El chapuzón

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            Amanda arrojó su celular al agua y se echó a correr. Dio media vuelta chocando con Ignazio y por el impulso que tomó para comenzar a correr cayó en la alberca.

-Dios, esto no me puede estar pasando a mí. -Pensó al caer. -No otra vez.

- ¡Amanda! ¡Cuidado! -gritó Ignazio sin poder ayudarla.

Martina y Gianluca nadaron hacia donde cayó Amanda, Ignazio seguía sin poder reaccionar, no sabía si meterse de un clavado o seguir afuera para esperarla y ayudarle a salir.

Pasaron lentamente los segundos, el tiempo se detuvo, la gente comenzó a murmurar lo qué habrá pasado, pensando y rumoreando si Ignazio la había arrojado. De pronto el silencio. Amanda salió del agua de un brinco, su cabello largo hizo que el agua saliera en chorro con una curvatura pronunciada formando un arco iris con el agua del mismo al desprenderse armónicamente, sacudió levemente la cabeza salpicando todo al rededor, llevando sus manos a la cara y ocultándote tras ellas.

-¡Amanda! Lo siento, fue mi error, debí decirte que estaba atrás de ti. -Ignazio comenzó a disculparse.- Te tomé por sorpresa...
-No te preocupes Igna. –Bajó las manos de su rostro alcanzando a ver a Gianluca de reojo, -fue un accidente, esto le puede pasar a cualquiera.
-¿Amanda? ¿Estás bien?- Se adelantó Piero- ¿No te lastimaste?
-No Piero, no te preocupes –Respondió Amanda intentando calmarlo.- Estoy bien, es sólo un chapuzón.
-¿Un chapu... qué?, -Martina le sonrió, por un instante la había olvidado.- Hablas muy extraño mujer. ¡Qué bueno que estas bien! Amor, ¿le ayudas a salir?
Gianluca asintió con la cabeza volteandola a ver. Amanda mientras tanto se perdió en sus ojos, en su sonrisa y de paso en su boca. Imposible enojarse así, aunque la imagen de ellos besándose de pronto regresara a ella como un fuerte bofetón.
-No. –Respondió tajante. –Yo puedo sola.

Sin esperar nada la gente reanudó sus actividades, la música volvió a sonar incrementando poco a poco el ruido de murmullos, de risas de una muchedumbre. Amanda comenzó a caminar dentro de la alberca, el agua no era muy profunda, a lo mucho le llegaba al pecho. Se dio cuenta que la ropa la traía puesta. Cerró los ojos avergonzada. Sin temer a nada decidió quitarse el vestido, al fin era blanco y mojado se transparentaba, así que daba lo mismo traerlo puesto o no. Llegó a la escalera metálica y dentro del agua se quitó el vestido, lo puso en el suelo junto a ella y viendo una mano de ayuda levantó la cabeza.
-¿Me permites ayudarte princesa? –Pregunto una voz varonil que ella aun no conocía. 


Mis manos neciasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora