Me gustaba ir al campo de entrenamiento con Ubbe por muchas razones. Una de ellas era porque me divertía muchísimo y porque me encantaba pasar tiempo con él. Y por otro lado, era un descanso necesario del trabajo, el cual cada vez se me hacía más aburrido y rutinario.
—¡Venga! No te estás esforzando.— Le grité, pegando un pequeño salto de emoción y empuñando la espada con ambas manos.
—No te quiero hacer daño.— Dijo en un aliento de voz cuando esquivó mi espada.
—Demuéstrame que puedes hacerlo.— Tonteé, alzando la comisura de mis labios.
Ubbe di un paso hacia delante y empuñó su espada con fortaleza, azotándola contra mí en varias ocasiones hasta que tiró la mía al suelo y me apuntó con la punta en la garganta.
—Muerta.
—Si fueras un buen profesor, esto no habría pasado.— Me quejé, una vez apartó el filo de mi piel.
De pronto, vi a Hvitserk correr hacia mí. Recogí la espada del suelo y me protegí con un escudo de los ataques que me perpetraba. Tras unos minutos de duelo, me rendí agotada.
—Eres una buena escudera.— Dijo finalmente, bajando su arma.— Solo necesitas practicar más.
—¿Por qué siempre nos bendices con tu presencia, hermano?— Soltó Ubbe algo molesto. Yo reí entre dientes.
—Porque no me gusta que me echen de menos.— Sonrió con inocencia y volvió a empuñar el arma, esta vez contra Ubbe. Él por supuesto le respondió y comenzaron una pelea atroz aunque controlada.
De repente, noté una mano alrededor de mi brazo y me giré asustada. Ivar miraba a sus hermanos pelear pero no me soltaba.
—Puede que tengas razón, soy un cobarde. Pero al menos no me paso el día dándole esperanzas.— Murmuró, clavando la mirada en su hermano mayor.
¿De qué diablos hablaba? Y lo peor, ¿por qué lo hacía? No quería tener nada más que ver con él.
—No sé a qué te refieres.—Gruñí, soltándome de su agarre de un tirón.
—Sabes perfectamente lo que siente por ti.— Soltó una risa juguetona y se dio la vuelta, alejándose apoyado en su muleta.
Decía la verdad, no tenía ni idea de a qué se refería. ¿Le estaba dando esperanzas a Ubbe? ¿Esperanzas de qué? Diablos, Ivar me volvía loca.
Con más curiosidad que enfado fui tras él, en busca de una explicación que, por alguna razón, necesitaba demasiado.
—Ivar, espera.
—No me sigas.— Dijo sin dignarse a darme la cara.
—¿O qué?— Pregunté enfurecida. Ya estaba cansada de su prepotencia.
Entonces se giró y enarboló una sonrisa ridículamente preciosa.
—O acabarás en mis brazos.
Esperaba algo más humillante que eso, algo que doliera. En cambio, me dejó un regusto agridulce. Por supuesto que lo había dicho para reírse de mí, pero el tan solo imaginar que pudiera haber sido real me hacía estremecer. ¿Por qué aún sentía tanto por él, si no me había demostrado ningún respeto?
Me di la vuelta para mirar a Ubbe pelear con Hvitserk y miles de preguntas se agolparon en mi cabeza. Él era mi mejor amigo, mi compañero, mi entrenador. Era lo mejor que tenía en Kattegat. Pero entre nosotros dos no había nada más que eso. De ninguna manera Ubbe se fijaría en mí de esa forma, jamás me lo había planteado siquiera. Era el hijo mayor de Ragnar y Aslug, sus aspiraciones de compromiso eran mucho mayores.
De vuelta a casa, las dudas se seguían apoderando de mí y no era capaz de prestar atención a nada más que a mis pensamientos.
—Estás muy callada, ¿todo bien?— Dijo Ubbe mirándome con consternación. Nos paramos enfrente de la puerta de mi choza, resguardándonos bajo el tejado de una lluvia incipiente.
—Sí, todo bien.— Le mostré mi mejor sonrisa, en un intento desesperado por ocultar mis pensamientos. Como si él los pudiera estar leyendo, me puse ligeramente nerviosa e incómoda.— Gracias por acompañarme. ¿Nos vemos mañana?
—Voy a estar unos días fuera, queda poco para que termine el invierno y estamos ultimando los detalles de la batalla.— Dijo apoyándose en la columna, demostrándome con su gesto que no pensaba irse y que estaba justo donde quería estar.
Sentí un atisbo de tristeza al darme cuenta que no le vería en los próximos días. Le necesitaba en mi día a día, era lo más cercano que tenía.
—No quiero que te vayas.— Me sinceré, mirándole con unos ojos transparentes y sinceros.
—Debo hacerlo. La batalla es importante, hay que asegurarse de que tenemos suficientes hombres, que los barcos están en buen estado, recoger los encargos de las herrerías... Pero tampoco me gusta la idea de dejarte aquí sola.
—Al menos estará Hvitserk, ¿no?— Espeté con gracia. Él asintió.
—Y Ivar.—Añadió, con la voz cargada de reticencia. A mí me recorrió el cuerpo un escalofrío y se me oprimió el pecho. Había asumido que él también se iría.— No tienes por qué verle, lo sabes, ¿no?
—Sí, claro.— Asentí rotundamente con los labios fruncidos, intentando calmar la ligera preocupación que notaba en sus ojos.
La despedida se estaba alargando más de la cuenta y la lluvia cada vez era más intensa. Hacía frío, se me helaban los huesos, pero no quería decirle adiós. Entonces, él alargó su mano y acarició con su pulgar mi mejilla.
—Estás llena de barro.— Añadió en un tono casi inaudible.
—Tú también.—Reí ligeramente y limpié con mis manos su frente, en la que se mezclaba el barro, la lluvia y el sudor.
Ubbe me miraba de una forma indescriptible, quizás como siempre lo había hecho, pero ahora las palabras de Ivar me hacían confundir las cosas. ¿Podría ser que sintiera algo real por mí? ¿Podría ser que me quisiera besar en este momento? Y la pregunta más intrigante de todas, ¿estaba yo dispuesta?
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El palacio del sufrimiento // Ivar The Boneless
Fiksi PenggemarY te quiero a rabiar Pero sabes que hay un infierno dentro de mi cabeza No te dejes llevar Lucharé contra las fieras No te dejes llevar Tengo el corazón a medias ¿No te dije que me llenas? [Créditos: Hoy es el día - Lionware] Finalista Premios Watty...