-Hola Amanda –se acercó Ignazio a su lado.
Ella volteó a ver a Ignazio y sin pensarlo dos veces lo abrazó de una manera asfixiante, de un brinco tomó su cuello y se pegó a su pecho. Sintiendo el latir de su corazón, el calor de su piel, el aroma de su loción. Era él.
-¡Ay! ¡Perdóname Ignazio –lo soltó alisando su vestido –es que en verdad no puedo creer que estoy frente a ti. Desde hace años soñé con tenerlos en frente y juré que iba a decirles mil y un cosas, y hoy que los tengo al alcance de mi mano no tengo palabras para expresar mi felicidad, realmente estoy cumpliendo mis más grandes sueños. ¡Ay Dios! Gracias por ponerme aquí, justo aquí, -lo abrazó una vez más –y yo que ayer dudaba en venir con Martina, en verdad llegó a mi vida como caída del cielo. ¿Cómo no me di cuenta antes? Tantas fotos, tantos conciertos, y yo no tenía idea de donde la había visto...
Ignazio no dejaba de verla, constantemente sonreía y miraba a Martina secreteándose con la mirada. A veces ambos reían.-¿Así hablas tú o en verdad estas nerviosa? –preguntó Ignazio tomándole la cara con sus grandes manos.
-Así habla ella –Martina la rodeó posando su brazo en sus hombros, tenía esa manía. -¿O no te dan ganas de bajarle el switch y callarla?
-¡No! Ustedes los europeos son todos serios y fríos. –Con una berrieta hizo que ambos rieran aún más.
-Gianluca tiene razón, se nota que eres latina de aquí al otro lado del mundo. Hablas diferente, te ves diferente, te mueves diferente, hasta hueles diferente. – La penetrante mirada de Ignazio te escudriñaba de arriba abajo. –Siempre me han dado curiosidad las latinas, sobre todo las mexicanas.
-¿Las mexicanas? ¿Por qué las mexicanas? ¿Qué hay de diferente en nosotras?
-Es que ustedes las mexicanas son, ¿cómo decirlo? –Miró a todos lados buscando palabras para expresarse. –Son muy cálidas, muy atentas. No sé, ¡son diferentes!
-Pues la verdad es que yo no sé a qué se refieren –Interrumpió Martina –Miren, ya encendieron la fogata ¿vamos?, sí ¡ven Amanda, vamos a sentarnos junto a Gian!
Tomada de la mano de Martina, los cuatro caminaron los cuatro hacia la fogata, se sentaron en una cama junto al fuego, donde el calor los alumbraba. Platicaron, rieron, comenzaron a conocerse. Mientras todos pasaban un rato muy ameno, Amanda en cambio no sabía qué hacer. Volteó a todos lados, sintiendo una angustia muy peculiar, la angustia de no ver más a Gianluca. Cuando creyó no verlo, no tenerlo, una voz detrás de ella hizo que su piel se erizara sin motivo alguno, o al menos no quería creerlo así.
-¿Me dan permiso? Yo también me quiero sentar. –Gianluca dijo sentándose entre Martina y Amanda.Amanda guardó silencio, cerró los ojos. Respiróprofundo. Él estaba junto a ella.
-A ver, mexicana... ¿en qué estás pensando? –Gianluca preguntó con voz profunda.
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Mis manos necias
RomanceA golpes la vida siempre te pone en su lugar. Sin importar el sentimiento la naturaleza siempre proclama justicia, y poco a poco se cobra todas y cada una de las acciones que hayas realizado. Karma. Cuando la vida da, la vida quita. Es irónica. Prob...