Un café, unos jeans y nada más

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            Ignazio se levantó del sofá y se sorprendió de haberla visto tan furiosa. Amanda tenía razón, ninguno de los dos debía de estar discutiendo, no era de su propiedad. Se puso entre Francis y Amanda, se acercó a ella quien tuvo que levantar la cabeza para mirarlo completamente, él se agachó y besó su frente.

-Está bien, tienes razón. Me voy pero por favor prométeme que vas a estar bien, te marco en la noche para saber que sí regresaste. -Dijo esto mirando a Francesco, parecía más una advertencia que sugerencia.
-Vete con cuidado Nacho, te juro que voy a estar bien.
-Ten, -Ignazio le ofreció su celular revolviendo los bolsillos de su pantalón-, te marco en la noche.
-No Nacho, lo siento pero no puedo aceptarlo. -Amanda cruzó los brazos.
-Es sólo un préstamo, hazme ese favor, necesito saber que vas a estar bien. -Le guiñó un ojo para convencerla. –Además es un pretexto para volverte a ver.
-Está bien Nacho, sólo por eso.

Ignazio dio media vuelta, quedó frente a frente con Francis y con absoluta seguridad le dijo:

-Te la encargo Francesco, pobre de ti si le pasa algo. -Posó su mano en el hombro de Francesco.- Diviértanse mucho.
Dio media vuelta y salió de la habitación. El silencio incómodo no se hizo esperar, Francis bajó la cabeza con una sonrisa dibujada en su rostro y sonrojándose, Amanda mientras tanto no sabía el porqué de esa reacción de Francis.

-¿Qué pasa Fran?

-Que no estas vestida princesa.

Amanda corrió por el pasillo rumbo al baño dejando la puerta abierta. Francis la siguió por el pasillo, se detuvo frente a un florero y al levantar la mirada se percató de que tras la puerta abierta se reflejaba el cuerpo de ella por un espejo, se detuvo en su cadera y el corazón rojo que estaba justo al lado de su abdomen.

-¿A dónde te gustaría ir? Conozco muchos lugares a los que podría llevarte, pero no sé como cuál es tu estilo. -Preguntó para fingir un poco.
-¡Sórprendeme!- Fue todo lo que Amanda respondió.
-¡Uy! Me dices eso a mí...

Salió del baño después de una rápida ducha, Francis la siguió de nuevo por toda la habitación, pareciera que había un imán que lo atrajera a ella, a sus encantos. Entraron a la cocineta y Amanda tomó un café. Salieron de la habitación, ella sólo con un café y unos jeans nada más. Francis le ofreció su brazo para salir caminando por el corredor luego bajaron por el ascensor. Amanda se perdió en la loción a maderas de Francis, le recordaba un poco a su padre después de afeitarse. A unos cuantos pasos afuera del hotel estaba el coche de Francis, un Bettle convertible rojo, le abrió la puerta y ayudándola a sentar le dijo:
-Su carruaje la espera Princesa. -Hizo una reverencia mientras le cerraba con galantería.

Francis arrancó el auto y el viento empezó a alborotar el cabello mojado de Amanda.




Mis manos neciasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora