39 - Grandes ideas

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Los largos días de navegación habían sido tediosos y aburridos. Estábamos treinta personas recluidas en un barco y sólo nos teníamos los unos a los otros como compañía, lo que dio lugar a largas charlas nocturnas y a familiarización con el resto de la tropa. A Ivar y Ubbe les veía de vez en cuando, a lo lejos, pero normalmente los barcos iban bastante separados unos de otros. Les echaba de menos.

En nuestro barco había buen ambiente, aunque las reservas de cerveza empezaban a escasear. Cuando Hvitserk no estaba comandando el barco, pasaba mucho tiempo con mi hermano y me hacía feliz ver lo bien que se llevaban. Ambos eran chicos sencillos y transparentes, bastante más parecidos de lo que cualquiera pudiera imaginar.

Por mi parte, empecé a conocer a fondo a Margreth, la tímida pero preciosa esclava que le había robado el corazón a Hvitserk. El hecho de que yo no tratara con ella según su clase social había acelerado nuestra conexión y pasábamos horas hablando juntas. Gracias a los tres, el viaje a Inglaterra no se me hizo tan cuesta arriba.

(...)

Llevábamos pocas horas asentados en un pequeño bosque, ya en territorio enemigo. Los soldados habían estado construyendo tiendas de campaña y, a fin de cuentas, un refugio en el que poder defendernos y asentarnos. Aún no había tenido oportunidad de ver a Ivar, ya que los hermanos se tenían que reunir con urgencia y preparar el ataque. Por muy bien que lo hubieran planeado desde Kattegat, había que tener en cuenta las condiciones ambientales del lugar donde habíamos dejado los barcos.

Margreth y yo decidimos dar un paseo por los alrededores, suficientemente cerca del asentamiento como para no perderlo de vista. Habíamos hablado de todo, pero especialmente de mi interés por la medicina.

—Yo no sé tanto como tú, pero durante mis años de esclavitud he aprendido varias cosas. Me parece fascinante el poder que tienes cuando salvas a alguien de la muerte.

—¿Sabes qué sería buena idea?— Mis ojos se abrieron como platos.— Podríamos hacer un pequeño puesto, aquí en el asentamiento, de primeros auxilios y recuperación. Así, muchos guerreros tendrían la posibilidad de sobrevivir y evitar una muerte innecesaria por infecciones.

Estaba demasiado ilusionada como para analizar objetivamente la expresión de Margreth. Ella parecía mostrarse más reticente ante mi idea, pero podía notar que también la conmovía.

—¿Crees que a ellos les parecerá bien? ¿Al rey Bjorn?

—Sólo hay que proponérselo.—Me encogí de hombros y la miré con complicidad.

Minutos después nos encontrábamos las dos frente a la tienda donde los hermanos charlaban fogosamente. A parte de ellos, había otros hombres de alto rango entre los guerreros.

Miré a Ivar con una sonrisa. Hacía muchísimo tiempo que no nos veíamos y no podía esperar a estar entre sus brazos. Él esbozó una tenue sonrisa y apartó la mirada.

—¿Va todo bien?— Inquirió Ubbe al notar nuestra presencia. Margreth se había quedado atrás, mostrándome respeto. Pero yo no quería eso, esta idea había sido prácticamente de las dos, así que la cogí del brazo y la puse a mi lado.

—Queríamos proponeros algo.— Dije con emoción contenida. Ubbe alzó las cejas y guardó silencio junto con los demás, dispuestos a escuchar nuestra propuesta.— Hemos pensado que podríamos habilitar una tienda dedicada al cuidado y tratamiento de los heridos. De esta manera, podríamos cuidar de nuestros soldados heridos y evitaríamos muertes innecesarias.

—¿Quién se encargaría de eso?— Inquirió Bjorn con los brazos cruzados, reticente. Tenía que esforzarme en convencerle si quería que esto saliera adelante.

—Yo estaría a cargo, Margreth también tiene conocimientos sobre curas y tratamientos. En caso de necesitar más ayuda podríamos enseñar a otras personas dispuestas a colaborar.

—No lo veo claro. Estarías quitándome guerreros en el frente para dejarlos en la retaguardia.

—Déjala que hable.— Intervino Ivar, y yo sonreía agradecida.— ¿De dónde sacarías las medicinas?

—Me he tomado la libertad de traer muchos de los condimentos necesarios y el resto de ingredientes se podrían sacar de cualquier lado, son muy comunes. Además de eso solo necesitaríamos camas, mantas y vendas. En cuanto a los guerreros, rey Bjorn, no le quitaría hombres en el frente, los que ayudaran serían voluntarios que se queden defendiendo el asentamiento.

Los hombres guardaron silencio, valorando la propuesta que les acabábamos de dejar sobre la mesa. Me sudaban las manos por la excitación, porque era el plan más arriesgado y emprendedor que había hecho jamás y deseaba con todas mis fuerzas que se hiciera realidad.

[Narrador Externo]

La idea de Astryr era pionera y única, sin posible conocimiento previo de si iba a ser un fracaso o el mayor de los éxitos. Sin embargo, ¿qué había que perder? Bjorn valoraba la idea favorablemente, asegurándose más hombres vivos entre sus filas. Ubbe estaba de acuerdo solo porque esa increíble propuesta alejaría a Astryr del frente y la mantendría protegida en el asentamiento. No había nada más que decidir por su parte, eso era todo lo que le preocupaba.

—Me parece buena idea, hagámoslo.— Propuso Ubbe llevándose la mano a la boca y apoyando el codo en la mesa. Astryr sonrió agradecida por su apoyo.

—Por mi también.— Añadió Hvitserk, quien no apartaba los ojos de la esclava que miraba al suelo, como si eso no fuera con ella.

—¿Ivar?— Preguntó el hermano mayor antes de dar su veredicto.

Ivar jamás podría decir que no a aquello. Para él era lo de menos si la gente vivía o moría, con tal de ganar la guerra y vengar a su padre. Pero podía ver la emoción en sus ojos, la forma en la que brillaban cuando hablaba de toda esa locura, cómo se expresaba con total confianza en sí misma y en sus planes. No le podía decir que no a eso, no se lo iba a quitar. Sólo quería hacerla feliz y esa era la forma más estúpidamente fácil de hacerlo.

—Creo que es una fantástica idea.— Sonrió taimadamente y Astryr asintió ilusionada.

—Perfecto

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—Perfecto. Entonces ponte con ello cuanto antes, no tienes mucho tiempo para prepararlo.— Sentenció Bjorn. Astryr tuvo que reprimir el dar un salto de energía, pero se intuyeron sus ganas.

—Gracias. No os arrepentiréis.

El palacio del sufrimiento // Ivar The BonelessDonde viven las historias. Descúbrelo ahora