Son sus miedos

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-¿Piero?
-Ciao, Amanda. ¿Cómo estás?
-Mal- dijo esta ya mareada.
-¿Dónde estás?
-En casa- balbuceaba.
-¿Dónde está Ignazio?
-Salió por un momento. Ven por favor, estoy un poco, hip, mal...
-Voy para allá.
Piero colgó al instante. Amanda estabas sentada en el balcón, una cajetilla a medias y otra vacía. El tequila se estaba terminando, ya no usaba el vaso, directo de la botella le sabía mejor y a cada trago sus problemas perdían la mitad de su alma. Ayudaba a olvidar cuando no encontraba la salida. El alcohol no era la mejor medicina. Sin embargo ahí estaba. Piero llegó al poco rato, ya la mitad de su cigarro se consumía en su mano ya cansada. Sonó el timbre. Mareada y confundida Amanda abrió la puerta con dificultad. Piero estaba en pijama, traía gafas obscuras a pesar de la noche. Al verlo ella lo abrazó y quemó su brazo con el cigarro olvidado.
-¡Auch!
-Dame esto. –Piero tomó el cigarro y lo apagó aplastándolo en el suelo. -¿Qué te pasa?- preguntó confundido.
-Mi vida es un desastre, soy la peor de todas, ya no sé que hacer.
No había nadie, Piero la miraba a mitad de la sala.
-Aquí estoy yo- dijo Piero calmándola.
-Perdon que haya despertado te, tú, te haya... te haya despertado ¡hip!
-No, no. Está bien, para eso estoy.
-Soy una zorra.
-No digas eso.
-Es lo que soy, la zorra más asquerosa.
-¿Qué pasa?
-Estoy enamorada de Ignazio, cada día que pasa me enamoro más de él. A su lado quiero envejecer, me hipnotiza con la mirada, adoro su barba, sus besos me encantan. ¡Me lo quiero coger! ¡Hip! Quiero casarme con él, tener muchos hijos, verlos crecer, correr tras ellos, pero soy mala, soy la villana.
-¿Por qué lo dices?- Piero la miró.
-Soy la otra, la amante del novio de una de mis mejores amigas y no puedo dejarlo, no puedo y no quiero. Él simple y sencillamente es el amor de mi vida. Lo amo locamente desde aquel día en que lo vi por primera vez. Lo amo de tal modo que me importan poco las migajas de su amor. No me importan sus manías o sus cortas noches, no me importan sus besos compartidos. Él es la mitad de mi. Estoy en medio de quien soy y de quien él quisiera.
Piero solo calló. Se sentó en el descansabrazos del sillón y la miró muy atento.
-Esto es algo que realmente no me esperaba. No sé que decir.
-Júzgame.
-Es que no puedo. Mi juicio me dice que estás mal. Mis principios están en contra pero hay algo detrás de. ¿Él qué siente por ti?
-Él hace por mi lo que por nadie más. Me ha abierto su corazón. Me dejó entrar en él y no me quiere sacar. Me ama, me lo dice en cada mirada. Me grita en suspiros su desesperación.
-Por supuesto ella no lo sabe. –Inquirió Piero.
-No, ni sospecha.
-Él me sonría como ningún otro. Sabe cómo y dónde tocarme. Conoce todas mis debilidades, sabe que él incluso es la mayor.
-¿Por qué no la deja?
-Son sus miedos.
-Entonces lucha contra ellos. Véncelos.
-No sé si pueda.
-Para poder vencer sus miedos, primero tienes que vencer los tuyos Amanda. Tu mayor miedo se llama Ignazio, más que eso, es lo que él provoca en ti.


Mis manos neciasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora