Lágrima tras lágrima

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¡Nacho nooooooooo! ¡Cuidado!
Ignazio atravesó la avenida sin fijarse, huía de algo o de alguien. El miedo latente no lo dejaba ni pensar. Amanda vestía de blanco, las costuras de su vestido de novia se veían desgastadas y rotas. Sus pies ensangrentados de tanto correr perdían su fuerza, su delicadeza y no le permitían más.
¡Ignazio por favor, tenemos que hablar!
A mitad de avenida Ignazio se detuvo, miró los autos pasar zumbando a su lado, levantó la mirada y uno venía directamente, a toda velocidad hacia él. Regresó la mirada y el auto ya estaba más cerca, Amanda seguía gritando y Francis la detenía por la cintura, el auto llegó y para Ignazio todo terminó.

-Ignazio, Igna –Amanda lloraba, -Nacho, por favor... yo te amo.
-No, tú no me amas. Tú ya estás con él.
A Ignazio le costaba trabajo respirar, su rostro desfigurado emanaba lágrimas de verdadero dolor, sus palabras salían con dificultad.
-Si me amaras no te hubieras casado.
-Me casé porque nunca tuviste el valor de decirme que me amabas. –Amanda lloraba sin control. –Yo te hubiera elegido a ti.
-Te amo.
-Es demasiado tarde... te estás muriendo.

Ignazio despertó agitado, en medio de la obscuridad el único ruido que lo acompañaba era el tic tac del reloj, respiró profundo con la mano en el pecho a la altura del corazón. Sintió miedo, pero no el miedo a la muerte o el miedo al dolor, su miedo era a perderla. Se levantó, eran las 3:22 de la madrugada, entró a la habitación de Amanda.
-¿Qué estás haciendo de mi Amanda? Tienes hoy mi vida en tus manos. –Cerró la puerta y salió al balcón.
¿Cuál es mi mayor miedo? Francis es una gran persona y día con día trata de conquistarte Amanda, pero no me preocupa, sé que no te va a robar... Estás con los Ginoble, ese sí es mi miedo, que estés con él. Gianluca es mi hermano. No podría lastimarlo y él no te elegiría, o no sé... ¿Y si es él? ¿Te irías con él?... No, él está con Martina, no la va a dejar... Lo siento Francesco, lo siento en el alma, pero yo la amo y no voy a descansar hasta conquistarla.
Ignazio seguía en el balcón esperando la luz del alba, lágrima tras lágrima la recordaba y juraba una y otra vez que no la iba a perder y así mientras Roma dormía profundamente Ignazio no paraba de llorarle.


Mis manos neciasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora