Maldita sonrisa

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            El sol molestaba su sueño, la luz penetraba tras sus párpados e impedía que Amanda siguiera durmiendo. Aún la respiración de Gianluca estaba en ella, con cuidado y con la molestia latente en su pierna contemplaba su rostro. Pasaron los minutos y ella seguía ahí, así, viéndolo dormir podía pasar más de un día, teniéndolo para sí. Besó a Gianluca en la nariz y lentamente, tratando de no despertarlo se levantó al baño. Recargada en el lavabo sin importarle nada lloró de felicidad, cada lágrima reflejaba el tiempo que había esperado ese momento, mirando su rostro en el reflejo sonrió a sí misma y más que una sonrisa fue la felicidad misma quien habló en ese instante. Amanda se llevó las manos a la cara palpando con las yemas de los dedos aquellos labios que aún tenían su sabor, el temblor en su ser no se hizo esperar y excitada por la emoción su piel erizada revelaba la incredulidad que tenía. Al salir del baño Gianluca continuaba dormido, Amanda cruzó los brazos y recargándose en la puerta suspiró al ver lo hermoso que se veía al iluminarlo los rayos del sol, su piel brillaba y sus rizos se veían tan claros como el oro, solo le faltaban las alas para se un ángel. Amanda buscó ropa limpia, crema, unas sandalias y sus inseparables Converse viejos, claro, todo en silencio, no iba a despertar a Gianluca y permitir que se le fuera de las manos. Corrió cojeando, la verdad es que el dolor aunque era soportable era bastante incómodo, y por más que quisiera caminar normal, la herida se estiraba y comenzaba a sangrar. Rápidamente se dio un baño pensando en ella, en Gianluca y en su futuro, un futuro juntos, pero ¿y Francis? El agua fría en su rostro hacía que lo olvidara, ¿y Martina? claro que sentía raro, sobre todo porque Martina había sido quien la invitó a entrar en sus vidas. Salió de bañarse y secándose olvidaba el remordimiento por ambos pero al escarmenar su cabello a Amanda le llegó el recuerdo de alguien que sin duda alguna gobernaba sobre sus sentimientos: Ignazio y su perfecta sonrisa, un amor verdadero.
Al abrir la puerta del baño, aún con el cabello empapado y con la ropa y toallas en brazos, bastó una sonrisa, un simple y maldita sonrisa para confundirla más de lo que ella misma pudiera desear. Gianluca acostado y viéndola fijamente le torturó con la más hermosa de sus sonrisas.


Mis manos neciasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora