29 - Gracias a él

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Egil y yo habíamos pasado toda la mañana en el puesto del mercado, lo que nos otorgó mucho tiempo para hablar sobre los nuevos acontecimientos que se cernían sobre nuestras vidas. Egil estaba contento de poder ir a Inglaterra, siempre que podía aprovechaba para ir al campo de entrenamiento y le hacía ilusión poner a prueba sus dotes "vikingas" como él las llamaba. Hablaba de forma inocente con respecto a la guerra, como si su vida no fuera a estar realmente en peligro. Supongo que ahora entendía un poco más la preocupación que Ubbe tenía conmigo.

Por mi parte, le conté los planes que tenía y la ilusión que me hacía ir a Inglaterra. Mi objetivo no era tanto estar en un campo de batalla rodeada de sajones con lanzas afiladas, sino el de servir como curandera a los guerreros y aprender de la medicina inglesa.

—Padre no te va a dejar ir, lo sabes.

—Conseguiré que me deje, no me voy a rendir tan fácilmente.

Él sonrió viendo lo cabezota que era y negó con la cabeza.

—Ve con quien tengas que hablar, ya me quedo yo aquí.

—¿De verdad?— Fruncí el ceño.

—¡Sí, vamos!

Le agradecí a besos su comportamiento samaritano y salí corriendo del puesto en dirección al Gran Salón, donde esperaba encontrar a Hvitserk. En efecto, él se encontraba allí junto con todos sus hermanos. Ellos me miraron y yo no pude evitar sonrojarme, especialmente porque Bjorn me causaba mucho respeto. Y Ivar... La verdad es que prefería no mirarle.

—Hvitserk, ¿puedo hablar contigo un momento? Si estás ocupado puedo venir más tarde...

El aludido asintió precozmente, dejando a sus hermanos con el ceño fruncido, especialmente Ubbe. ¿Tan raro era que viniera en busca de Hvitserk?

—Estamos ocupados.— Sentenció Bjorn, haciendo que su hermano volviera a sentarse.— ¿Qué necesitas?

Mierda. Ese hombre era tan imponente. Me sentía estúpida por haber interrumpido su conversación, la cual seguramente sería mucho más importante que mis problemas. Pero de todos modos ahí estaba yo, frente a cuatro hombres poderosos que podrían conseguir lo que fuera con solo chasquear los dedos. Debía aprovechar este momento.

—Mi padre no me deja acompañaros a Inglaterra.— Inevitablemente miré a Ivar, y por su expresión pude adivinar que era la primera noticia que tenía acerca de mis intenciones de acompañarlos.—Esperaba que Hvitserk pudiera hablar con él y hacerle recapacitar. Es lo que más deseo y sería de gran ayuda allí. Por favor.

El silencio reinó por unos segundos y yo empecé a sudar

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El silencio reinó por unos segundos y yo empecé a sudar. Esta situación estaba siendo de lo más incómoda pero estaba dispuesta a pasar por ella si con eso conseguía mi propósito.

—Hablaré con él, Assa. No hay problema. Tú te vienes con nosotros.— Habló Hvitserk guiñándome un ojo. Yo sonreí con amabilidad.

—Hay algo más.— Añadí.— Mis dos hermanos han sido reclutados también, por lo que mi padre se quedaría solo con el comercio. ¿Habría alguna manera de arreglar eso?

Miré directamente a Bjorn, puesto que había sido el encargado de reclutar a más de media población. Él parecía estar pensando la respuesta, con un aire de hastío que me preocupaba sobremanera.

—Está bien, uno de tus hermanos puede quedarse. Me da igual quién. ¿Ahora te podrías retirar? Tenemos asuntos importantes que discutir.

—Claro, muchas gracias.

Miré una última vez a todos los presentes antes de salir casi corriendo de ese ambiente tan tenso. Ni Ubbe ni Ivar se habían pronunciado durante la conversación, pero creo que lo agradecía. Sabía que Ubbe seguía estando en contra, así que no me hubiera ayudado con su intervención. Por otra parte, no tenía ni idea de qué pensaba Ivar de esto, pero prefería que no hubiera hablado. De haberlo hecho me pasaría horas analizando sus dichosas palabras.

(...)

Esa misma tarde Hvitserk se presentó en nuestra choza y habló con mi padre. Sorprendentemente le trató con un respeto impecable y obedeció todas sus órdenes. Era extraño ver a mi padre subordinado a otra persona, pero en cierto aspecto disfrutaba con ello. Además, Hvitserk le hizo llegar la decisión de Bjorn: uno de sus hijos varones podría permanecer en Kattegat.

Mi padre aceptó todo sin rechistar, así que la conversación no duró más que un par de minutos.

—Gracias, Hvit. Te debo una.— Le dije al salir de la choza. Tenía una sonrisa que no me cabía en la cara.

—No ha sido nada. Siempre es un placer dialogar con tu padre.— Reímos por su ironía, ya que el aludido casi no había dicho una palabra. Prácticamente había asentido y aceptado todo lo que le habían dicho.

—Sólo es así contigo, créeme.— Reímos.

—Me tengo que ir. Mañana te recojo al amanecer para ir a entrenar, si vas a venir con nosotros tienes que ser la mejor guerrera de toda Escandinavia.

—Me parece perfecto.— Sonreí con diversión.

—Y que no se te olvide, en una semana es el Disablót.

—Lo sé. Nos vemos mañana, Hvitserk.— Ondee la mano para despedirle y volví a entrar en casa.

Tenía muchas ganas de que llegara el Disablót. En mi pueblo lo celebramos a pequeña escala, pero en Kattegat sería sorprendente. Se celebraba todos los años al comenzar la primavera, y se sacrificaban animales comunes para pedirle a los dioses buena suerte en las redadas de primavera y verano. Este año sería especial para mí, así que no podía esperar a que llegase el día.

El palacio del sufrimiento // Ivar The BonelessDonde viven las historias. Descúbrelo ahora