Un mal consejo

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            Los días pasaron y después de haber llorado un par de noches en la soledad de su habitación Amanda decidió que ese fin de semana no afectaría tu vida y mucho menos su relación con Francis. Le gustaba Ignazio y poco a poco se perdía con él, pero él no quería avanzar, la veía solo como amiga y en cierto modo no quería que pasara lo mismo que con Gianluca. Es por eso que la mejor opción era dar todo por amar a Francis, esa era su meta. Aunque Ignazio sospechaba lo que había pasado ese fin de semana nunca quiso comentarlo, evadía el tema para evitar conflictos y así evitar aumentar rencores. Era miércoles y Amanda hacía tarea, una sesión fotográfica, sonó el timbre y al ver que Ignazio no abría la puerta salió de la habitación. Martina con una bolsa de plástico le sonrió desde la mirilla. Golpe bajo, su rival en la puerta.
-Dado a que tú nunca ibas a buscarme decidí venir a ti. –Martina le sonrió.
-Perdón Martina, es que, bueno, no tenía tiempo.
-Igna me dijo que tenías tarea, por eso traje la cena, vengo a ayudarte.
-¡No cómo crees! Ahora mismo cierro y ya vengo.
-No querida, primero los deberes... tú dime que y yo lo hago, aprendo rápido.
Sí, necesitaba un poco de ayuda, lo mejor sería que aprovechara a Martina. Ella desde el principio le había abierto las puertas y Amanda de golpe y por celos las cerró, primero llegó Martina, luego Gianluca, lo correcto era olvidar y comenzar de nuevo.
Mientras Amanda seleccionaba las imágenes, Martina las montaba en un Book. Martina era única, tierna, atenta y femenina, una gran mujer, por no mencionar atractiva. Martina era elegante, no había contra que o mejor dicho contra quien competir. Entre risas y comentarios su afinidad se completó, plática a plática le hizo sentir cómoda, en total confianza.
-Eres bastante buena, me gusta tu trabajo, ¿terminando qué piensas hacer?... Digo, ¿vas a vivir aquí? Porque si es eso no creo que quieras trabajar por siempre de niñera, Erny ya va a ser un adulto.
-¡Noooooooo gracias! –Amanda comenzó a reír. –Todo depende de donde consiga trabajo.
-Y de Francis, supongo.
-Sí, también. –Amanda lo ignoró. -¿Quieres más café? Voy a calentar un poco.

El café caía en su taza, sus pensamientos por fin estaban en él, quizá no como hubiera querido del todo, pero Francis ahí estaba, como al inicio de toda esta historia.
-Tal vez me estoy metiendo en lo que no me importa pero... ¿si lo quieres?
Amanda giró y sin pensarlo le respondió:
-Estoy enamorada de Ignazio –Cubrió su boca con ambas manos.
Sorprendente, lo dijo sin pensar, sintiéndolo en el alma.
-¿Él lo sabe? –Martina abrió los ojos de par en par.
-No... -Agachó la cabeza. -No, pero él no se puede enterar, es demasiado, me equivoqué al querer ser feliz con Francis, no sé si pueda lograrlo.
-Te voy a dar un mal consejo... –Martina intervino, agarró su mano y la llevó a sentar en los bancos de la barra de la cocina.
-No dejes a Francis, si con él estás estable no lo dejes. ¡Ay, Piero me mataría si me oyera! pero, Francis te lo da todo y eso es el amor. Es-ta-bi-li-dad. No digo que no luches por Igna, si se da algo ¡felicidades! pero, ¿y si no?... Si no te vas a quedar en la nada. Igna es maravilloso, pero no puedes dar todo por alguien que no sabes ni qué onda.
-Es que me siento culpable, Francis me ama, pero yo a él no.
-¿Ya te acostaste con él?
-Sí, una vez antes de irme...
-¿Qué sentiste? ¿Qué sientes cuando te toca?
-Pues... –Respondió tímidamente. –Me siento...
-No me respondas a mí. Martina la interrumpió. -El sentimiento está ahí. Déjate llevar querida, vuélvelo a hacer con Francis, acóplate con él y enamórate...
En su cabeza no pasaba otra cosa que la imagen de Martina y Gianluca besándose en la alberca. Un pedazo de su corazón se desprendió de él.


Mis manos neciasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora