[Narrador Externo]
Si fuera un animal, sería indudablemente un águila. Un ser que observaba hasta la saciedad a su presa para encontrar sus puntos débiles, un ser que se ascendía espiritualmente para regalar cada ráfaga de viento que se formaba en sus alas tras el vuelo a los dioses. Ivar estaba seguro de cuál sería el sacrificio que hoy haría y lo repetía en silenciosos rezos cada segundo que pasaba sentando en esa muralla. Su atención se centraba en los árboles, tras los cuales ella estaría retenida. O al menos eso deseaba pensar, porque si la hubieran hecho algo más que custodiarla su furia no tendría límites.
—Ya se ha calmado la situación, pero no creo que dure mucho tiempo.— Comentó Hvitserk, apareciendo a su lado. La subida hasta la torre le había dejado sin aliento.
La falta de alimentos y la espera interminable habían provocado un levantamiento en los barracones, aunque había sido fácilmente apagado. No obstante, si la situación se alargaba, los soldados no tendrían que lidiar con personas enfurecidas sino con cadáveres.
—No tendrán que esperar mucho más...— Ivar frunció el ceño y se levantó del asiento al notar cómo los arqueros del bando contrario se ponían en posición de ataque. Hvitserk se asomó ligeramente, luchando contra su miedo a las alturas.— ¿Cómo está?
—Está bien, Margreth le está cuidando.— Respondió con la mirada en los matorrales que empezaban a moverse, dejando ver a la figura del rey Helson. Ninguno de los hermanos se sorprendió de que aquel fuera el aliado de Bjorn.
—Avisa a los de abajo, comienza el juego.— Advirtió Ivar y Hvitserk salió corriendo para cumplir su función. Los arqueros se mantuvieron escondidos tras la muralla de modo que el único hombre visible era Ivar.
—¡Abrid las puertas de la rendición!— Vociferó el viejo rey. Ivar dio el permiso y los soldados de abajo las abrieron, dejando pasar a una horda de guerreros enemigos. La ciudad estaba visiblemente desierta y en sus calles destacaban los cuerpos sin vida de los muertos, los cuales fueron colocados estratégicamente para dar credibilidad a la acción.
Los soldados esperaban las órdenes de su rey para comenzar el ataque, pero Ivar necesitaba saber dónde estaba ella para asegurarse de que el fuego cruzado no la heriría. Hizo un rápido barrido visual entre los hombres para localizarla, pero no estaba por ningún lado. Entretanto, Bjorn empezaba a sospechar de la posición tan estratégica en la que se encontraba Ivar, con una panorámica perfecta de sus hombres. Los segundos pasaban y la tensión aumentaba, el único que parecía calmar las cosas era Hvitserk desde el suelo. Aunque le sudara la frente se esforzaba en mantener la calma de su hermanastro hasta que a Ivar le diera la gana de comenzar la defensiva.
Fue entonces cuando la encontró, cruzando las compuertas custodiada por varios hombres. Recordando la posición de su marido miró hacia arriba y distinguió el alivio en su rostro. Un segundo después se derramaban cientos de lanzas contras los hombres de Bjorn y el rey Helson, los cuales quedaron atrapados y rodeados por los soldados que aparecieron de sus escondites.
La guerra era un caos ensordecedor y desolador, pues no dejaban de caer flechas del cielo y cuerpos al suelo. Astryr aprovechó el desconcierto y escapó de la custodia. Agarrando la tela del vestido para no tropezarse corrió con desenfreno hasta llegar a una pequeña casa donde la esperaban varias escuderas. Se quitó el vestido y dejó al descubierto la armadura que llevaba debajo, alcanzó una espada y volvió a trote a la zona de conflicto.
La ofensiva tenía tres frentes, uno aéreo liderado por Ivar, otro que cubría el este liderado por Hvitserk y un tercero que cubría el oeste liderado por los mejores guerreros de la ciudad. En adición, Astryr lideraba un pequeño grupo de escuderas que cubrían la calle principal que llevaba al centro de la ciudad.
La sangre empezó a entremezclarse con una lluvia intensa que dificultaba la visión a larga distancia, por lo que el control de la situación se perdía vertiginosamente. Astryr se centraba en proteger su ciudad como si la vida dependiera de ello, porque en realidad sí dependía. Si aquellos hombres atravesaban la frontera podían llegar al Gran Salón y a los barracones, matando a cientos de personas vulnerables que habían dejando sus vidas en su mano. Así que no, no iba a permitir que aquello pasara, daba igual cuantos cuerpos atravesara su espada.
Tras unos largos minutos de batalla, decidió cambiar de posición. El resultado parecía estar siendo favorable pero necesitaba asegurarse de una cosa antes de que todo terminara. Necesitaba salvar a Bjorn.
Corrió por el terreno resbaladizo y hostil hasta que una espada casi le atraviesa la pierna. Por suerte pudo reaccionar y clavar su arma en el estómago del soldado. Después se pasó la manga por los ojos para retirar las salpicaduras de sangre y entonces vio a Ivar. Estaba tirado en el suelo, totalmente inerte, con la lluvia aplastante contra su cuerpo. Astryr sintió que se mareaba al ver cómo un soldado enemigo se acercaba a él con el hacha en alto. Intentó correr con todas sus fuerzas pero antes de llegar vio cómo Ivar se incorporaba y clava el hacha en las piernas del otro. Una vez cayó al suelo, Ivar se cebó con él, clavando el hierro en su pecho con una fuerza descomunal, una y otra vez.
Astryr soltó un suspiro y retomó la búsqueda de Bjorn, cuya totalidad de hombres estaban muertos o rogando estarlo. Varios de los valientes que seguían luchando se centraron en ella y amenazaron con hacerla pedazos. Astryr pudo defenderse de unos cuantos, pero terminó cayendo al suelo sin su arma. Estaba a punto de recibir un hachazo cuando un hombre le salvó la vida, matando a su presunto asesino.
—Ahora estamos en paz.— Dijo el mismo hombre que hacía unas horas había compartido su comida con ella para después huir corriendo. Astryr tragó saliva y se levantó del suelo embarrado. Cogió su espada y levantó la mirada, sintiendo cómo los músculos del cuello la tiraban. Entonces vio en la distancia la imagen de Ivar atravesando la espalda de Bjorn.
—¡NOO!— Gritó con todas sus fuerzas y atravesó el campo hasta llegar a él, sin preocuparse por atender a las posibles amenazas a su alrededor.
Ivar vio cómo el cuerpo de su hermanastro caía desplomado y sintió una mezcla de desprecio y bienestar. La dominación que conllevaba la muerte de su hermano le inundaba de un sentimiento tan positivo como negativo a la vez. Verle caer, provocado por él, le hacía sentir increíblemente poderoso. Sin embargo, su pequeña burbuja de ensoñación se vio amenazada por la llegada desesperada de Astryr, quien se tiró al suelo y volteó el cuerpo de Bjorn. Con varias cachetadas intentó hacerle volver, pero él apenas podía mover los labios. Ivar no entendía esa extraña preocupación.
—Por favor, por favor... Dímelo.— Dijo ella con las cejas fruncidas en forma de súplica. Agarraba las mejillas de Bjorn para sostener su cabeza en alto y evitar que se tragara la lengua.— Por favor, no te vayas. Dímelo...
Ivar agarró su brazo y la levantó del suelo, dejando el cuerpo vacío de Bjorn entre el barro y el lodo. Astryr le miraba con desolación pero no había lágrimas en sus ojos, estaba demasiado desconcertada como para sentir el dolor de su muerte. En cambio, Ivar la miraba a ella sin entender absolutamente nada.
—¿Decirte qué?
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El palacio del sufrimiento // Ivar The Boneless
FanfictionY te quiero a rabiar Pero sabes que hay un infierno dentro de mi cabeza No te dejes llevar Lucharé contra las fieras No te dejes llevar Tengo el corazón a medias ¿No te dije que me llenas? [Créditos: Hoy es el día - Lionware] Finalista Premios Watty...