Hasta que te decidas por mi

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            La única luz que había en su habitación era aquella que emanaba de la pequeña pantalla de su celular. La misma de donde provenían aquellos nombres que quería olvidar pero que desgraciadamente marcaban su vida sin compasión. ¿Marcar o no marcar? ¿Aceptarlo o no? Regresar a casa significaba dejar atrás aquel fin de semana de locura, fingir demencia y olvidar los besos, las caricias, el amor. Regresar a casa era continuar su vida, era dejar a Gianluca y continuar una mentira, un secreto que Amanda quería gritar y que la vida misma y las situaciones obligaban a olvidar. Regresar a casa era callar, ver a Ignazio y temblar, provocar a su alma a caer en la locura con más sentimientos que confundían. Matar por un beso casual de aquella boca, beber esa sonrisa y cumplir una promesa de llegar juntos al altar. ¿Ignazio o Gianluca? ¿Gianluca o Ignazio? Francesco estaba fuera de la jugada. Partida doble. Todo seguía a obscuras, ya estaba en casa Leonora. Platicaba con Ernesto en su habitación. Tocaron a la puerta.
-Adelante.
Amanda acomodabas su mochila a tientas, llevaba lo necesario: iPod, cepillos y cargadores.
-¿Estaba segura de regresar a casa esa noche?

Gianluca entró de pronto, sin inmutarse del orden o ruido.
-Sí. –Contestó ella.
-Vámonos, yo te llevo.
-No es necesario, puedo irme sola.
-No empieces por favor.
-Tengo muchas cosas que pensar Gianluca, contigo a mi lado me es imposible.
-¿Ahora soy yo el culpable? –Gianluca ahora era el ofendido.Típico en él.
-No Gianluca, tú no eres el culpable. La culpable soy yo por quererte más de lo que debo, por pensar día y noche en ti, por admirar tu sonrisa, por idolatrarte. Es mi culpa por amarte.

-Ahora que te tengo no quiero perderte. –Le respondió él.
Aquellas palabras la doblegaron. Cayeron en ella como agua fría, la hicieron temblar erizando cada centímetro de su piel. Amanda suspiró aún temblando. Inhalando profundo, exhalando un soplido de amor.
-¿Por qué yo? –Le preguntó ella. -¿Por qué de todas me elegiste a mí? ¿Por qué si yo no soy guapa?, no soy la más lista, ni siquiera tengo un buen cuerpo.
Gianluca se recargó en la puerta, metió sus manos en los bolsillos y cruzó los pies, o al menos eso imaginaba Amanda en la obscuridad.
-No puedo contestar esa pregunta. No sé. No tengo esa respuesta. Sólo sé que lo que vi en ti no lo puedo ver en nadie más.
Amanda se levantó y caminó hacia él. Frente a frente agachó la mirada. Sintió su respiración en ella. Buscó las tibias manos de Gianluca y las entrelazó a las suyas, recargó así su frente a la de él, rozando sus narices, jugueteando un poco.
-No quiero que me mientas. –Habló Gianluca. –Dime que hay con Igna, ¿estás con él?
-Estoy enamorada de él. Locamente.
Gianluca giró la cabeza. Amanda seguía cerca de él.
-No me digas eso. –Pidió suplicante.
-Lo siento, querías la verdad. Ésta es.
-¿Él sabe de mí?
-Claro que no. Nadie sabe. Nadie hasta que te decidas por mí. –Amanda aún albergaba aquella esperanza.
-Ya te dije que es imposible, yo quiero, pero no puedo. No ahora.
-Yo estoy dispuesta a esperarte la vida entera, a darte la mía si es necesario.
-¿E Ignazio?
-No me preguntes por él, estoy confundida.
-Déjalo, no quiero lastimarlo.
-No estoy con él. No estoy con nadie. Sólo eres tú.
-Vámonos, te llevo a tu casa. –Él cambió de súbito la conversación.
-Espero con ansias el día en que me digas "vámonos a casa".
Gianluca así besó su frente.


Mis manos neciasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora