97 - Lazos

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Me aseguré de que estuviera totalmente seco rodeándole con una toalla y calentándole en mis brazos. El pequeño cachorro tiritó durante unos minutos hasta coger la temperatura ideal y después saltó al suelo, empezando a olisquear todo el lugar. No era ningún secreto que los animales eran mi debilidad, pero los perros ocupaban un lugar especial en mi corazón. De pequeña tuve una mejor amiga, Walkiria, con la cual pasaba todo el tiempo hasta que el día menos pensado falleció. Desde entonces juré no volver a encariñarme de un perro, pero era una promesa que no podía cumplir. Este cachorro era pura alegría y sabía, a ciencia cierta, que sería un nuevo miembro en la familia al que todos querríamos. Para mí, era muy importante que Einar aprendiera a respetar y cuidar de los animales, y para Ivar... Simplemente sabría que le vendría bien.

Llevé al cachorro hasta el dormitorio donde Ivar yacía en la cama. Después de tomarse las hierbas para los dolores le solía entrar sueño, así que intenté hacer el menor ruido posible y me tumbé a su lado. El cachorro, aún sin nombre, lloró desde el suelo y yo tuve que cogerle para acallarle. Él se acomodó fácilmente sobre mi pecho y yo puse una mano sobre su lomo para acariciarle.

—Oh no...— Escuché de pronto. Ivar chasqueó la lengua y levantó la cabeza de la almohada.— De ninguna manera va a dormir en esta cama.

—¿Te has despertado solo para quejarte?— Ahogué una risita.

—Me ha despertado esto.— Señaló al perro con la cabeza.— A la próxima que llore le echo de mi casa.

—¿Cómo puedes ser tan cruel?— Exclamé, él rodó los ojos y volvió a descansar sobre la almohada. El pequeño pareció alegrarse al escuchar la voz de Ivar así que se escapó de mis brazos y fue directo a olfatear su rostro.

—¡No, no y no!— Exclamó echándose hacia atrás y arrugando la nariz. Solté una carcajada, incapaz de tomarme en serio la situación.— Por aquí no paso, apártalo de mí.

—Está bien. Qué cascarrabias.— Cogí al pequeño y lo puse a un lado, dándole la espalda a Ivar. Con los ojos cerrados aguanté la risa, pues sabía que eso le acababa de molestar. Por lo general, no llevaba bien que le diera la espalda a no ser que fuera específicamente para que me abrazara.

—¿En serio vas a abrazar a eso antes que a mí?— Preguntó indignado.

—Cariño...— Intenté darle alguna explicación, pero todas terminarían con él enfadado o sin entenderme. Así que simplemente me limité a agarrar su mano y a ponerla sobre mi cadera, esperando que él me abrazara por detrás como tanto le gustaba. Tardó unos segundos, pero finalmente pegó su pecho contra mi espalda. Yo entrelacé mis dedos con los suyos y conduje nuestras manos hasta mi vientre para recordarle cómo estaban las cosas. Con el asedio de Bjorn nos habíamos prácticamente olvidado del hecho de que yo estaba embarazada otra vez, pero ahora que se lo recordaba sabía que era un hombre feliz de nuevo.

(***)

En vista de que no conseguía dormirme terminé saliendo de la cama y buscando algo productivo que hacer para el resto de la tarde. Finalmente decidí ir hasta los barracones donde se estaba cuidando a los heridos de la batalla. Los curanderos y esclavos que estaban trabajando me saludaron respetuosamente y yo les ofrecí mi ayuda. Algunas personas veían con malos ojos que la reina se ocupara de tareas como estas, pero yo hacía oídos sordos. No iba a dejar que las opiniones de la gente me limitaran.

—¿Esos hombres de la esquina quiénes son? No los reconozco.— Hablé con una mujer mientras me hacía con unas gasas y ungüentos.

—Eran soldados de Bjorn.

—¿Se han rendido? ¿Han aceptado trabajar para nosotros?

—Eso tengo entendido, sí.

Quizá por curiosidad, me dirigí a curarles primero a ellos. Me llamaba especialmente la atención un hombre que tenía una desagradable herida en la pierna. Me arrodillé sobre él y le cambié las vendas, dándome cuenta de la gravedad de su estado. La herida se le había infectado y parecía afectar a gran parte del tejido.

El palacio del sufrimiento // Ivar The BonelessDonde viven las historias. Descúbrelo ahora