Lo importante aquí, no son los demás, eres tú

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Amanda estaba completamente asustada, probablemente Gianluca estaría en casa. Jamás habías estado ahí, en la que podría ser su casa, en la que podría ser su vida. Ahí donde algún día Martina y él se habían jurado amor, donde miles de noches habían hecho el amor, donde dormían juntos. Aquel lugar al que Gianluca llamaba hogar, aquel que no era casa de Amanda. El departamento de Martina y Gianluca era pequeño, ubicado en una de las zonas más concurridas de Roma. Varios establecimientos se ubicaban en la planta baja del lugar. Martina estacionó el auto en la cuadra del al lado. La noche era fría. Poco faltaba para que comenzara a llover. Entraron al departamento. Este era pequeño pero muy bien arreglado, todo lo contrario al suyo con Ignazio. Martina la invitó a sentarse en la sala mientras esperaban.
Amooor......! Ya llegué –Martina gritó al vacío esperando una respuesta.
Silencio. Esperaba ya oír su voz.
-¡Voooy........! –la voz de Gianluca se oyó a lo lejos.
Amanda tenía el corazón en la garganta, incluso respirar le costaba trabajo.
-Ahora vengo amiga, iré a avisarle que hay visitas en casa –dijo Martina guiñándole un ojo a Amanda.
La dejó sola en medio de sus pensamientos. Sus dudas eran inmensas, sus miedos más. Necesitaba un aliento, un respiro. Sólo alguien se lo podía dar. Sacó su celular y marcó el número, esperaba mientras sonaba la bocina.
-Contesta, ¡por favor! ¡Contesta! –susurraba suplicante.
-¿Ciao? –Piero contestó de inmediato.
-Piero, estoy al borde de la locura, no sé qué hacer. Necesito aliento -tapó su boca con la mano para evitar hacer mucho ruido.
-¿Qué pasa? ¿Estás bien?, ¿volviste a tomar?
-No. Es algo peor, estoy en casa de mi amiga. Él está aquí.
-¡Por Dios! ¿Qué haces ahí? –Piero sonaba interesado, en realidad le ayudaría.
-Esos detalles luego te los cuento, dime ¿qué hago? -estaba ya desesperada.
-A ver, primero antes que nada, respira. Segundo, respóndeme, ¿estás dispuesta a arriesgarlo todo por él?
-Estoy dispuesta a seguir con esto -pensó mirando sus dedos con la cabeza agachada-, sé que es arriesgado pensar en él, pero es un riesgo que estoy dispuesta a correr. Además es demasiado tarde como para echarme para atrás. ¿Cómo se supone que vuelva a mirar a alguien después de él?
-¿Por qué te preocupas tanto de las opiniones de los demás? ¿Por qué no actuar por tu cuenta al tomar decisiones? ¿Por qué no dejar de seguir lo que otros quieren que hagas? ¿Por qué no vences tus miedos y dices lo que piensas? ¿Por qué no puedes ser tú? Sabes- Piero continuó- hace tiempo que estás esperando que alguien te diga que todo está bien, pero la única persona que puede decirlo eres tú, si confías en ti puedes demostrarle a todos los que tratan de destruirte que eres fuerte, que eres ese tipo de personas que no se rinden ante nada, pero antes de demostrárselo a los demás, demuéstratelo a ti. Tú, piensa que eres fuerte. Tú, piensa que puedes lograrlo, porque lo importante aquí, no son los demás, eres tú y tus sueños.
Amanda oyó unos pasos justo detrás de ella. Habían llegado.
-Tienes razón Piero. Te quiero.
-Suerte Amanda. Yo también te quiero, amiga.
Ella cerró los ojos, respiró profundo y fingiendo una sonrisa dio media vuelta para encontrarse cara a cara con el amor de su vida. Gianluca estaba inmóvil, no pudo ni parpadear. La miró fijamente.
-Amor, traje a cenar a Amanda.- Martina avanzó hacia la cocina-. Pediré una pizza, ¿de qué la quieren?
Estaban frente a frente, ninguno de los dos podía moverse. Amanda estaba asustada.
-Con tu permiso, voy al baño. –Dijo corriendo hacia el pasillo, quería escapar de él.
-¿Qué haces aquí? –Gianluca la alcanzó en el pasillo, la jaló del brazo y molesto le cuestionó. –No debiste haber venido, ¡vete!
-¡Suéltame! Vine porque Martina me trajo -su respiración estaba agitada.
-¡Vete antes de que Martina se dé cuenta! ¡Vete ahora!
-¡¿Qué te pasa?! –Amanda volteó a ver si Martina no salía de la cocina. -Ella es mi amiga, no puedo dejarla así.
-¿Ahora si te preocupa que sea tu amiga?
-¡Mira quién habla! Tú eres el infiel aquí y ahora te vienes a preocupar tú por ella.
-Se puede dar cuenta de nosotros y ahora si todo se irá a la basura. –Gianluca se llevó ambas manos a la cabeza.
-No puede ser la facilidad que tienes para arruinar las cosas. –Amanda dio media vuelta en dirección a la sala.
-¡Espera! –Gianluca la alcanzó del brazo reteniéndola.
-¡No me toques! ¡Jamás me vuelvas a tocar! Se acabó Gianluca, se acabó.
Amanda quitó el brazo con brusquedad y tomó su bolsa. Martina llegó al momento. Había escuchado mucho ruido afuera.
-¿Qué pasa loca? –preguntó angustiada.
-No es nada. Martina, me tengo que ir -la tomó del brazo-, en verdad lo lamento de todo corazón. Ya será para otro día.
-¿Estás loca? No puedes irte así. Está cayendo una tormenta, te vas a empapar.
-Martina, me voy. No te preocupes por eso, Ignazio vino por mí. Ciao.
Abrazó a Martina con cariño. En verdad sentía una pena muy grande por ella.
-Adiós Gianluca.
-Adiós Amanda.
Gianluca estaba con los brazos cruzados. No dejaba de mirarla. Se despidieron con un beso en la mejilla apenas perceptible. Afuera del edificio el cielo se estaba cayendo, nadie la esperaba. Lloraba por las calles empapada de agua fría, arrastrando los pies, gimiendo de dolor. Le dolía el alma. Su pecho estaba a punto de romperse. Increíble, Gianluca era un patán, no había cambiado ni jamás lo haría. Todo era culpa de Amanda. No había gente en las calles, la ciudad vacía sabía que ella pasaba un profundo dolor. No pudo más. Se dejó caer hincada, llorando a más no poder.
-¡Basta ya! -Gritó al cielo llorando, el agua caía directo en su cara. -Basta de ti. Basta de que eches a la basura lo que te doy. No volveré a caer más. Es tu juego, te lloraré hasta que un día no pueda recordarte más. Basta de acabar conmigo Gianluca. Sacó el celular tiritando de rabia, tiritando de frío. Seguía llorando.
-¡Dónde estás! –le dijo aquella voz que tanto quería escuchar.
-Igna, ven por mí, por favor. Te necesito...


Mis manos neciasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora