Estaba asustada. Me tenían sentada sobre un trozo de madera dentro de una tienda de campaña improvisada, rodeada de hombres mal aseados que devoraban restos de carne quemados. A pocos metros se encontraba Bjorn junto a otro rey, al cual nunca había visto, pero él parecía no querer apartar la mirada sobre mí. El hombre me doblaba la edad, su cabeza afeitada brillaba por el sudor y su larga barba gris estaba trenzada con auténtica perfección. Por todo lo demás, era un hombre sucio, apestoso y extremadamente desagradable a la vista. Cuando se dio cuenta de que le devolvía la mirada decidió acercarse.
—Así que tú eres la mujer del hombre más sádico y perverso de la historia...— Cuando abrió la boca me llegó un olor hediondo que hizo que arrugara la nariz.— Dime, ¿también se comporta así con su mujer?
Aparté la mirada y continué con las piernas cruzadas, haciendo oídos sordos. No tenía ninguna obligación de hablar con ellos así que no lo haría, y menos si pretendía que respondiera preguntas tan privadas. El rey se sentó a mi lado y yo tuve que contener la respiración.
—¿Te hace daño? ¿Le gusta hacerte llorar?— Insistió con una sonrisa bobalicona. Respiré pesadamente y busqué alivio en las lejanas montañas que nos rodeaban.— ¿Merece la pena estar con alguien así por ser reina? Apuesto a que no. Pero, ¿sabes? Cualquier rey te puede otorgar ese poder, especialmente a un mujer tan bella como tú.
—No estoy interesada.— Respondí con sequedad, aunque las insistencias del hombre me empezaban a agobiar sobremanera.
Entonces sentí sus dedos gordos y sucios en mi rodilla, acariciándola sutilmente por encima del vestido. Quería darle un codazo y apartarlo de mí, pero en estos momentos mi vida valía tan poco que no quería correr ese riesgo. Sin embargo, al no recibir objeción por mi parte, continuó su movimiento por mi muslo hasta llegar a una zona que no estaba dispuesta a permitir.
—Quítame las manos de encima.— Le miré de forma amenazante. Había aprendido ese gesto de Ivar y lo perfeccionaba cada día, o al menos eso me aseguraba él cuando nos enfadábamos y usaba su propia expresión contra él.
—Sólo estoy jugando, no hace falta ponerse así.— Llevó la mano a mi pecho y lo apretó con fuerza, haciéndome soltar un quejido. Instantáneamente le empujé y vi cómo se caía de espaldas al suelo.
Casi no me había dado tiempo a disfrutar de su ridícula postura cuando dos hombres me estaban agarrando de los brazos para inmovilizarme. Bjorn acudió al momento.
—¿Qué diablos has hecho?— Preguntó mirando intermitentemente a mí y a su compañero de batallitas. Mientras, el rey se levantaba con la ayuda de sus soldados y se quitaba restos de tierra de la túnica.
—¡Mátala! Es una auténtica repelente. No me extraña que esté casada con ese sádico...
Bjorn observó al hombre encendido y luego me miró a mí. El corazón me latía tan rápido que podía escucharlo en mis oídos, pero ya no tenía miedo. Sabía que Bjorn no me mataría por algo así, o al menos eso quería creer. Ya solo el miedo a la venganza que perpetraría Ivar debería hacerle recular.
—Pórtate bien, es lo único que pido. La próxima vez puede que no esté para salvarte.— Dijo en voz baja después de dejar que sus hombres me liberaran. El rey siguió con su verborrea acerca de matarme, pero no me daba ningún miedo. Probablemente no tendría ni fuerza para alzar una espada contra mí.
—No ha sido mi culpa.— Me defendí.
—Lo sé.
Después del encuentro desagradable con aquel rey, el cual había descubierto que se llamaba Helson, me trasladaron a otra tienda de campaña. Estando allí reconocí a varios hombres: eran los mismos que desterramos al incendiar nuestros establos y alzarse contra Ivar. Habían vuelto para terminar el trabajo.
—¿Hum?— Uno de ellos me ofreció una pata de conejo. Negué con la cabeza con gratitud y él tardó dos segundos en devorarla.
—¿Por qué te preocupas por mí?— Pregunté después de un rato, pues tanto tiempo a solas me estaba haciendo echar de menos una conversación. El hombre, quien me había ofrecido alimento por segunda vez y se la había aceptado, se giró para mirarme.— Os desterré de Kattegat. Deberías odiarme.
—No tengo nada en contra de ti. Tú nos salvaste de la muerte. El único que debe pagar por lo que ha hecho es Ivar.
—¿Por qué yo no?
—Porque eres una mujer.— Rió con simpleza, como si fuera obvio.— Las mujeres tienen la cabeza vacía, no tienen culpa de las ideas que les metan en la cabeza sus maridos.
Me recosté sobre la silla y observé cómo se daba la vuelta para seguir comiendo. A veces no entendía las ideas que tenían los hombres acerca de las mujeres, porqué en contables ocasiones nos trataban como seres estúpidos y maleables. Mi padre había sido de los primeros en tratarme así y tenía la suerte de que el resto de los hombres de mi vida me respetaban. Siempre daba gracias a eso, a que Ivar me respetara y tuviera en cuenta mis pensamientos para tomar sus propias decisiones. Como sostenían nuestros votos, conseguíamos más estando juntos.
Las horas pasaron y al caer la noche tuve la certeza de que Bjorn y sus hombres no entrarían en Kattegat ese día. Tumbada sobre el césped frío de la noche me imaginaba la desesperación de Ivar, quien definitivamente no contaba con tantos cambios en su plan. Solo deseaba que pudiera soportar la incertidumbre y que no hiciera una locura, poniendo toda la estrategia patas arriba. Los dioses estaban atentos de mí y le susurrarían a Ivar la tranquilidad que necesitaba.
(...)
El frío y el suelo irregular no eran muy buenos factores a favor del sueño. Sin embargo, el estrés de la incertidumbre y de la agonía me mantenían despierta sin una pizca de arrepentimiento por no haber podido dormir en condiciones. Tuve la oportunidad de tomar algo como desayuno y esperé, con la vista en el cielo nublado, a que llegaran noticias.
—Esta tarde entramos.
Di un respingo y me giré para ver al gran Bjorn Piel de Hierro cruzado de brazos. Sus soldados no estaban cerca y eso en cierto modo me alivió, pues por fin tenía oportunidad de hablar con él a solas.
—Vale.
—Espero que Ivar no esté preparando nada de las suyas porque se va a arrepentir.— Dijo amenazante, aunque yo lo pasé por alto. No era momento de discutir.
—Teniendo en cuenta lo que estáis tardando y que me habéis retenido aquí...— Me crucé de brazos y aparté la mirada hacia la muchedumbre. Había estado calculando cuántos hombres había y eran suficientes como para doblar a los nuestros. Pero nosotros teníamos algo a favor: la mente inquieta y estratégica de Ivar. Eso es algo contra lo que Bjorn no podría luchar ni en sus mejores sueños.
—No te lo tomes personal. Simplemente me tenía que asegurar de que no teníais montado ninguna tontería.
—Teniendo en cuenta que me usaste de escudo humano... Sí, me lo voy a tomar personal.— Rebatí y enseguida escuché un sonido extraño salir de su garganta. ¿Bjorn se estaba riendo?
—Bueno, solo venía a avisarte. El rey Helson no te ha vuelto a molestar, ¿no?
—No, no le he vuelto a ver. Pero estar rodeada de hombres frustrados sexualmente no me hace sentir muy segura.— Esta vez tuve la certeza visual de que se había reído.
—¿Sabes? No sé qué te habrá dicho mi hermano. Estoy seguro de que te considera una diosa, alguien de otro mundo... Pero la verdad es que eres una mujer como cualquier otra, así que no te creas que eres tan irresistible como él dice que eres.
Alce las cejas sorprendida por su afirmación, aunque no me esperaba menos de él. No me consideraba una mujer irresistible, pero era consciente de cómo me miraban muchos de sus guerreros. Miradas que decían lo contrario.
—Gracias por tu opinión.— Me burlé con diversión y él rodó los ojos. Casi podía asegurar que se estaba divirtiendo. Estaba a punto de irse cuando volví a captar su atención.— Necesito peguntarte una cosa.
—Vaya, pensé que no volverías a preguntarme por Ubbe.
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El palacio del sufrimiento // Ivar The Boneless
FanfikceY te quiero a rabiar Pero sabes que hay un infierno dentro de mi cabeza No te dejes llevar Lucharé contra las fieras No te dejes llevar Tengo el corazón a medias ¿No te dije que me llenas? [Créditos: Hoy es el día - Lionware] Finalista Premios Watty...