo siempre te extraño.
Gianluca acarició su mejilla, con el pulgar rozó sus dulces labios carmín.
-¿Cuál es tu miedo?

Gianluca agachó la cabeza mirando su pijama rosada.
-Nadie sabe esto. Ni siquiera Martina. Es absurdo.
-Puedes confiar en mí. Quiero ayudarte. –ella estaba ahí para él, siempre para él.
-Hace más de dos años.... Justo en una gira conocí a alguien. –La mirada de Gianluca se perdió en medio de los recuerdos, le hablaba a ella, le hablaba a la vida misma. –Estaba en México, ella era una fan. Di todo por ella, hasta a mí mismo. Me entregué por primera vez e hice cosas que no eran propias de mí. Fue la mejor semana de mi vida. La conocí cuando entró al hotel a cenar. Yo no podía dejar de verla. Recuerdo su sonrisa y sus miradas fingiendo que yo no estaba ahí. Me cautivó. Era una gran actriz. Bromeaba con sus amigas y el simple hecho de que nos ignorara fue lo que más me enganchó. Cuando terminó de cenar salió del restaurante, fue ahí cuando me animé, corrí tras ella. No la encontré. Después de media hora de buscarla subí a mi habitación y ella estaba ahí en la puerta agachada dejándome una carta. Me miró asustada. Yo sólo me acerqué, la tomé por los hombros y sin pensarlo la besé.
Amanecimos juntos, bañándola de besos en la sien. –Él suspiró con tristeza. –Iniciamos un tórrido y hermoso romance. No me importó haberla conocido una simple noche para llevarla conmigo a todos lados. Dormía en mi habitación, desayunaba con nosotros y hasta la llevábamos a las presentaciones de promoción. Ella ya era mi vida. Me encantaba verla desde el escenario, ver su carita entre la multitud y fingir no conocerla, fingir que era una fan más. Me mandaba besos desde el público. –Sonrió así melancólico. –Me persiguió al estado que yo fuera, así se lo pedí, que no me dejara, que nunca me dejara. La despedida fue nostálgica, me amaba y yo la amaba. Seguí en contacto con ella en una relación a la distancia, sin importar nuestras diferencias, sin importar su vida o mi vida privada, sin importar el horario. Hablábamos diario. Yo no me veía sin ella y era muy feliz. Mis padres no estaban muy de acuerdo y sin embargo pasó la Navidad aquí, con mi familia. –Una lágrima brotó de los ojos de Gianluca. –Todo era perfecto. Al menos para mí.
Amanda lo miró pasmada, no había palabra que saliera de su boca que pudiera tranquilizar o poner en orden sus ideas.
-Después de no saber de ella por semanas, regresé a México. Ignazio viajó conmigo. Iba a buscar respuestas. Las merecía. Pasaron días amargos y nada. Había perdido rastro de ella. Me encontré con una de sus amigas, una de las chicas que la acompañaba aquel día en el hotel. A Romina la mataron. La bajaron de su auto, la mataron a golpes. Ese mismo día enviudé, había muerto la mujer que más he amado.


Mis manos neciasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora