70 - Peleas fraternales

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La discusión entre los hermanos había llamado la atención de bastantes ciudadanos, pero ellos no parecían preocuparse por la de gente que les estaba prestando atención. Nunca les había visto tan enfadados el uno con el otro y pronto supe a qué venía todo eso.

—No tengo tiempo para tus rabietas de niño pequeño, Ivar. Si no sabes dejarla ir no es mi problema, lidia con eso tú solo.

—No se trata de dejarla ir, la estás apartando de mí. Siempre lo has intentado y has esperado como un lobo a que nuestra relación se tambaleara para quitármela. Y de alguna manera has conseguido que ella te vea como esa persona perfecta y elegante que crees que eres, pero lo que eres realmente es un miserable.

—¿Has acabado ya?— Bufó Ubbe con paciencia, aunque mirando a su hermano como si estuviera a punto de atacarle

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—¿Has acabado ya?— Bufó Ubbe con paciencia, aunque mirando a su hermano como si estuviera a punto de atacarle.— No sé qué relación crees que tenías con Astryr, ni si quiera yo lo sé. Lo único que sé con certeza es que no la has tratado como se merece y ahora te vas a quedar solo, abandonado como un perro igual que te dejó nuestro padre al nacer. Estoy cansado de tener que perdonártelo todo, afronta tus malditos problemas y deja al resto ser felices.

Ivar reaccionó con una sonrisa socarrona y vertió el contenido de su vaso en el rostro de Ubbe

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Ivar reaccionó con una sonrisa socarrona y vertió el contenido de su vaso en el rostro de Ubbe. Algunos ahogamos un grito ante la acrecentada pelea, pero me quedé estática sin poder mover un músculo para terminar con esa locura de una vez por todas. Por alguna razón, quería gozar de la invisibilidad que me otorgaba estar camuflada entre la gente y así poder escuchar lo que tenían que decir.

—Ubbe, Ubbe... El hijo predilecto, el primogénito... Te crees que lo mereces todo, que tienes derecho a quitarme absolutamente todo lo que me queda. ¿No te pareció suficiente el amor de nuestros padres? ¿Ahora también quieres el amor de Astryr? Pues déjame decirte que nunca lo tendrás, porque ella no te ama. Y si piensas que vas a ganar su cariño con mentiras estás muy equivocado.

—¿De qué diablos estás hablando? Yo la he cuidado como tú jamás podrías, Ivar.

La paciencia de Ubbe estaba llegando a su límite. Cada gota que caía de su rostro parecía indicar la cuenta atrás de un suceso violento y agresivo. No podía permitir que llegaran a las manos, pero las ganas de seguir escuchando podían con todo.

—¿Sabes qué es lo que más me molesta de ti? Que te crees perfecto, inalcanzable, insuperable. Me infravaloras a mí por ser un monstruo pero tú no estás nada lejos de serlo. Yo soy el que da la cara por mis actos, pero tú te escondes detrás para mantener tu estúpida imagen perfecta.— La voz de Ivar iba aumentando en decibelios, así como la presión en sus venas.— Sé lo que hice con el hermano de Astryr. Lo admito abiertamente. ¿Pero tú, hermano? Nunca te he escuchado admitir tu parte de culpa.

—Yo no tengo nada que ver con tus ataques de locura, Ivar.— Ubbe negó con la cabeza, como si quisiera evitar la mirada gélida de su hermano menor.

—Sé la persona que ella piensa que eres, Ubbe. Venga, di la verdad. Di cómo viste cómo torturaba a su hermano y cómo te apartarse de brazos cruzados sin detenerme. Di que permitiste que yo, el loco, le matara. Pero en cambio tú estabas en tu sano juicio, ¿no es así, hermano? Y luego la cuidaste, la consolaste para que olvidara lo que el macabro de tu hermano había hecho. Eres un hipócrita.

Mis ojos se cristalizaron lentamente según iba procesando las palabras de Ivar. Ubbe me había asegurado que cuando se dio cuenta del asesinato, ya era demasiado tarde. ¿Pero ahora se suponía que él lo había permitido? ¿Me había engañado todo este tiempo? Todas esas veces que había maldecido la locura de Ivar... ¿Y él también estaba implicado? ¿Qué demonios había pasado? ¿Por qué me sentía tan sumamente sola y engañada en estos momentos?

Las personas a mi alrededor se percataron de mis lagrimas, desviando así la atención de los hermanos hacía mí. Busqué en el rostro de Ubbe algo que me dijera que todo eso era mentira, pero en cambio encontré vergüenza y culpabilidad. Solté un sollozo nervioso y escapé de ese lugar tan asfixiante, donde el suelo parecía temblar para tirarme abajo. 

 

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(...)

El tiempo a solas me había ayudado a pensar en las palabras que salieron de los labios rabiosos de Ivar, acusando a su hermano de algo muy grave. Desde entonces, no sabía qué pensar ni en quién creer. Ubbe siempre había sido digno de mi confianza pero ya no quedaba nada de eso, solo confusión y traición. Sabía que Ivar había sido el asesino de mi hermano, lo supe desde el primer día y mis sentimientos hacia él fueron los correspondientes a su acción egoísta y sádica. En cambio Ubbe se había comportado de una forma totalmente diferente, escondiendo el hecho de que él también estaba detrás del asesinato de Axe. Me lo había ocultado y había permanecido a mi lado aún sabiendo lo que estaba haciendo. Probablemente, con la confianza suficiente de que yo nunca me enteraría.

Estaba tan confundida que no sabía absolutamente nada. En menos de un día los barcos de Bjorn y Ubbe zarparían y yo tenía que tomar una decisión acerca de mi futuro. Pero si antes no estaba segura, ahora estaba hecha un mar de dudas. ¿Debería perdonar a Ubbe, teniendo en cuenta todo lo que había hecho por mí? Al fin y al cabo, si incluso estaba dispuesta a perdonar a Ivar, ¿por qué no podría hacer lo mismo con él? ¿O acaso este era el empujón que necesitaba para tomar la decisión de permanecer en Kattegat? Quizás Ivar había provocado toda esa discusión para hacerme cambiar de idea y...

—Señorita.— La voz de la mujer que administraba la posada me sacó de mis cavilaciones. Teniendo en cuenta que no tenía ningún sitio al que ir, había acudido a la posada de Margreth, donde había pasado varias noches hacía semanas.— Un hombre la está buscando. Sé que no quiere visitas pero...

Antes de que le diera tiempo a finalizar la frase, Ubbe atravesó la entrada y me buscó con la mirada. Mi cuerpo se tensó y me forcé a levantarme de la cama, preparándome para enfrentar una conversación tan desagradable como necesaria.

—No te preocupes. Déjanos solos.

El palacio del sufrimiento // Ivar The BonelessDonde viven las historias. Descúbrelo ahora