7 - Adiós

5.2K 445 68
                                    

Las palabras de Hvitserk me marcaron en el momento, aunque no las llegué a entender hasta días más tarde.

A pesar de que el trabajo consumía casi todo mi tiempo, lograba hacer una escapada todos los días para visitar a Ivar. Como no podía ser de otra manera, me encontraba casi siempre con sus hermanos Ubbe y Hvitserk, y fue entonces cuando noté cierta rivalidad, especialmente con el segundo. Por lo tanto, mi conclusión fue que Hvitserk simplemente había tratado de asustarme y alejarme de su hermano por interés propio y, posiblemente, para hacerle daño a él.

Las visitas a Ivar eran cortas pero diarias, y ambos disfrutábamos de la compañía del otro. Él siempre me preguntaba por mi día y adoraba las historias que le contaba sobre mi antigua vida en la granja. Y a mí simplemente me gustaba verle feliz, me gustaba verle recuperarse. Con cada visita, mi corazón se aceleraba y poco a poco me iba dando cuenta del cariño que le estaba cogiendo.

Por supuesto, todos los sentimientos y emociones que él me provocaba los guardaba bajo llave. No quería que mi familia se enterara, ni mucho menos los hermanos de Ivar, los cuales estaban sumamente pendientes de nuestros encuentros.

[Narrador Externo]

Ivar descansaba en la cama donde llevaba tirado casi dos semanas. El dolor de un hueso roto era tan extremo como para agotarte y dejarte en tales circunstancias. Pero la peor parte era la soledad, el aislamiento. Nadie se pasaba por sus aposentos a verle en todo el día, más que su esclava y Ubbe, si es que lo hacía llamar.

Pero luego llegaba ese momento del día donde ella aparecía, cubierta siempre por una capa verde oscura. En ocasiones, sus prendas venían salpicadas por copos de nieve, y en su nariz brillaban gotas de agua. Aunque no estuviera ahí, si cerraba los ojos la veía con nitidez. Había memorizado cada parte de su cuerpo y fantaseaba todo el día con la idea de volverla a ver aparecer por el marco de la entrada.

Como si la hubiese invocado con tan solo pensarla, escuchó unos pasos provenientes del pasillo y supo que había llegado. Tenía familiarizado su forma de andar y prácticamente cada movimiento suyo.

—Ivar.— Dijo sonriente al entrar en la estancia, mientras se retiraba la capucha de la cabeza. Agitó su pelo con una de las manos, liberando mechones ondeados, captando astutamente la atención del tullido.

—Assa.— El apodo que había elegido para ella salió de sus labios sonrientes.— ¿Cómo ha estado tu día? Cuéntame.

—Hemos vendido todo el pescado que nos quedaba, así que mañana partiremos a hacer una nueva pesca. Mi padre me va a dejar acompañarle.— Explicó ella con una sonrisa gigante, aunque se empezó a desvanecer al ver como a él le cambiaba la expresión en el rostro. Parecía triste o abatido.— ¿Qué ocurre, Ivar?

—¿Entonces mañana no vendrás?

Astryr se sentó en la cama y, sin dejar de mirarle, sonrió con ternura. ¿Cómo podía decir Hvitserk que solo podía hacer daño? Si ella sentía todo lo contrario.

—No creo. Navegaremos lejos, necesitamos más variedad de pescado, pues por aquí solo hay bacalao y poco más.— Explicó, esperando que él lo entendiera. Sin embargo, Ivar agachó la cabeza y bajó la mirada hacia sus manos. Quizás para ella no era nada, pero a él le acaban de quitar lo más importante que tenía: su presencia.

Astryr posó una mano sobre las suyas y, aunque estaba fría, a él le ardió la piel.

—Pero volveré pronto.

—¿Lo prometes?— Inquirió alzando su mirada para encontrarse con la de ella, iluminada por su propia luz interna.

—Lo prometo.

Pasó mucho tiempo hasta que ella tuvo que irse. Ivar la retuvo hasta el último momento y aprovechó todo ese tiempo para contarle acerca de sus planes y de los conflictos con sus hermanos. Tras la trágica y traumática muerte de Ragnar, todos sus hijos habían decidido vengar su muerte, aunque diferían en la forma y en el momento adecuado de hacerlo. Astryr notó como su estado anímico cambió al hablar de ese tema, cómo la rabia le empezó a dominar. Aunque nunca le había visto comportarse así, entendió que era a causa de la muerte dolorosa de su progenitor, y le tranquilizó como pudo.

—Debo irme ya, Ivar.— Dijo levantándose de la cama. Por muy a gusto que estuviera a su lado, debía volver a casa.

—No quiero que te vayas.— Sentenció, casi suplicó. Astryr fijó sus ojos en la mano de él, envuelta en su brazo con un firme agarre.

—Volveré antes de que me eches de menos.— Soltó una risa fugaz y suave, para después inclinarse hacia delante y dejar un húmedo beso en su mejilla.

—Te echaré de menos en el momento en que salgas por esa puerta.

El palacio del sufrimiento // Ivar The BonelessDonde viven las historias. Descúbrelo ahora