Los meses pasaban lentamente, pero poco a poco se iba acercando la deseada primavera. Entretanto, se iban organizando las cuestiones técnicas del viaje hasta aquella tierra desconocida y enemiga. Resultó formarse un gran grupo de voluntarios que estaban dispuestos a enzarzarse en un viaje como tal solo para proteger a los suyos; a vecinos y amigos que habían partido hace años hacia aquel lugar hostil y refractario. Pero hasta que las embarcaciones pudieran salir a mar abierto todavía quedaban unas largas semanas, las cuales pasábamos ocupando nuestras cabezas con otros asuntos.
Francamente, mi vida giraba entorno a Einar, a mi embarazo y a mi preocupación por Ubbe. Solamente las tareas que debía asumir como reina me ayudaban a despejar la mente, aunque también me dejaban muy cansada. Aún me quedaban tres meses para dar a luz, pero se estaba haciendo pesado. Los dolores eran mucho más fuertes que los que tuve con Einar, así que solía estar doblada la mitad del tiempo.
—¡Einar!— Exclamé al verle correr detrás de Odín, sorteando las piernas de todos los presentes en el Gran Salón. El pequeño de cinco años no podía parar quieto ni un segundo, y mucho menos cuando el perro le seguía la corriente.— Deja de correr, al final te vas a chocar con alguien.
—Espero que el mío no sea tan movido.— Apuntó Margreth, quien acababa de sentarse a mi lado. Se cruzó de piernas y apoyó ambas manos en su enorme vientre.
—Si no te está dando problemas ahora es buena señal. ¿Cómo estás? ¿Te encuentras mejor?— Pregunté, recordando la saga de vómitos que sacó del cuerpo la anterior noche. Incluso desde nuestra habitación pudimos escuchar lo descompuesta que estaba.
—Sí, estoy bien. Pero tengo ganas de que nazca ya.— Se quejó y yo asentí riéndome con complicidad.— Ya le he dicho a Hvitserk que los próximos dos meses los voy a pasar hibernando.
—Eso mismo pensaba yo, y al final te toca sacar fuerzas de donde no las hay.— Reímos. Un minuto después apareció el nombrado, a quien el alcohol ya estaba afectando, y le pidió a su mujer que bailara con él.
—No puedo, estoy cansada.— Se negó ella, torciendo el gesto con molestias.
—¿Astryr?— Estiró el brazo con la palma hacia arriba en mi dirección, pero también me rehusé. Éramos las dos un par de embarazadas cansadas y sin ganas de bailar.— ¡Qué aburridas! Bailaré con Einar.
Einar y su tío eran uña y carne, lo cual me alegraba enormemente. Sabía que si cualquier cosa pasara, mi hijo podría contar con Hvitserk indudablemente. Y los dos tenían algo en común, eran dos terremotos. Así que cuando estaban juntos eran un mar de risas y juergas que solían acabar en peleas o carreras. Simplemente me encantaba verlos juntos.
Giré el cuello en dirección a Ivar para ver qué estaba haciendo. Se encontraba hablando con un grupo de personas, manteniendo sus expresiones impertérritas pero asomando alguna risa de vez en cuando. La coincidencia era que siempre se reía cuando hablaba la misma persona, Erika. Era una joven escudera recién llegada de Suecia, hija de famosos guerreros y conocida por sus hazañas en otros países nórdicos. No era una celebridad entre nosotros, pero parecía haberse ganado la atención de Ivar especialmente. Cada vez que se celebraba alguna fiesta en el Gran Salón, ahí estaba ella, a su lado, riéndose.
—Si se interesa por él es porque no le conoce del todo.— Habló Margreth con cierta sorna.
—Eso espero.— Farfullé. No me gustaba nada verles juntos, pero mucho menos me gustaba esa sensación de celos o de sobreprotección. Solo la había tenido cuando Ivar estuvo con Keissa y por aquel entonces ni siquiera estábamos juntos. Ahora el sentimiento era diferente, era como un ataque directo a nuestra relación. No me gustaba sentirme así.
ESTÁS LEYENDO
El palacio del sufrimiento // Ivar The Boneless
Hayran KurguY te quiero a rabiar Pero sabes que hay un infierno dentro de mi cabeza No te dejes llevar Lucharé contra las fieras No te dejes llevar Tengo el corazón a medias ¿No te dije que me llenas? [Créditos: Hoy es el día - Lionware] Finalista Premios Watty...