La caminata sin fin

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            Al llegar a la playa estacionaron el pequeño Fiat 500 negro, comenzaron a caminar bajo el sol con la suave brisa. Sentía la arena caliente bajo sus pies, el viento acariciando su piel, la sal de mar que se impregnaba en sus poros, y una infinita paz. Una extraña mezcla de paz.

-Martina, querida ¿no crees que ya hemos caminado bastante?
-Tranquila, ¿sigues con tus miedos verdad? –contestó Martina con el cabello en la cara.
-No me lo tomes a mal, pero ¿qué esperabas? Mis papás siempre me enseñaron a no confiar en extraños.
-O sea ¿yo soy una extraña? –dijo Martina con una amplia sonrisa en sus labios.
-Pues, prácticamente sí.
-Mejor dame la mano querida, no sea que te me quieras escapar.
Amanda se detuvo en seco, su broma a pesar de todo la confundió un poco.

-Amanda es una broma. ¡Tranquila!
-Perdón, ¿me hablabas? –ésta fingió no oírla.
-No, olvídalo. No vaya a ser que la loca seas tú -Martina la miró sonriendo.

Martina comienza a tararear una canción, una canción que Amanda perfectamente conocía, una canción que siempre había cantando. Una canción que jamás olvidará.

-Martina, ¿conoces esa canción? –la miró absorta.
-¿Cuál? –preguntó ella.
-Esa, La luna hizo esto, la que cantaste ahorita.

-¿Qué si la conozco?, prácticamente yo la vi nacer –Guardó silencio un momento - ¿Tú de dónde la conoces? En México no es popular.
-Bueno, no, no lo es. Yo siempre fui muy fan de un grupo, creo que aquí si son muy famosos, se llaman Il Volo.

-¿Famosos? Querida, se nota que no eres de aquí. –Martina mira al cielo -¿Muy fan verdad? ¿Qué tanto?
-Siempre fui a cada concierto, a cada firma de autógrafos, me sabía cada entrevista, cada ida al aeropuerto. Ellos eran mi vida entera.
-Amanda, mi amor, creo que ¡me vas a deber la vida después de esto! –dijo eso y se adelantó con paso acelerado.


Mis manos neciasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora