El corazón ve lo que los ojos no

169 12 2
                                    

            Era una tarde soleada en París. Algo raro en esa bella ciudad gris. El consultorio estaba frío. Amanda esperaba recostada ya en bata a la espera del médico. Mordía con nerviosismo los restos del barniz morado que aún quedaba en sus uñas. El corazón le palpitaba sin control. Sería la primera vez que vería a ese ser que sería el verdadero amor de su vida. Aquel pequeño trozo de carne que cambiaría su vida dándole un nuevo sentido. La puerta se abrió sin previo aviso, el médico entró con una tabla en la mano.
-Señora Del Valle -comenzó con la introducción- ¿Cómo se siente?
-Nerviosa –esta sonrió.
Romina se paró a su lado y colocó la mano en su hombro en señal de apoyo.
-¿Nauseas o vómitos? –preguntó de nuevo el médico.
-No, nada. Sólo un poco de agruras.
El médico anotó.
-¿Hipo? ¿Sueño excesivo? ¿Cansancio? ¿Alergias? ¿Antojos? –Volvió a preguntar.
-Dolor de espalda.- Tocó su vientre prominente. –Y creo que necesito unos tacos.
El médico sonrió. Romina comenzó a reír.
-Perfecto. Entonces usted está más que bien.
El médico deambuló por el consultorio, prendiendo y apagando aparatos. Sacó unos frascos de un mueble.
-Me gustan las embarazadas, así que la voy a tocar un poco. –Bromeó el mismo.
Amanda sintió extraño, a diferencia de las tiernas miradas y caricias de Romina, aquella brusquedad del médico le incomodaba. Palpaba su vientre sin inmutarse o preguntar, apretaba por aquí y por allá, haciendo que su pequeño inquilino se retorciera en sus entrañas. Sentía vida dentro de ella. Una emoción que le sacó lágrimas.
-Al parecer todo bien. –Habló. -¿Está usted lista?
-Sí Doctor, muero de ansias.
-Perfecto. –Sonrió. –Le voy frotar este gel, está frío.
-Está bien
Colocó una especia de cámara en el vientre de Amanda, y con la misma fue recorriendo cada tramo de su piel. Romina se estiraba tratando de ver lo mismo que el médico en aquella pantalla.
-Muy bien, muy bien. Se ve muy sano. El corazón del producto bombea muy bien. ¿Quiere verlo?
-¡Sí! -Romina y Amanda dijeron entusiastas.
El médico giró la pantalla. A ciencia cierta Amanda no veía nada, pero su corazón veía lo que sus ojos no. Comenzó a llorar de alegría, una hermosa sonrisa la complementaba.
Era poco lo que alguna vez había visto en las películas, Sin embargo algo real había en estas. La pantalla negra que mostraba el ultrasonido hacía parecer interferencia. Una mancha blanca borrosa hacía parecer una silueta pequeña. Gloriosa. Era un pequeño angelito.
-¿Lo ve, señora Del Valle? –Preguntó el médico.
-Lo veo –Seguía llorando de emoción.
-Está muy sano.
-¡Es tan pequeño! –Romina exclamó también llorando.
-¿Quiere saber el sexo o lo dejamos para el parto?
Amanda volteó la cabeza hacia arriba para ver a Romina. Le preguntó con la mirada. Ella sólo se alzó de hombros dejándolo todo a su decisión.
-Sí, –suspiró ansiosa–, quiero saber que va a ser.
-Véalo usted misma –indicó el médico.
Comenzaron miles de lágrimas a salir de su corazón. En el fondo siempre lo supo, más no quería aceptarlo. Sonrió nuevamente.
-Eres niño –dijo acariciando a su pequeño.


Mis manos neciasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora