Yo ya no voy a regresar

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    Romina estaba entusiasmada. En un trozo de servilleta ya planeaba en garabatos el futuro cuarto del bebé. Ya tenía zona de juegos, la cuna, la iluminación, ya hasta sombreaba y tachoneaba para no perderse.
-La verdad es que no. Quiero buscarle el nombre perfecto. Un nombre que me guste, un nombre para su personalidad.
-Llevará tus apellidos, supongo.
-No hay otra opción. Gianluca jamás sabrá que tendrá un hijo.
-¿No crees que es injusto? No lo defiendo pero, es su sangre. Pase lo que pase, ese bebé que llevas dentro es parte de él.
-Lo sé, lo sé. Él ya hizo su vida, y yo ya no sé si lo quiero en la mía.
-¿Qué harás cuando él te pregunte por su padre? –Señaló con la mirada al bebé.
-Nada
-¿Nada? O sea, ¿le dirás que murió?, ¿le dirás que lo odias, o le dirás que al igual que Jesús, fue obra del Espíritu Santo?
-¡No seas tonta! Algo se me ocurrirá. Además, no soy ni seré la única madre soltera.
Romina tenía razón, pero Amanda ya había tomado esa decisión tan complicada. De pronto en el interior de la cafetería donde se encontraban, una canción rompió la tensión llenando a ambas de infinitos recuerdos y nostalgias. 'O Sole Mio sonaba a todo volumen en la voz de tres grandes cantantes.
-Y pues aquí estamos. –Comenzó la entrevistadora.- Hoy nos encontramos con tres maravillosos cantantes en su regreso a los escenarios. Estamos aquí con IL VOLO. –Muchos aplausos sonaron en el foro. -¿Piero Barone?
-Perfecto –Contestó Piero.
-¿Ignacio Boschetto?
-Iñatzio, tz, tz. –Contestó Ignazio.
-Iñatzzzzzio. Ok. ¿Gianluca Ginoble?
-Ese soy yo –Contestó Gianluca.
-Maravilloso –La entrevistadora sonrió–. Cuéntenme, ¿cómo se sienten a su regreso?
La entrevista corrió completa. Romina y Amanda estaban atentas. La gente en la cafetería estaba sin prestar atención a la entrevista que corría en pantalla. Básicamente era como un viaje al pasado, recordaron aquella emoción que llegaba a ellas como fanáticas. Amanda no perdía detalle en nada, en la cara de Piero, en la sonrisa de Ignazio, en la voz de Gianluca. Como si el tiempo no hubiera pasado, como si siguiera sentada frente a la computadora riéndose ante sus palabras.
-Supongo que sus fanáticas están más que felices, ¿es cierto? –Preguntó la entrevistadora con mucha energía.
-Sí, sí, sí. Las fans están muy emocionadas, -comenzó Ignazio-. Siempre nos han apoyado, incluso cuando nos dimos un tiempo. Ellas siempre han estado a nuestro lado básicamente, y pues al saber de nuestro regreso, ellas siguen aquí. Nosotros las amamos.
Escuchar a Ignazio a Amanda le causó conflictos emocionales. Su voz siempre movió en ella los sentimientos más recónditos de su corazón. Eso fue lo que la enamoró locamente, lo que le conquistó día a día. Levantarse en las mañanas y escucharlo cantar. Al platicar su voz entraba en ella y se quedaba tatuada en su alma. Cada frase retumbaba en su mente dejándole múltiples recuerdos.
-Lo extraño demasiado, todas las mañanas me despierto deseando encontrarlo en la cocina, pero al abrir los ojos y mirarme en el espejo me doy cuenta de mi realidad, del daño de mis errores. –Hablabas en un hilo de voz.
-Viviste tu sueño. Míralo así, tu destino ya estaba escrito. Si no hubieras cometido ese pequeño gran error, hoy no estarías esperando ese angelito producto de un gran amor. Un sueño hecho realidad del amor de tu vida.
Amanda levantó la mirada, la entrevista continuaba aún su transcurso.
-Y cuéntenme, ¿alguno de ustedes tiene novia? –La entrevistadora preguntó con picardía.
-No –contestó Piero secamente.
-No, no –Ignazio dijo mirándose las manos. Tenía tristeza en la voz.
-¿Y tú? –La entrevistadora le preguntó a Gianluca.
-¿Yo? –Gianluca suspiró. –No– suspiró.
-¿Ya no? Hace poco salió en una revista que te casarías. ¿Qué pasó con eso?
Gianluca guardó silencio, estaba absolutamente triste.
-Ya no –le tembló la voz–. Mis novias están allá afuera, son las fans.
-Terminó con Martina –le dijo Romina.
-Pues sí, pero yo ya no voy a regresar. –Esas fueron sus últimas palabras. 


Mis manos neciasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora