Bienvenido a la vida Gian

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            El sol entraba de lleno por la ventana. El padre de Amanda admiraba la ciudad a traves del cristal. Otro día soleado en París. Romina hojeaba una revista de espectáculos. Su madre acomodaba las flores del jarrón para entretener los nervios. Tocaron a la puerta.
-Adelante. –La madre de Amanda dio permiso de entrar a la habitación.
Entró una enfermera con un pequeño bulto en brazos. Los cuatro la miraron. Estaban anciosos.
-¡Hola familia! ¡Miren quien llegó! -La enfermera sonreía.
-¡Oh por Dios! Está aquí. -Romina se puso de pie.
-Mamá, ¿estás lista? -Le preguntó la enfermera caminando hacia Amanda.
-Sí
-Mamá, no tengas miedo. -Dijo entregándole al bebé en brazos. -No me rompo.
Amanda lo tomó con cuidado, tratando de no despertarlo. ¡Era tan pequeño! Su delicada cabeza calva, sus manitas, sus pies. Sentía su respiración y al abrazarlo ella pudo sentir el palpitar de su corazón. Él estaba totalmente arropado. Amanda sintió su calor.
-Se los dejo para que se conozcan. -La enfermera dio media vuelta y salió de la habitación.
-Estoy tan orgullosa de ti. -Su madre lloraba abrazada a su marido.
-¡Es hermoso! –Su padre sonrió con orgullo.
-Me hubiera encantado vivir esto en otras circunstancias. Haber hecho las cosas bien, no así. –Amanda llorabas de alegría.
-Amanda no te conflictúes más. Estoy orgulloso de ti eres ejemplar. Decidiste ser madre soltera y eso es más difícil. Eres una mujer hecha y derecha. Nunca me has fallado.
-Gracias por ser los mejores padres del mundo. -Les sonrió. - Y gracias a ti Romina, gracias por abrirme las puertas y aceptarme tal cual. Gracias por apoyarme y ser mi amiga, ser mi hermana.
-A diario me lo agradeces estando conmigo. Gracias a ti supe lo que es tener una amiga. Gracias a ti supe lo que es tener una familia, supe lo que es tener una compañera de vida, supe lo que es ya no estar sola. Gracias a ti supe lo que es ser madre. Soy yo quien te agradece a ti.
El bebé se retorció en sus brazos soltando un quejidito, movió sus manitas dentro de su ropaje.
-Ábrele un poco la frazada. Está incómodo. -Su madre le aconsejó.
Al abrir la cobija no pudo retener más lágrimas y enjugó unas cuantas con el dorso de tu mano libre. Él estaba vestidito de naranja. Un pequeño mameluco que meses antes había comprado al no dejar de pensar en Ignazio.

-¿Lo trajiste? –Le sonrió a Romina.
-Ayer no podía dejar de pensar en él. No pude evitarlo.
-¡Gracias Romi!
-¡No hay de qué! –Romina besó su frente, acarició al bebé y lo besó también.
Sus ojitos la miraban sin parpadear.
-Tendrá ojo claro. -Su madre la miró.
-Igual a él –Amanda besó sus manitas.
Acarició su cabecita con cuidado.
-Hoy has llegado a mi para cambiar mi vida. Desde el momento en el que supe que te tendría, ya quería cargarte entre mis brazos. Ya quería sentirte, verte, olerte. –Amanda le hablaba al bebé sin importarle que sus padres y Romina estuvieran a su lado. -Te juro frente a ellos que te daré cada minuto de mi tiempo. Voy a educarte, voy a velar por ti, voy a amarte cada segundo. Por ti voy a ser mejor persona, para poder hacerte feliz, para cubrir tus necesidades, para que nunca te falte nada.
-Y por fin, ¿cómo se llamará? –Preguntó curiosa Romina.
-Bienvenido a la vida, Gian.


Mis manos neciasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora