¿Me permites ayudarte, princesa?

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            -¿Me permites ayudarte princesa?- Una voz que le ofrecía su mano preguntó. –Déjame presentarme, –continuó mientras lo observaba –mi nombre es Francesco, Francesco Barone.
-Sí, ya sé quién eres. –Amanda sonrió. -¿Francis no?, el hermano de Piero.
-Para servirte. –Ahora él le sonrió a ella.

Gianluca nadó hacia dónde estaban.

-¿Amanda, te ayudo? -preguntó Gianluca.
Amanda volteó a ver a los dos, primero a Gianluca, luego a Francis.

-No gracias, yo puedo sola.

Francis se levantó y se hizo para atrás para dejarla salir por la escalera. Amanda se agarró por los pasamanos y de un brinco levantó su cuerpo subiendo dos escalones para tocar descalza el suelo. Se agachó a recoger su vestido, el cual había dejado en el suelo a un costado de la alberca, estaba empapado, lo agarró con ambas manos y lo exprimió. El agua que escurría por todo su cuerpo hacía que pareciera una esfinge, una escultura de una fuente, una Venus. La gente no dejaba de mirarla, su piel canela relucía con los rayos del sol. Gracias a las gotas de agua impregnadas en su piel pareciera hecha de bronce, su cabello largo y negro tomó una forma ondulada, su cuerpo lucía perfecto gracias al color naranja del bikini. Amanda se veía perfectamente bronceada, su cuerpo de latina sobresalía entre tanta italiana, su busto firme, sus caderas redondeadas, su cintura increíblemente estética. Levantó la mirada y toda la gente a su alrededor no dejaba de admirarla, sus comentarios elocuentes: "ves, te dije que no era de aquí", "qué chica tan atractiva", "es todo un monumento", "seguro es una de esas latinas". Ninguno de esos comentarios le afectó, al contrario. Levantó aún más la cabeza y comenzó a caminar.


Mis manos neciasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora