Un abrazo de paz

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            Ignazio tocaba la guitarra ya sin un ritmo, acariciaba las cuerdas de la misma con sus pensamientos en el aire. Tenía la mirada perdida y los pies en la mesa de centro. Habían pasado ya varias horas desde la última vez que había probado bocado. No tenía ganas de nada. Había perdido la cuenta de las veces que había llorado y de cuantas canciones había compuesto.
Tocaban la puerta, Ignazio sólo la veía de reojo sin ganas de moverse.
-Ábreme. –Gianluca estaba recargado en la misma del otro lado.
Ignazio sólo la miró pero sin inmutarse. Continuó acariciando las cuerdas.
-Sé que estás ahí. Ábreme, tenemos que hablar.
-Lárgate. No tengo nada que hablar contigo.
-Por favor Igna... es un malentendido. –Gianluca suplicaba detrás de la puerta. -Ignazio, hermano, vamos a hablar.
Segundos después, cuando Gianluca ya estaba a punto de rendirse, se abrió la puerta de pronto. Gianluca entró ojeroso y cabizbajo. Parecía enfermo. Ignazio al verlo se asustó, por fin podía ver el dolor en Gianluca, algo que no le gustó para nada. Lo hizo sentir culpable.
-¿Estás bien? -Ignazio estaba preocupado, realmente el aspecto de Gianluca era catastrófico.
-La perdí. La perdí para siempre. Ahora no me hagas perderte a ti también.
-¿En verdad la amabas?
-Más que a mi propia vida, más de lo que yo mismo quisiera. Me ha costado noches en vela darme cuenta de mis errores.
-¿Por qué no hiciste las cosas bien? ¿Por qué, si la amabas, no dejaste a Martina?
-Por mis miedos. Soy un estúpido. –Gianluca abrazó a Ignazio con fuerza. Necesitaba llorar y desahogarse.
Se abrazaron llorando un mar de tristeza, ambos con fuerza se estrechaban refugiándose uno en el otro. Así sus miedos y sus diferencias se esfumaron. Gianluca no paraba de llorar, Ignazio tampoco. Por poco una mujer los separa, por poco se pierden uno al otro. Son hermanos, ¿qué otra cosa se podía esperar?
-Yo nunca supe que estabas con ella, y me enamoré. La comencé a amar con locura. Te juro le di mi vida. Prometimos que nos casaríamos el finalizar la gira, pero ella siempre me mintió. –Ahora se miraban con las lágrimas escurriéndoles. –Yo sabía que ella te amaba, que siempre lo hizo. Intenté que te borrara con mi amor. Fallé. Siempre sequé sus lágrimas por ti. Pero ella te amó a ti.
-No pude evitarlo. Día a día ella me conquistó hasta volverme loco, loco de amor. Iba a dejar a Martina por ella. Cancelaría la boda y haría las cosas bien.
-Yo no puedo hacer nada contra eso. Amanda simplemente no me ama como a ti. Me han costado lágrimas de sangre el darme cuenta, perdí.
-Perdimos los dos. Ella se fue.
Ignazio se dio media vuelta y con su mano se secó las lágrimas que aún le quedaban.
-Piero me mandó un mensaje hace diez minutos. Están con ella en el Aeropuerto. Aún la puedes alcanzar. Ve por ella antes de que se vaya y sé feliz. Vive lo que yo no puedo vivir.
En el rostro de Gianluca una luz lo iluminó, le volvió la vida al cuerpo.
-No quiero lastimarte..
-Ve y vive y sé feliz. -Ignazio lo interrumpió. -Vive por los dos. Si así lo quiso el destino, con todo el dolor de mi corazón lo tengo que aceptar.
-Gracias, ¡muchas gracias!. –Gianluca volvió a abrazar a Ignazio. Un abrazo de paz.
-Ganó el mejor. ¡Ahora corre! ¡Ve a alcanzarla!
Así Gianluca salió corriendo lo más rápido que pudo.


Mis manos neciasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora