Dilo de una vez por todas

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-Tú y tus manías ja, ja, ja. –Ignazio como siempre se reía un poco de ella. Claramente se había fijado en la manera tan peculiar que tenía de revolver el café. Dos giros a la derecha, uno a la izquierda.
-Deja de criticar ja, ja, ja, ja, ja. Te extrañaba tanto.
-¡Ah! –Ignazio giró la cabeza a la derecha. –Nos vamos de gira.
-¿Qué? ¿Cómo? ¿Cuándo? –Sí. Ya estaba preocupada. ¿Por él o por Gianluca?
-Tres semanas. Iniciamos gira en Brasil. Los últimos conciertos son en México.
-Iré a verte.
-Eso mismo quiero ver.
-Hace años que no voy a un concierto de IL VOLO. Desde la última vez que pasaron por México.

-Dos años. –El afirmó.
-Tres. Se te olvida el sabático. –Amanda sonrió levantando una ceja.
-Dos, tres, da lo mismo.
-No. Para una fan no da lo mismo. Cuando me enteré que iban a descansar un año sentí que mi vida se paraba. Ya nada iba a tener sentido.
-Y aquí estás. Mírate. Tomando un café con tu cantante favorito.
-Y mi mejor amigo.
Bien. Amanda no debó decir eso, Ignazio sintió un pinchazo en el corazón. La palabra clave para saber que lo suyo no iba a pasar de una simple amistad. Ella vio la tristeza en su mirada. Su brillo de alguna u otra manera se había apagado.
-Sí. Y tu mejor amigo. –Después guardó silencio.
Al oírlo de Ignazio algo en ella cambió. A pesar que eran las mismas palabras no tenían el mismo significado. ¿Por qué sintió raro el oírlo de él? ¿Por qué no le gustó? No. Él no podía decirlo solo así. No tan así.
-Bueno. Ya no importa. ¿Te vas a comer ese cup cake? –él quiso cambiar el tema.
-¿Micha y micha?
Ignazio la miró extrañado. No había entendido del todo.
-Olvídalo. –Amanda partió el cup cake y le dio la mitad.
-Eres extraña. –Él sonrió.
-¿Extraña? Extraño tú. Tú que te alejaste de mí sin decir más –ella no podía superarlo.
-¿Vas a empezar con lo mismo?
-Tenemos que hablarlo Igna. No quiero que nos vuelva a pasar.
-¿Igna?
-¡NACHO YA!
-Me voy. No quiero hablar de ese tema.
-¡Merezco una explicación carajo! Me dejaste de hablar de la noche a la mañana.

-Ni siquiera me mirabas a la cara. Evitabas mi presencia. Vivir bajo el mismo techo era imposible. Dime que te hice. Me evitabas. Me rechazas. Dímelo ya.
Ignazio se levantó de la mesa y ansioso comenzó a moverse. Desesperado. Respirando agitadamente.
-Te vi –espetó de pronto.
-No entiendo. –Amanda miró a Ignazio confundida. En verdad no entendía.
-Te vi aquel día, con Francis, en mi propia casa. –Ignazio lo sabía. Amanda ya sabía que él sabía.
-Te vi haciéndole el amor en mi propia casa –dijo con un hilo de voz.
-No tenía ni idea... –La vergüenza la invadió sin dejarla reaccionar.
-Bueno ya la tienes. ¿Contenta?
-Perdona...
-No hay nada que perdonar. –Ignazio interrumpió. -¿Cómo crees que me siento? ¿Qué crees que siento siendo que yo...
Dilo Nacho. Dilo de una vez por todas.
Amanda lo miró. Lo miró esperanzada. ¿Qué le daba ilusión?


Mis manos neciasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora