El beso robado

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            -¿Mexicana?-pregunta Gianluca -¿Te molesta que te hable así?

-¿Molestarme? ¡Para nada! –Se llevó una mano al pecho. –Al contrario eso es lo que soy, una orgullosa mexicana.
-Entonces dime, ¿qué hace una orgullosa mexicana tan lejos de su país?
Amanda miró fijamente a Gianluca perdiéndose en su mirada, en lo claro y brillante de sus ojos verdes, recordó en ellos su pasado, el por qué siempre fue ella la de la mala suerte. Sintió de pronto cómo una fría lágrima recorrió su mejilla perdiéndose en la comisura de sus labios, los cuales resecos le causaron un ardor en la garganta y un amargo sabor a tristeza. Se puso de pie, dio media vuelta y caminó hasta la orilla del mar pretendiendo no llorar o por lo menos que nadie la viera hacerlo.
-¿Por qué todos son iguales? -Pensó respirando el oleaje del mar.- Me niego a pensar que Gianluca sea tan patán, ¿cómo se le ocurre pensar o hablarme así?, con ese desprecio tan latente. Y yo que siempre soñé en perderme en sus brazos, soñé que él era el hombre ideal. El amor me ha hecho tanto daño...
Mientras caminaba los demás observan su andar, ninguno tenía palabras para explicar lo que pasó, por qué su sonrisa se borró en un instante, por qué su brillo se apagó.
-¿Hice algo mal? –Gianluca volteó a ver a Martina.
-Lo hiciste sin querer, no es tu culpa –Martina acarició sus rizos –pero sí, creo que sí.
-No sé, no quiero entrometerme –dijo Piero –pero creo que deberías hablar con ella.
- ¿Yo? –Gianluca asombrado preguntó -¿Por qué yo? Digo, todos estábamos presentes ¿no? A demás ¿qué le voy a decir?
-Pues no lo sé Gian. -Contestó Piero -Te recuerdo que hoy también la conocí, ya sabes que los latinos son gente muy extraña, se sensibilizan por todo, pero la manera en la que te volteó a ver en verdad me dejó frio, me hizo sentir tristeza. ¿Martina, qué pasa con ella?
-Yo no soy quién para decirte que pasa con ella. –Martina respondió cabizbaja. –Es mejor que lo hablen. No tuviste la culpa, eso lo sabemos todos, pero sin querer o no la lastimaste. Ve tras ella Gian, tú eres el mejor para hablar en estos casos.
-Nunca me ha gustado ver a la gente llorar. –Ignazio suspiró. –Ve a ver qué pasa Gian.
Gianluca volteó a vela, vio su perfil y esa sombra que dibujaba el rastro del sol al ponerse tras el horizonte. Había algo en ella que hacía que Gianluca se intimidara de una manera inexplicable. ¿Sería acaso eso, que de un momento a otro él la empezara a ver cómo mujer?

-¡Soy una estúpida! –Repitió Amanda al viento. –Como siempre, me enamoré de una fantasía, de alguien que no es. Siempre pensé que Gian era en la vida real diferente.
-¿Amanda? –Gianluca interrumpió sus pensamientos. –Perdona, no fue mi intención decir algo que no debía.

Ella seguía con la vista fija en el horizonte pero sintiendo la respiración de Gianluca justo detrás. Temblando, sintiendo cómo de la nada él ya tenía poder sobre ella.
-No te preocupes Gian. -Dijo sin voltear a verlo. –A final de cuentas tienes razón, si tan orgullosa estoy de México ¿qué hago lejos de él?
-No fue mi intención que mal interpretaras mis palabras, pero ya no me interesa saberlo, sólo quiero que te sientas cómoda y disfrutes el resto del día.
Gianluca lentamente se posó a su izquierda, Amanda de reojo alcanzó a ver su perfil bebiendo su olor.
-¿Es hipnotizante no crees? –Susurró Gianluca. -Siempre he vivido enamorado del mar.
-Sí... el mar es un sueño.

-¿Por qué no sonríes, bella? -Tímidamente habló. –La verdad es que te ves hermosa haciéndolo.

Un sonrojo rosáceo maquilló de amor sus mejillas.

-¿Gian...? –Amanda giró para verlo.
-¿Qué pasa?
Agarró con ambas manos su cara y lo besó delicadamente. Sintió su respiración entrecortada en su cara envolviéndose en sus brazos, escuchando los latidos de su corazón. ¿Es el de Amanda? No importa. Sintió el sabor de sus labios, el suave roce de sus narices. Y de pronto el mundo dejó de girar, no existía nadie más que él y ella.


Mis manos neciasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora