117 - Cadenas

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Las mazmorras quedaban bastante alejadas del centro de Kattegat, de tal manera que el aislamiento supusiera un tipo de tortura más hacia los presos. El interior era oscuro y muy húmedo, lo que me hizo cuestionar cómo es que los cautivos conseguían sobrevivir bajo tales circunstancias. En la entrada, dos guardias nos saludaron educadamente y permitieron nuestro ingreso en la pequeña prisión. Ivar me guío lentamente por el pasillo hasta que llegamos a la última celda. El resto estaban vacías.

—Está aquí.— Señaló la puerta. Me miró por unos instantes en busca de arrepentimiento o inseguridad, pero al no encontrar nada de eso procedió a abrir la puerta de madera y mostrar el interior de la celda.

Viggo se encontraba en el suelo, atado de pies y manos a las paredes mediante cadenas. Su rostro estaba tan cambiado que me costó reconocerle. No tenía heridas visibles pero el hambre lo había dejado famélico. La gran masa muscular que le caracterizaba le había abandonado, dejándole prácticamente en los huesos.

No sentí pena.

—Astryr...— Balbució en un hilo de voz, esforzándose por alzar la cabeza para mirarme. Ivar se quedó bajo el umbral de la puerta mientras que yo avancé unos pasos.— Pensaba que no volvería a verte.

—Eso deseabas, ¿no?— Apreté la mandíbula y le miré con el cuello estirado, intentando cubrir mi dolor con la prepotencia de una reina. Había confiado mucho en este hombre y eso me había conducido a sentirme totalmente engañada.— Tienes suerte de que Ivar te haya mantenido con vida hasta este momento. No te lo merecías.

—Lo siento...— Una fuerte tos le hizo convulsionar, provocando el estruendoso ruido de las cadenas. Por su forma de toser predecía que sus pulmones no se encontraban en buen estado, muy probablemente por la humedad y baja temperatura del ambiente.— No quería que esto terminara así.

—Lo sé. Tú querías matar a mi marido y quedarte con nuestro reino.— Lentamente me agaché hasta quedar a su altura y poder mirarle claramente a los ojos.— Es cierto que el poder corrompe a las personas, Viggo, lo puedo ver ahora.

—No me mates.— Suplicó con la voz áspera y grave.

—¿Qué te hizo pensar que tu vida valía más que la de mi marido? ¿Qué te hace pensar que tu vida vale algo en lo absoluto?

Una voz dentro me de mí me advertía de mi tono amenazante y despiadado, pero todo el dolor que me rodeaba actuaba como aislante. Quizás en otro momento de mi vida hubiera actuado de otra forma, pero los últimos meses me habían cambiado y no tenía la bondad como perdonarle la vida a alguien que casi me la destroza.

—Bueno, un silencio vale más que mil palabras, ¿no?— Suspiré, dándome por vencida.— Tu ejecución será mañana al amanecer.

Me levanté e hice el amago de salir de la celda, pero él me agarró del vestido junto a la súplica de que no me fuera. Ivar se tensó y dio un paso al frente, dispuesto a cortarle la mano que se aferraba a la tela de mi vestido. Yo mantuve la calma y me giré de nuevo.

—Astryr, sé lo que he hecho. Y lo siento. Solo quería lo mejor para ti, eres mi hermana pequeña.

Solté una risa burlona y le di un tirón al vestido para que lo soltara.

—Las mentiras no te han llevado a ningún lugar, ¿es que aún no has escarmentado?

—Estoy diciendo la verdad. Mi nombre real es Daven Ferguson y mi hermano mellizo era Hans Ferguson. Ambos trabajábamos en el negocio familiar de comercio naval junto a nuestro padre, Axe y Egil, hasta que un día participamos en una batalla en el sur de Noruega que acabó con la muerte de Hans. A mí me secuestró el rey Helson y me propuso trabajar para él y ayudarle a conquistar Kattegat.— Explicó apresuradamente, mientras mi rostro cada vez se iba desfigurando más por la confusión.— Astryr, jamás he querido hacerte daño. Es más, lo único que hice fue ponerte a salvo. Eres mi hermana.

—¿Quitarme mi reino y matar a mi familia no te parece suficiente daño?— Inquirí asombrada, aunque todavía seguía sin poder creerme todo esto.

Lo cierto es que siempre había encontrado un abrumador parecido entre Viggo y Egil, y ahora por fin tenía sentido. Además, conocía el nombre de mis hermanos mellizos, lo que solo podía significar dos cosas: o que se había documentado muy bien o que estaba diciendo la verdad y realmente era mi hermano mayor Daven, al que yo nunca llegué a conocer pues era prácticamente un bebé cuando vivía con nosotros.

—No te lo iba a quitar, el rey Helson pretendía tomarte como esposa. Y a tu hijo jamás le hubiera hecho daño.

Escuché un bufido a mis espaldas, clara manifestación de la rabia que ocupaba a Ivar.

—¿Y qué pasa con Ivar? A él sí le habrías matado.

—No, yo no. Había una mujer prácticamente rogando por el placer de matarle.

Fruncí el entrecejo y giré el cuello para mirar a Ivar, quién tenía el rostro totalmente enrrabietado. Probablemente si yo no estuviera presente las cosas serían mucho peores para Viggo o Daven, como demonios se llamara.

—¿Qué mujer?

—Su nombre era Erika.

Al reconocer a aquella mujer solté un suspiro y asentí, como si por alguna razón me esperara volver a escuchar aquel nombre. La pregunta era, ¿por qué estaba tan deseosa de matar a mi esposo, a ese que tanto admiraba?

—Quizás deberías preguntarle a tu rey qué hizo para enfadarla tanto, y después pregúntate a ti misma si es lo que mereces.

—Eres un puto m-...— Ivar avanzó rápidamente pero le frené con una mano en el pecho.

—¡Suficiente!— Ordené.— No deberías jugar con fuego. En la posición en la que estás es muy fácil caerte al abismo.

Ivar le fulminó con la mirada todo lo que pudo y más, dándome a entender que guardaba algo y que no quería bajo ningún concepto que me enterara. Demasiado tarde, la semilla de la curiosidad ya estaba ahí.

Orienté a Ivar hacia la salida y seguí sus pasos, ignorando las preguntas y aclamaciones de Viggo. En el último momento, respondí a algo.

—No, mañana no será tu ejecución. Pensaré qué hacer contigo.— Dije antes de cerrar la puerta y volver a aislarle.

Ivar me miró y supo que tenía problemas. Sabía perfectamente que yo no me quedaría tranquila hasta saber qué demonios había pasado con Erika, por qué le quería matar y, lo más importante: ¿dónde estaba ahora?

El palacio del sufrimiento // Ivar The BonelessDonde viven las historias. Descúbrelo ahora