La nueva nana

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            Había pasado ya una semana, el sonido de las ruedas del tren pasando por el riel la arrullaba un poco, veía filas de árboles pasar corriendo a su lado derecho. Ignazio estaba profundamente dormido. Ya había pasado media hora de camino y no ella no sabía cuánto más tardarían hasta llegar. El tren anunció su llegada.
-Nacho... –Codeó hasta despertarlo. –Nacho, creo que ya llegamos.

Ignazio abrió un ojo, luego el otro. Se estiró y se levantó para bajar la maleta y bolsas del maletero.
-¿Dónde estamos? –preguntó Amanda mirando al exterior.
-A pocos minutos de tu nuevo trabajo.
-O sea, sí, pero ¿dónde, en qué ciudad?
-Mejor deja de preguntar y corre, ahí hay un taxi.
El taxi tardó 15 minutos en llegar a su destino.
-Hemos llegado. –Dijo Ignazio al reconocer las calles. Estaban frente a una casa grande y bastante antigua, su fachada era bella pero ya estaba descuidada, se acercaron al gran portón negro. Ignazio tocó el timbre, una joven abrió la puerta.
-¡Joven Ignazio!, pase por favor, le voy a avisar a la señora que usted ya está aquí.
-Gracias Mónica.
Pasaron a la casa, la sala era grande, cómoda. Las paredes naranjas y el mobiliario hacían de ésta un hogar bastante acogedor. Amanda levantó la mirada y vio su imagen reflejada en un espejo, las cortinas que cubrían las ventanas también eran naranjas. Ella se perdió en su imagen, Ignazio apareció a su lado, los dos se veían a través del espejo. Ella desvió la mirada y ésta se perdió en las múltiples fotos de las mesitas de sala.
- Ignazio ¡hijo! ¡Qué bueno que has llegado!
-Señora, gracias de nuevo por aceptarnos, nos es de mucha ayuda. Mire, le presento a Amanda. Ella es la nueva nana.
Amanda dio media vuelta para llevarse la sorpresa de su vida, la sorpresa que cambiaría su modo de ver al amor. 


Mis manos neciasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora