79 - Exilio

2.4K 165 26
                                    

El mundo se redujo al hombre que tenía delante. Su aspecto era andrajoso y desmejorado, con la vestimenta sucia y varios cortes superficiales en el rostro. Mirándole desde tan cerca me di cuenta que sus pobladas cejas habían empezado a teñirse del gris propio de la vejez. ¿En qué momento había envejecido tanto como para tener dificultades para distinguirlo entre los otros? Sus manos callosas y agrietadas estaban atadas con esposas, pero al echarlas un vistazo pude notar que temblaban. ¿Era la muerte la que le hacía temblar? ¿O acaso era la visión de su hija convertida en reina, con total poder para salvar o condenar su existencia?

—Padre...— Drapeé el entrecejo, anonadada por el hecho de que mi propio padre formara parte de ese escuadrón. Mis dedos acariciaron débilmente sus mejillas, contrastando una piel suave y pálida con otra arrugada y tostada por el sol.— ¿Por qué has hecho esto?

Sus ojos evitaban mi contacto, esquivos. Era una humillación para él, y yo misma me sentía extraña en toda esta situación. Pero había conseguido evadirme del entorno para mirarle fijamente y pedirle una explicación. ¿Por qué había intentado destruir a mi familia?

—Éste no es nuestro rey.— Su voz apagada fue ganando intensidad.— Bjorn es el heredero legítimo del trono y este es solo un usurpador. Un tullido no puede gobernar un reino ni un trozo de tierra.

Sentí una profunda lástima por él y por su ignorancia. Mi padre tenía la costumbre de prejuzgar a la gente y esta vez, esa tendencia le había llevado muy lejos.

—Ivar tiene sus habilidades e incompetencias, como todo el mundo. Ser un tullido no le priva de nada, ni siquiera de levantarse y caminar. Ojalá pudieras ver más allá de eso, padre, te haría ver el mundo de otra forma.

Miré de soslayo a Ivar para comprobar cómo le habían sentado esas palabras. Sabía que le dolía cada menosprecio y cuando ponían en duda sus capacidades, pero también sabía que yo iba a estar ahí y le defendería siempre.

—Propongo un cambio de condena.— Elevé la voz y miré a Ivar, quien tamborileaba sus dedos contra el apoyabrazos del trono. Estaba molesto, pero también dispuesto a considerar mi oferta. No podía permitir que mataran a mi padre, un pobre ignorante que lo único que había hecho era acatar órdenes de los líderes. Pero tampoco podía dar una condena diferenciada solo por nuestro parentesco. Debía ser lo más justa posible.— Propongo que la condena sea el exilio.

Exclamaciones y gritos contrarios inundaron la sala. Sabía que nadie estaría de acuerdo, pero solo necesitaba el apoyo de Ivar. Miré a mi padre una última vez, en quién brilló un efímero rayo de esperanza, para luego retornar la mirada hacia mi esposo. Ivar suspiró y sus fosas nasales aletearon con nerviosismo. Al mirarme supo lo mucho que significaba para mí liberar a mi padre, al menos de la muerte. Además, el asesinato de Axe fue tan demarcativo en nuestras vidas que dudaba su capacidad para volver a tener la sangre de un familiar mío en sus manos. No es que le fuese a culpar si lo hacía, pero le rogaba con la mirada que no lo hiciera.

—Estáis condenados al exilio. Esta misma tarde seréis marcados y no podréis volver a pisar Kattegat ni ningún otro lugar bajo mi poder.

Con una sonrisa de alivio me volví hacia mi padre, quién había derramado un par de lágrimas. Mientras la gente chillaba en malestar y oposición, mi padre y yo nos mirábamos con los ojos vidriosos.

—Vuelve a casa. Mamá aún te quiere, aún te espera. No la abandones como me abandonaste a mí.— Supliqué antes de que los guardias lo sacaran a empujones.

Me aguanté el llanto hasta que todos los presentes abandonaron el salón. Me sentía traicionada y lejos de la persona que solía ser cuando llegué por primera vez a esta ciudad. La actuación de mi padre me recordó lo diferentes que éramos y el hecho de que nunca había sabido nada acerca de él: ni sus inclinaciones políticas, ni las cosas que le gustaba hacer en el tiempo libre, ni sus historias de amor... No sabía quién era mi padre y no quería eso para mi hijo.

El palacio del sufrimiento // Ivar The BonelessDonde viven las historias. Descúbrelo ahora