No estoy loca

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            Los dolores eran indescriptibles, no se pueden ni comparar con un mínimo cólico o retortijón. Era el movimiento completo de sus órganos, espasmos, estirones: contracciones. El dolor era tal que ya ni por inercia podía mantenerse en pie. Un sudor frío recorría su cuerpo y su cabeza daba vueltas. Para su desgracia Romina aún no llegaba y Amanda ya hasta comenzabas a delirar.
-Camina, yo sé que puedes. Deja de llorar y coge el maldito teléfono. –La imagen de Ignazio se vislumbró frente a Amanda.
-Ignazio, regresaste. –Amanda se recargó en la pared deteniendo su peso completo. –Ya no puedo-. No voy a llegar.
-¡Vamos! Tú puedes. Sólo cógelo y pide una ambulancia. ¡Cógelo ya!- Gianluca estaba sentado al lado de su celular, pero no se molestó en pasárselo a Amanda.
-No puedo, no puedo. En verdad no puedo. –Dio un par de pasos más. -¿Cómo llegaron aquí? ¿Quién les dijo?
-¡Tienes que poder! –Ignazio sonaba preocupado–. Son unos pasos más.
-¡Hazlo por mí! Por nuestro bebé. –Gianluca estaba a su lado mirándola.
Amanda dio un paso más.
-No puedo. –Cayó de bruces tirando una mesita y un florero donde estaba su celular.
Con todo el esfuerzo del mundo, temblando, bañada en sudor se estiró a coger el teléfono. Apretó el altavoz.
-¿Cuál es su emergencia? –Una señorita contestó de inmediato.
-Necesito una ambulancia. ¡Voy a dar a luz A-H-O-R-A!
-¿Cuál es su dirección? ¿Está usted sola?
-Vengan pronto por favor. ¡Ya no resisto más!
Todo se nubló de pronto. Un vago recuerdo llegaba a ella en forma de flashazos. No sabía que era, pero ya lo conocía. Confusión, dolor. Nostalgia.
-¡Amanda! ¡Amanda! –Romina estaba a su lado. –Ya estoy aquí. Vamos, ponte de pie.
-Ignazio, ¿dónde está? –Preguntó sin poder abrir los ojos.
-¿Dé qué hablas? Estamos solas. ¡Vamos, la ambulancia está por llegar!
-Yo lo vi Romina, él y Gianluca estuvieron aquí. –Hablaba confundida.
-No querida. Ambos están en Argentina, ¡es imposible!
-¡Pero yo los vi! ¡No estoy loca! –lloraba.
-Lo sé, lo sé, pero ya ponte de pie. ¡Amanda!, ¡Amanda! ¿Me escuchas?... ¡Amanda!
Cuando Amanda abrió los ojos una luz intensa le impedía ver con claridad. Un montón de gente corría a su alrededor, se movían de aquí para allá como si no estuviera ahí acostada a mitad de la sala. El frío cubría su cuerpo, era un frío glacial, un congelador.
-¿Cuál es su nombre? –Alguien le hablaba. -¿Me puede decir cómo se llama?
-Amanda Del Valle.
-¿Qué día es hoy?
-16 de Octubre 2016. –Tiritaba.
- Muy bien, ya vamos a terminar, pero ahora necesitamos su ayuda. Necesito que me tome de la mano y puje con todas sus fuerzas, ¿podrá hacerlo? –Una joven con cubre bocas y guantes la miraba.
-Sí
-A la cuenta de tres vamos a pujar, ¿entendido? –La primera voz habló.
-Ok
-Una...
Amanda miraba al techo.
-Dos...

Respiró profundo.
-¡Tres!
Amanda apretó la mano con fuerza. Determinada, con los ojos cerrados y pensando en Ignazio comenzó a pujar. Él dentro de ella se movía, lo estabas expulsando. Una vez más tomó aire y ahora pensando en sus padres volvió a hacer esfuerzo.
-Deme uno más. Uno más y ya.
Amanda tomó aire, cerró los ojos y con todas sus fuerzas pujó. Todo lo vivido con Gianluca comenzó a pasar en su mente a gran velocidad. Los besos, las caricias, las palabras, las miradas, su sonrisa, las rosas, los mensajes, "te amo". ¡Vamos! El orgasmo. De pronto el mundo comenzó a correr en cámara lenta. Su cuerpo descansó y comenzó a flotar. Algo le preocupaba. Un silencio abrumador que lastimaba sus oídos, ese silencio que golpeó su corazón. ¿Dónde estaba la vida? ¿Qué había pasado?

Completamente consiente levantó su cuerpo buscando respuestas. Quería verlo. Sin pensarlo más aún no estaba con vida, algo le faltaba, ese algo que le quitaba la respiración. De pronto su llanto llenó el quirófano, él ya estaba ahí. Amanda pudo respirar de nuevo y temblando comenzó a llorar.


Mis manos neciasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora