[Narrador Externo]
La ciudad había sufrido más ataques en los últimos años que en toda su historia, y parecía increíble que aún se sostuviera en pie, pues la amenaza de las cenizas era en ocasiones demasiado flagrante. Pero los ciudadanos que la habitaban eran una masa en movimiento que luchaba hasta el final, que protegían sus hogares hasta el límite de sus fuerzas, cunas de los mejores guerreros del momento. No, Kattegat no iba a caer tan fácilmente y menos si él estaba ahí para evitarlo.
—Papá, ¿qué pasa?
Einar no tenía miedo, sino curiosidad. En cuestión de minutos le habían encerrado con su tía Margreth y su prima Dahlia en la habitación de sus padres, una de las estancias más seguras del Gran Salón. Hasta entonces no se había percatado de ninguna anormalidad, pero leía la preocupación en los ojos de su padre con tanta facilidad que se podía imaginar un ápice de lo que estaba ocurriendo.
—Nos están atacando, te tienes que quedar aquí con tu tía, ¿vale? No salgáis hasta que yo vuelva a buscaros.— Comandó, mirando tanto al niño como a la mujer temerosa que acurrucaba contra su pecho a la niña que lloraba.
—¡Quiero ir contigo! Puedo ayudar, sé usar el hacha.— El pequeño siguió los pasos de su padre, quien ya se encaminaba hacia la puerta. Ivar se giró y le dio una mirada severa y punzante, suficiente para que el niño se pensara las cosas dos veces.
—No, tú te quedas aquí. No es seguro ahí fuera.— Se dio cuenta del tono excesivamente rudo que había utilizado cuando Einar bajó la cabeza, como si pidiera perdón por tan siquiera haberlo propuesto. Ivar soltó un suspiró y se agachó todo lo que pudo.— Hijo... Eres valiente, pero eres un niño, todavía te queda mucho que aprender antes de salir a combatir.
Los ojos azules de Einar se encontraron con los de Ivar, vislumbrando que la mitad de la preocupación de sus cristales era por él. Ivar no se permitiría perder muchas cosas, pero su hijo encabezaba la lista.
—Ten, tómala.— Le dio una de sus hachas y el niño la agarró con sus dos manos, tanteando su peso. Margreth se había quedado anonadada mientras hacía lo posible por callar el llanto de la pequeña Dahlia.— Úsala como última opción, solo si alguien entra y os intenta hacer daño. Pero no salgas de esta habitación, ¿me entiendes?
—Sí.— Asintió con la cabeza. Ivar le dejó un beso en ésta y desapareció del lugar, asegurándose de cerrar bien la puerta.
Tenía muchas cosas que hacer pero todo empezaba con buscar al bastardo de Viggo y partirle el cuerpo en dos. Estaba completamente seguro de que el ataque estaba relacionado con él, aunque no entendía cómo había burlado a sus soldados para lograr hacer todo lo que había conseguido.
—No es de tus mejores decisiones.— Escuchó antes de salir del Gran Salón. Al girarse se encontró con Erika, vestida como si estuviese preparara para una maldita guerra. Llevaba un hacha en la cadera, varias dagas y una espada en la mano. Demasiado preparada.— Meter a tu hijo, a tu sobrina y a tu cuñada en una habitación sin ningún soldado que les proteja. Creo que estamos de acuerdo en que no es de tus mejores decisiones.
Ivar frunció el entrecejo y se dio la vuelta lentamente, sentía como si en cualquier momento le fuesen a saltar cientos de lobos a la espalda. Pero no había nadie más que ella, Erika era el único animal que se le lanzaría encima y esta vez tenía otros planes menos amables en mente.
—Estás con ellos...— Se dio cuenta mientras decía la frase en voz alta. Demasiado tarde, ¿cómo había tardado tanto en darse cuenta?
—Algo así.— Admitió, acariciando con suavidad la punta de su espada.— La diferencia es que a mí no me interesa acabar con el reino, sino con el rey.
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El palacio del sufrimiento // Ivar The Boneless
FanfictionY te quiero a rabiar Pero sabes que hay un infierno dentro de mi cabeza No te dejes llevar Lucharé contra las fieras No te dejes llevar Tengo el corazón a medias ¿No te dije que me llenas? [Créditos: Hoy es el día - Lionware] Finalista Premios Watty...