Y con cada latido de mi corazón

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Era 23 de Diciembre, ya había pasado una semana desde que había visto a Gianluca. El último mensaje le había sacado un sonrisa, después ya nada. A diario abrías su celular sólo para ver si él estaba en línea, de vez en cuando lo estaba y cuando era así ella se avergonzaba y sólo daba vuelta para ya no mirar la pantalla. Lo mejor era darle su espacio, así era Gianluca. Sus pensamientos iban y venían como de costumbre. Ignazio no estaba en casa, había salido con Gabriel y Gioacchino, sus amigos de la infancia.

"Te borraría de mi mente, pero a mitad del proceso, vería de uno en uno los recuerdos que tuvimos, todos esos recuerdos que harán que mientras más te quiera olvidar, más querré que te quedes en mi mente, porque ahí es donde perteneces." –leía "Eterno resplandor de una mente sin recuerdos". Concentrándose más y más en aquella cita. ¡Qué tan cierto que no podía más que reir de la misma! Su cigarro se consumía en el cenicero. Sonó su teléfono.
Ciao!
-Martina, querida –Amanda cerró los ojos. -¿Cómo estás?
-¡De maravilla! Te marco porque yo si me intereso por mis amigas
-No, no, no... -se disculpó-, lo que pasa es que no sé donde he tenido la cabeza últimamente. Soy de lo peor.
-Tengo ganas de salir a dar una vuelta. ¿Vamos?
-No lo sé, Ignazio no está en casa.
-¡Ay vamos! Dime, ¿ya tienes pensado lo que vestirás en Navidad?
-No precisamente, pensaba usar unos leggins y una linda blusa. ¿No es tan formal, o si?
-¡Por supuesto que lo es! -Martina dijo emocionada. –Es una noche mágica. Dejemos ya de charlar, paso por ti en media hora.
Amanda se sentía culpable, le quitabas el novio y además rechazaba su amistad. Accedió por compromiso.
-Esta bien, más no esperes que compre muchas cosas. No tengo mucho dinero.
-Ni yo. Es el pretexto para vernos.
Amanda se levantó recogiendo todo a su paso. Llevabas un poco de prisa. Alterada y atareada corría por todo el departamento apurándose a recoger y estar lista a tiempo. Llamaron a la puerta.
-¡Oh que la...! –dijo para sus adentros -¡Voy!

Abrió sin esperar una respuesta. Un joven le sonreía del otro lado, los separaba un gran ramo de rosas.
-¿Señorita Del Valle? –preguntó muy alegre.
-¿Si?
-Vengo a hacer una entrega,
-Yo no he pedido nada, disculpe.
-No, ya están pagadas. No se preocupe. ¿Dónde las dejo?
-¿Son para mi? –preguntó.
-Así es, un joven pasó hoy en la mañana a hacer el encargo.
-¿Quién? -preguntó por inercia.
-Disculpeme, eso si no lo sé.
-Dejelas ahí -señaló la mesa del comedor-, muy amable.
-A sus órdenes. Permiso –respondió éste cerrando la puerta.
Amanda estaba de pie y confundida justo frente al gran ramo floral. Era hermoso. ¿Quién las habrá mandado? Tocaron de nuevo a la puerta. Era el mismo mensajero.
-Discúlpeme, se me olvidó dejarle esto –dijo entregándole una tarjeta. Hizo una reverencia y desapareció a grandes pasos por el pasillo.
Ella estaba en shock, con la puerta abierta volteó a ver el gran y hermoso ramo y de nuevo a la tarjeta:
"Hay diez centímetros de silencio entre tus manos y mis manos, una frontera de palabras no dichas entre tus labios y mis labios y algo que brilla así de triste entre tus ojos y mis ojos..."
Sonrió con lágrimas en los ojos. Besó la tarjeta y la llevó a su corazón cerrando los ojos.
De pronto un mensaje más a su celular, corrió al oír que era un mensaje de texto:
"Te amo con cada centímetro de mi sonrisa. Y con cada latido de mi corazón.
Besos, Gianluca.
PD. Espero que te gusten las rosas. "


Mis manos neciasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora