El error

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-Es momento de enfrentar tus problemas. ¿No crees que ya es suficiente de correr de tu vida? Tienes que madurar. Tienes ya que hablar con Gianluca y ver qué va a pasar con esta criatura. Mereces estar en paz. Y él, -dijo señalando al pequeño-, él merece una familia, tener un padre. ¿Qué es lo que quieres para ti?
-Yo te quiero a ti –dijo Amanda sin pensar.
Ignazio la miró con los ojos iluminados de alegría, su sonrisa radiante.
-Yo también te quiero a ti –Ignazio le extendió su mano. Ella la tomó. -¿Vamos a intentarlo de verdad?
-Yo estoy dispuesta a todo. Realmente no tengo nada que perder. Aquí la cuestión es si tú quieres intentarlo.
-¿Tú qué crees? No estoy aquí perdiendo mi tiempo, jugando con un hijo que no es mío y sosteniendo tu mano para decirte que no quiero ya nada contigo. Yo te sigo amando. No hay día que pase que yo ya no piense en ti. He intentado encontrarte en otras personas, y simplemente no lo he logrado, me di cuenta que es a ti a quien quiero a mi lado.
Ignazio se puso de pie cargando con un brazo a Gian.
-Vamos –Extendió la mano. –Tenemos que buscar a Gianluca.
Así caminaron de la mano. Él cargando al pequeño. Sin saber por que, Amanda se sentía segura, como una familia caminando por el parque completamente felices, olvidando los problemas y las largas jornadas de trabajo, como si en el mundo fueran solamente ustedes dos y su pequeño. Regresaron al lugar de donde ella había escapado, pero claro está ni Romina ni Gianluca estaban ahí, ni la bolsa de amanda, ni la pañalera, ni nada que les diera una pista.
-Aquí los encontré
-Sí bueno, ya no están –Ignazio bajó a Gian.
Gian comenzó a correr e Ignazio lo persiguió jugando un poco. La sonrisa en los labios carmín de Amanda era inminente. Realmente amaba a ese hombre, realmente lo quería en su vida. Siempre lo supó, pero por perseguir un sueño básicamente imposible, lo dejó ir.
-Verlo es volver a vivir. –Gianluca estaba de pie al lado de Amanda, ella estaba tan ensimismada en sus pensamientos que no escuchó el crujir de las hojas en el pisar de Gianluca.
Romina estaba sentada fumando en una banca del otro lado del área de juegos. No la habían visto. Ignazio parado al lado de Gian la miró a lo lejos. Tenía miedo de lo que podía pasar. Amanda lo miró de regreso, él asintió con la cabeza.
-Ahora vuelvo –Amanda gesticuló a Ignazio.
-Sí –él le dijo a la distancia.
El sol había salido, iluminando en ciertos espacios donde las nubes no cubrían. El parque estaba lleno de perros juguetones que corrían sin alejarse del todo de sus dueños. Por eso a Amanda le encantaba ese parque, porque la gente le brindaba sus mejores sonrisas y la contagiaban de tranquilidad.
-Sigo sin perdonarme mis errores, -Gianluca comenzó continuando pisar algunas hojas otoñales al paso que avanzaban-, pero ya es muy tarde.
-Debo pedirte una disculpa, reaccioné como una adolescente inmadura, merecías disfrutar a nuestro hijo y mi intransigencia lo impidió.
-Tal vez si me lo hubieras dicho antes, lo hubiera rechazado. No estaba en condiciones de ser responsable, o tal vez lo hubiera aceptado, no lo sé.
-¿Por qué no me elegiste? ¿Por qué me dejaste partir? ¿Por qué no corriste atrás de mí?
-Lo hice. Corrí al aeropuerto a detenerte, a pedirte que me esperaras, pero no llegué.
Se detuvieron frente a una fuente, justo donde pegaba el sol. Este les daba en el rostro y los calentaba.

-Eres la única persona que ha hecho de mi vida lo que quiere. Me hiciste inmensamente feliz, pero también me has hecho miserable. No sé si fue mi debilidad o la química que tuvimos lo que siempre habló por mí. Era como traer un chip y tú un control, que al tronar tus dedos yo reaccionaba sin saber por qué. Te puedo jurar que toda mi felicidad era infinita, la sentía aquí, en mi estómago, -dijo Amanda llevándose las manos a su vientre-, y me hacía seguir, continuar día con día. Pero había días que me sumías en mi miseria, sobre todo en las noches que me quedé esperando tus abrazos, y fue cuando me di cuenta que realmente no eras tú el del problema, sino que era yo quien siempre esperé más de ti.
Gianluca giró su rostro mirando fijamente la fuente donde se encontraban.
-Como yo te amé jamás te lo podrás imaginar, fue una inmensa y hermosa forma de sentir, fue vivir, fue morir.
-Perdóname –Amanda llevó sus manos al terso rostro de Gianluca.
-Déjame estar cerca de él. No te lo lleves.
-Eres y serás siempre su padre. Él eres tú.
Gianluca tomó aquellas manos que acariciaban su cara.
-Voy a salir con Ignazio
-Lo sé. Los vi tomados de la mano. -Gianluca la miró a los ojos. -Este es el adiós a un amor puro. Un amor sincero y pasional, pero no el adiós a la felicidad. No soy tu dueño, tú sabes cuál es tu camino y si es verdad que te amo, tengo que dejarte partir.
Amanda lo hubiera esperado toda la vida, pero el destino es caprichoso, el reloj marcó la hora y el tiempo los acabó. Dejó un enorme vacío, pero fue un gran capítulo en su vida, de esos que se escriben con tinta indeleble, dejando una huella imborrable en su corazón. Entonces sin pensarlo poco a poco se acercaron rosando sus narices y sus labios. Cerraron sus ojos olvidando el tiempo y el pasado, olvidando el espacio y que el mismo mundo giraba a sus pies. Se besaron y Amanda sintió que aquella llaga que sangraba día con día, se cicatrizaba tatuando para siempre ese amor. Era triste pero cierto, el mejor beso de su vida, un beso puro cargado de tantos y confusos sentimientos, un beso apasionado. Su respirar en el rostro de Amanda, su barba de días en sus labios carmín, su lengua en una batalla donde ninguno resultaría vencedor. Aquellas manos varoniles en su cintura, las suyas en aquel rostro. Fue el adiós definitivo.
"El error es mirar lo de ayer con ojos de hoy, querer que las cosas vuelvan a ser igual cuando uno ya no eres el mismo, como si se pudieran reciclar los suspiros o dar un mismo beso por segunda vez. Los mudos no gritan, los sordos no ven la música, con las mismas cinco letras que se escribe tarde no puedes escribir ahora, el amor que fue, ese ya nunca vuelve."


Mis manos neciasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora