53 - Njord

3.1K 249 25
                                    

Era una clara y cálida mañana de primavera, alumbrada por los calurosos rayos del sol que se asomaban entre las montañas. Era la primera vez que salía a la calle sin cubrirme con una capa, a pesar del frío que calaba los huesos al caminar entre las sombras. Llevaba conmigo una cesta llena de pescado, preparada con cariño para los dioses, especialmente para el dios Njord. Esperaba que con esta ofrenda no nos faltara de nada en mi familia, aunque lo que realmente necesitábamos era mano de obra. Mi padre seguía oponiéndose rotundamente a contratar a alguien que le ayudara con los recados o la pesca, así que ahora recaía más trabajo sobre los hombros de cada uno.

En la plaza de Kattegat se había organizado la entrega de ofrendas de todos los pescadores de la ciudad, aunque era bienvenida la participación de todo aquel que quisiera implicarse. Ubbe estaba recogiendo las entregas, organizándolas y, al fin de cuentas, haciendo que todo esto fuera posible.

Me acerqué a él sonriente, agradecida hasta la médula por todo lo que estaba haciendo por mí y por mi familia. Él levantó la mirada al verme llegar, observó mi vestido verde claro y se irguió enseguida, sacando pecho como un pavo real.

—Por fin apareces, media ciudad se te ha adelantado.— Rió con cierta burla, aunque de forma bondadosa. Ambos echamos un vistazo a la plaza, donde casi medio centenar de cestas aguardaban a ser entregadas a los dioses.

—Lo sé, perdona.— Negué con la cabeza y solté un suspiro de molestia. Debí haber sido la primera en llegar y haber estado con él desde el principio.— Tuve que prepararlo por la mañana y se me pasó el tiempo volando. Espero que sea suficiente.

Levanté la cesta a la altura de su cabeza y él la analizó, luego le dio el visto bueno y la colocó donde creyó pertinente. Me percaté de lo extremadamente organizado que era y de la forma tan extraña que tenía de categorizar las cestas, en función de la cantidad de frutos rojos que llevaran como adorno.

—¿Tu padre y tu hermano no han venido?

—No, salieron de madrugada con la barca. Pero están muy agradecidos por todo lo que estás haciendo.

—No lo hago por ti.— Bromeó, intentando sin éxito luchar contra la sonrisa que se dibujaba en sus labios.

—¡Oh, está bien!— Le seguí el juego y me coloqué a su lado, de cara a la plaza. Imité su gesto y me mantuve erguida, con las manos delante y unidas.— De todos modos me quedaré aquí. No me gustaría dejarte solo.

Él soltó una risita contenida y agachó la cabeza entre negaciones de incredulidad, para después mirarme con unos ojos grandes y refulgentes. Me di cuenta de la profundidad de sus ojos, los cuales resultaban insondables. Eran azules como el agua cristalina y estaban rodeados por largas pestañas oscuras. No tenían nada que ver con los de Ivar, eran diferentes e increíbles al mismo tiempo.

Pasamos toda la mañana en la plaza, ayudando a recoger y organizar las ofrendas. Ubbe era eficiente, metódico y extremadamente organizado, incluso bastante exigente. Todo tenía que quedar exactamente como él comandaba, y si alguien osaba a llevarle la contraria o no hacerle caso, la vena de la sien se le hinchaba y contenía la voz para evitar pegar un grito. Era divertido ver esa faceta suya, pero intentaba ocultar mi diversión cuando le veía realmente molesto.

A primera hora de la tarde todos los alimentos se quemaron y los ofrecedores de tales riquezas nos quedamos mirando como el humo se alzaba hacia el cielo, señal de que los dioses aceptaban la ofrenda y la tendrían en cuenta. Una sensación de felicidad y alivio me colmó las entrañas y sonreí con tristeza al pensar en que Egil estaría disfrutando de lo que acabábamos de quemar.

—Ahora todo irá bien.— Aseguró Ubbe, aún con la mirada en el cielo, ennegrecido por la columna de humo que apestaba a pescado. Le miré con una sonrisa y me colgué de su brazo.

Después de la pequeña ceremonia acompañé a Ubbe al Gran Salón, ya que esperaba encontrarme con Margreth. A decir verdad, también esperaba ver a Ivar y arreglar las cosas, porque habían pasado demasiadas horas desde la discusión y se me estaba haciendo ridículamente larga la espera. Sin embargo, no estaba por ninguna parte y una parte de mí sufrió una desagradable decepción.

—¡Margreth!— Al vernos nos fundimos en un abrazo.— ¿Cómo estás después de lo de ayer? ¿Cómo está Hvitserk?

—Él está bien, ya sabes lo rápido que se le pasan estas cosas. ¿Le estabas buscando? Fue a la herrería a cambiar las herraduras de su caballo.

—No, no. Solo pasaba para saber cómo estabas, me quedé muy preocupada anoche...— Fruncí el ceño mientras jugaba con los cordones que fruncían la cintura de mi vestido. A ella se le iluminaron los ojos por un momento.

—Gracias, Astryr. Nadie se había preocupado tanto por mí.— Me agarró de las manos con ternura y yo las apreté fuerte.— Estoy bien, sé cómo es Ivar, llevo ocupándome de él desde hace años... Lo que me sorprendió es que me pidiera perdón, ¿le amenazaste de muerte si no lo hacía?

Margreth soltó una carcajada pero yo me quedé incrédula. Siendo honesta conmigo misma, no esperaba que eso fuera a pasar ni en cientos de años. Ivar tenía el orgullo por encima de las nubes.

—No, parece que no hizo falta.— Respondí en voz baja y con la mirada perdida. Aún me preguntaba por qué le había pedido perdón a ella pero no me había buscado a mí.— ¿Sabes dónde está?

—No, salió hace horas y todavía no ha vuelto. ¿Si le veo le digo que le estás buscando?

—No, gracias Margreth. Nos vemos en otro momento, dile a Hvity que le echo de menos.— Le volví a abrazar y ella soltó una risita.

—Descuida.

Salí del Gran Salón con unos extraños sentimientos dicotómicos. Por un lado, estaba contenta y orgullosa de que Ivar hubiera hecho lo inimaginable: pedirle disculpas a mi amiga. Pero por otro lado, me sorprendía y entristecía que no hubiese pensado en mí y en nuestra pequeña discusión. Necesitaba hablarle y volver a estar como antes, pero no iba a buscarle como tantas veces antes había hecho. Necesitaba que fuese él quien viniera a mí y aceptara que se había equivocado.

Por fin llegué a mi choza después de un largo día, que aunque cansado, se me había hecho entretenido gracias a Ubbe. Sin embargo al entrar una sorpresa me estaba esperando, la cual me puso alerta de inmediato. Mi padre y Axe estaban en la mesa junto con... ¿¡Ivar?!

El palacio del sufrimiento // Ivar The BonelessDonde viven las historias. Descúbrelo ahora