92 - Fuera y dentro

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El momento había llegado. Todos los guerreros estaban en posición de ataque y la población más vulnerable había sido hacinada en el Gran Salón y en los barracones de la periferia, protegidos por decenas de guardias. No sabíamos con exactitud cuándo comenzaría el ataque, pues dependía del momento en que Bjorn entrara con su ejercito en la ciudad. Pero dependía, más que nada, de que esa entrada pacífica se realizara con éxito. El inicio de la contienda estaba en mis manos, pues era yo la encargada de convencer a Bjorn acerca de la rendición del pueblo de Kattegat.

Ivar, Hvitserk y yo cabalgamos escoltados por varios guardias hasta las puertas de la muralla. Me bajé del caballo con cuidado de que el vuelo de mi vestido no dejara ver más de lo adecuado y enfrenté a Ivar. Notaba desde lejos la excitación en su mirada y las ansias por que comenzara el combate. Tenía ganas de matar.

—En cuanto se abran las puertas los guardias de Bjorn se pondrán en alerta y te apuntarán con flechas. Cuando vean que estás sola te harán esperar hasta que Bjorn se acerque y hable contigo. Es entonces cuando debes convencerle de nuestra rendición, ¿recuerdas lo que hemos hablado?— Asentí vehementemente.— Bien. Nuestros arqueros te protegerán desde la muralla y si escuchamos un solo grito tuyo abriremos las puertas y atacaremos. Voy a estar atento de ti todo el tiempo, no tengas miedo.

—No lo tengo.— Mentí sutilmente con los labios fruncidos y él asintió con una expresión de seguridad en el rostro.

—Bien. Abrirán las puertas cuando yo esté en posición, Hvitserk se quedará contigo mientras tanto.— Me recordó y yo asentí mirando de soslayo a su hermano mayor, quien daba pequeños saltitos como preparación a un posible ataque inminente.

—Lo sé, vete.— Sonreí con nerviosismo y con ganas de que todo esto empezara ya. Tanta expectación aumentaba mi ansiedad. Me giré hacia la puerta y sequé mis palmas sudadas contra la tela del vestido.

—Assa...—Me agarró de las mejillas y juntó su frente con la mía.— Estaré contigo desde arriba, si ves que algo mal sabes lo que tienes que hacer.

—Lo sé.— Asentí y me pase la lengua por los labios antes de darle un raudo beso.— Te quiero.

Ivar asintió con una sonrisa triunfal y se alejó junto con los centinelas hacia las escaleras que llevaban a las torres de vigilancia. A mi derecha Hvitserk se encontraba tan concentrado como animado. Me daba mucha seguridad tenerle cerca, pues sabía que si algo iba mal sería el primero en actuar. Durante estos años había escuchado cientos de veces elogios hacia Ubbe, Bjorn e incluso Ivar como guerreros, pero Hvitserk pasaba desapercibido entre sus hermanos. En contraposición, yo lo veía como el más veloz de sus hermanos y con unos reflejos espectaculares. Desde luego que me sentía protegida a su lado.

—¿Estás lista?— Preguntó él cuando recibió la orden de que comenzara la partida. Yo salí de mi ensimismamiento y asentí con la cabeza bien alta. Era una reina y debía actuar como tal, pero también era una persona con miedo.

—Vamos.

Hvitserk abrió las puertas de la muralla con la ayuda de dos guardias y yo quedé expuesta ante un ejercito de arqueros que, como predijo Ivar, me apuntaban amenazantes. Levanté las manos en señal de paz y fui saliendo de la ciudad hasta que las puertas se cerraron detrás de mí. La amplitud de la barrera defensiva era incalculable, pues muchos soldados se encontraban escondidos tras la maleza.

—Quiero hablar con Bjorn.— Dije a voz en grito, bajando las manos lentamente. Los enemigos mantuvieron las posiciones durante unos largos segundos hasta que su superior les ordenó descansar. Seguidamente, la figura alta y atlética de Bjorn apareció delante de mí.

—Habla.

Con las piernas separadas y las manos cruzadas frente a los genitales me dio a entender que había adoptado una actitud ligeramente defensiva, aunque carecía de signos de nerviosismo explícito. Lo cierto es que no me extrañaba, la presencia de una reina infundada en un largo vestido de primavera no era muy amenazante.

