La vida en el campo era casi igual de dura que en la ciudad, o incluso más. Desde que te levantabas hasta que te acostabas había un sinfín de tareas que atender tanto en el campo como en las cuadras y los telares. Pero hacer todo eso rodeada de la gente que quería lo hacía mil veces más fácil. No era ni remotamente comparable con lo mal que lo solía pasar en Kattegat, donde me sentía sola y abandonada por mi padre.
—Cariño, me voy ya a la cama.— Habló mi madre al terminar de tejer una pequeña túnica para Helmi. Aún estaba sin terminar, pero estaba quedando realmente hermosa.
—Vale, buenas noches. ¿Has visto a Ubbe? Salió hace un rato y no ha vuelto todavía.
—Sí, está aquí fuera.— Me dio un beso en la frente y se perdió hacia su alcoba.
Dejé a un lado el cosido que estaba llevando a cabo y salí en busca del desaparecido. Le encontré enseguida sentado en uno de los escalones que daban al granero. Me acerqué sigilosamente con una sonrisa hasta sentarme a su lado.
—¿Aprovechando el tiempo a solas?— Alcé una ceja con diversión.— No te juzgo, vivir en una casa con tantos niños es agotador.
—No es eso, me encantan tus hermanos. Por mí llenaría mi casa de hijos.— Sonrió con bondad pero enseguida llevó la mirada a sus manos, donde jugaba con una piedra de cuarzo que Ingrid le había regalado.
—¿Qué te pasa entonces?— Pregunté con una creciente preocupación, descansando mi mano sobre su hombro. Le notaba distante y algo abatido, como nunca le había visto desde que llegamos a mi pueblo.
—Me voy a tener que ir dentro de unos días.
El corazón se me congeló y una angustia comenzó a crecer en mi pecho. Sabía que este día llegaría pero no tan pronto, ¡acabábamos de llegar prácticamente! Todo estaba saliendo tan bien, mis hermanos le adoraban, mi abuela le admiraba, mi madre lo amaba... Y yo... Yo me ahogaba con la idea de separarme de él. No se trataba solo de lo que estábamos construyendo, sino de la fuerte amistad que nos unía desde hacía tiempo.
—Pero es demasiado pronto... No quiero que te vayas.— Balbuceé. Él se giró hasta quedar frente a mí y me agarró de las manos.
—Ven conmigo, Astryr. Acompáñame. Visitaremos ciudades del mediterráneo juntos, conoceremos otras personas y otras culturas, otros climas y otros idiomas. El mundo se nos va a abrir en este viaje y quiero que tú estés en primera fila.
Solté un suspiro lleno de ilusión pero también de asombro. Hacer ese viaje con él no entraba en mis planes, hasta ahora. En Kattegat no me quedaba nada y la vida en el pueblo, aunque pacífica y feliz, se me antojaba demasiado simple en comparación con lo que ofrecía el mundo. Hacer ese viaje era la mejor oportunidad que había tenido jamás y debería sentirme agradecida por ello. Además, adoraba la ilusión con la que me miraba, con la que planeaba el viaje que nos llevaría tan tan lejos.
—¿Sabes? Cuando te quedas un rato en silencio, analizando la información, me pone muy nervioso.— Bromeó, aún expectante.
—¡Calla tonto! Me voy contigo, me voy a donde sea.— Solté una carcajada y me lancé a sus brazos, los cuales me estrecharon fuertemente.
Quizás había tomado la decisión precipitadamente, pero la felicidad de su rostro hacía que mereciera la pena el ataque de impulsividad. Al separarnos me mordí el labio inferior antes de sentir sus labios sobre los míos, sellándolos como un pacto. Después ambos sonreímos rodeados del aura de felicidad y esperanza. La esperanza en nosotros.
Minutos después volvimos a la choza y nos colamos en la pequeña estancia donde pasábamos las noches. La pared de la derecha era de piedra, pero la de la izquierda era de mimbre y era la que separaba nuestra alcoba de las del resto. Mientras colocaba el panel de mimbre sentí las manos de Ubbe en mis caderas y una corriente eléctrica me sacudió la espalda. Me di la vuelta para mirarle a los ojos y él puso su mano en mi mejilla, acariciando suavemente mi barbilla y mis labios mientras me apretaba la cintura hacia su cuerpo. Sus movimientos eran lentos, suaves y amables, dándome tiempo para arrepentirme y separarme o para apreciar la simplicidad de sus roces.
Con la misma delicadeza me levantó la barbilla y presionó sus labios contra los míos sin llegar a besarme, simplemente manteniendo la presión. Yo abrí la boca ligeramente y él respondió moviendo sus labios. Cuando pasaba mis manos por su nuca él reaccionaba aplicando más presión, más ritmo. Pero aún así era todo delicadeza y suavidad, como si tuviera miedo de hacerme daño o ser demasiado brusco. Hasta el momento en que rodeé mis brazos en su cuello y él perdió ese control que le caracterizaba, agarrándome ambas mejillas y utilizando su lengua para acariciar la mía.
Solté un jadeo al sentir sus manos en mi trasero, acariciándolo a penas y haciéndome desear que lo agarrara con más fuerza. Nuestras respiraciones se entremezclaban hasta tal punto que respirábamos el aliento del otro. No sabía qué estábamos haciendo ni por qué le deseaba, por eso frené cualquier pensamiento racional que me cruzaba por la mente.
—Dime que necesitas esto tanto como yo. Te llevo deseando desde el primer día, no creo poder aguantar esta tortura mucho más tiempo.— Bisbiseó contra mi boca, haciéndome estremecer con sus palabras.
Me sentí tan deseada y querida que no pude responder otra cosa que sí, que lo necesitaba ya. Ubbe se deshizo de mi vestido con destreza y me tumbó delicadamente sobre la cama. Me mordí el labio cuando esperaba a que se quitara la ropa y solté un gemido al volverle a sentir contra mi piel. Sus dedos fríos recorrían mi cuerpo como si de tanto mirarlo ya lo hubiera memorizado. Jugueteó con mi lengua una vez más y yo saboreé su saliva dulce y caliente. Después, sus labios descendieron por mi cuello y mis pechos, provocándome un cosquilleo tremendamente placentero. Cuando la espera se me hizo insoportable le redirigí hacia mis labios y supliqué que empezara de una vez.
El cuerpo de Ubbe era muy diferente al de Ivar y mi cuerpo reaccionaba también de distinto modo. Mientras sus gemidos abrumaban mis sentidos el recuerdo de Ivar me azotó como un látigo y varias lágrimas se me agolparon en los ojos. Le echaba de menos y me sentía indecente por estarme entregando a un hombre que me amaba, cuando yo amaba a otro.
—¿Estás bien? ¿Necesitas que pare?—Colocó ambas manos a los lados de mi cabeza y me miró de esa forma tan romántica y tierna.
—Estoy bien, sigue.— Me relamí los labios y volví a atraerle hacia mi boca para borrar los recuerdos impertinentes que evocaban a su hermano pequeño.
Segundos después del gran final Ubbe se tendió a mi lado y pasó su brazo por mis hombros. Su pecho se movía rápidamente, intentando recuperar el aliento perdido.
—No te vayas a dormir ahora.— Dije divertida acariciando su barba. Sus ojos cansados me decían que poco le quedaba para caer dormido. Y para ser honesta y completamente egoísta, no quería que me dejara sola con mis pensamientos. No quería que Ivar hiciera que me arrepintiera de esto.
—Eres insaciable eh.— Suspiró sin fuerzas.— Me has hecho terriblemente feliz, Astryr. Y también me has dejado terriblemente cansado.
Solté una risita y hundí mi rostro en su cuello. Poco tiempo después de mi silencio empecé a escuchar unos sutiles ronquidos. El pobre no no consiguió durar mucho más tiempo despierto.
ESTÁS LEYENDO
El palacio del sufrimiento // Ivar The Boneless
FanfictionY te quiero a rabiar Pero sabes que hay un infierno dentro de mi cabeza No te dejes llevar Lucharé contra las fieras No te dejes llevar Tengo el corazón a medias ¿No te dije que me llenas? [Créditos: Hoy es el día - Lionware] Finalista Premios Watty...