—Queremos llegar a un acuerdo, la situación dentro de la ciudad es crítica y no podemos soportar más días de asedio.— Hablé con falsa seguridad, mientras que él sopesaba mis palabras con el rostro impertérrito.

—¿Qué quieres decir?

—Quiero decir que nos rendimos.— Dije con seriedad pero él soltó una carcajada que me puso los pelos de punta. Después se pasó la lengua por los labios y apoyó la mano sobre el hacha que llevaba colgada en la cintura.

—Buen intento, Astryr. Pero conozco a mi hermano y sé que preferiría pudrirse agarrado a su trono antes que ceder antes mis fuerzas.— Dijo escéptico y yo tragué saliva.

—Puede que tengas razón. Pero resistir un asedio no depende solamente del rey, sino de la capacidad táctica y humana del ejército. Las reservas de alimento están bajo mínimos y cada día mueren decenas de personas por inanición. Lo único que intento ahora mismo es evitar más muertes innecesarias.

—Te creo, Astryr.— Admitió Bjorn levantando las manos para luego empezar a caminar alrededor mía formando un círculo.— Pero no creo, ni por un momento, que mi hermano esté dispuesto a perder su trono. ¿Estarías dispuesta tú a dejar de ser reina de Kattegat?

—No eres reina de nadie si están todos muertos.

Bjorn terminó de dar vueltas a mi alrededor y volvió a clavar sus alfileres azules en mis pupilas. Me sentía pequeña a su lado, pero la responsabilidad de la actuación me hacía sentir más poderosa que nunca. Quería demostrar que esto podía salir bien, especialmente porque no quería defraudar a nadie.

—Está bien. A ninguno nos conviene alargar el asedio más de lo estrictamente necesario.— Aceptó por fin y yo me sentí aliviada, aunque traté de ocultar la sonrisa que amenazaba con salir en mis labios.

—Muy bien. Iré a comunicarlo dentro.— Estaba a punto de darme la vuelta cuando Bjorn hizo que me detuviera.

—No, no irás. Entraremos juntos cuando llegue el momento, mientras tanto te quedarás con nosotros.

Tragué saliva. Un sudor frío me recorría la espalda cuando dos de sus guardias me escoltaron e indicaron de una forma poco amable que me adentrara en el bosque. Este no era el plan, no debía pasar algo así.

Giré el rostro ligeramente para mirar nuestra muralla desde donde un centenar de arqueros habían tensado sus arcos. Ivar me miraba intensa y fijamente. Antes de que los arqueros soltaran las flechas Bjorn me agarró del brazo y me utilizó como escudo.

—Si tan solo uno de mis hombres muere, la siguiente será ella.— Gritó con fuerza contra mi oreja, aturdiéndome. Después me dio un empujón e hizo que siguiera caminando hasta que mi figura dejó de ser visible desde las fortificaciones de nuestra ciudad.

[Narrador Externo]

—Majestad, ¿qué hacemos?

Ivar respiraba pesadamente, con los nudillos blancos y los dedos enredados en el mango del hacha. Su visión era un túnel que solo se centraba en ella, en su precioso vestido de seda y en su expresión de aplomo entremezclado con inseguridad. Odiaba a Bjorn. Sabía cómo le iba a matar en el momento en que visualizó como la agarraba agresivamente del brazo, protegiendo su propio cuerpo con el de ella.

—No disparéis.—Ordenó con rabia contenida.

Inconscientemente sus dedos viajaron hasta la cuchilla del hacha y ejerció la suficiente presión como para cortar la superficie de sus yemas. El único dolor que sentía era verla desaparecer entre la maleza y sentir como su promesa caía en saco roto. Prometió mantenerla a salvo y vigilada, y ahora no podía hacer ninguna de las dos cosas.

Su instinto más salvaje e irracional le pedía abrir las puertas y sacar a todo el ejército para acabar con su hermano y rescatar a Astryr de allí. Pero la parte racional y lúcida de su mente le obligaba a quedarse quieto y esperar. Se aferraba a las últimas expresiones que había podido analizar, las cuales denotaban cierta tranquilidad, así como un ambiente de entendimiento. Lo único que le quedaba era confiar en que Astryr le hubiera podido convencer y en que la espera no fuera demasiado larga.

El palacio del sufrimiento // Ivar The BonelessDonde viven las historias. Descúbrelo ahora