60 - A dónde se vuelve

2.7K 206 40
                                    

Dos días más fueron necesarios para que mi cuerpo se recuperara lo suficiente como para poder levantarme y caminar. Aún me dolía ligeramente el costado, probablemente por una pequeña fisura en alguna de las costillas, pero cada día lo sentía con menor intensidad y cada vez era menos incapacitante. Por otro lado, los moretones y contusiones que me dejaron los golpes se habían transformado en desagradables manchas verdosas y amarillentas, que indicaban la regeneración de aquellas venas o capilares que se habían roto por los impactos.

Al contrario de lo que podría pensarse, durante estos días no tuve tiempo para pensar ni para aburrirme, siempre estaba acompañada de alguien. Las mañanas las pasaba con Ubbe, me ayudaba a caminar agarrada a sus hombros y me sacaba a dar un corto aunque necesario paseo por los alrededores de la cabaña. Después venían Margreth y Hvitserk, comíamos juntos y, cuando yo me despertaba de una larga siesta nos pasábamos hablando durante horas. Aunque solía llegar un punto donde Hvitserk se aburría y decidía salir a matar conejos y liebres. Y finalmente por la noche volvía Ubbe, se guardaba el cansancio y el mal humor que sabía que traía, y me ponía la mejor de sus sonrisas.

—¿Por qué estás tan enfadado?— Le pregunté la última noche. Estábamos los dos tendidos en mi cama, apoyando la espalda en la fina pared. Le llevaba notando así varios días, por eso esta vez no podía callarme, quería saber qué le pasaba y por qué le tenía tan tenso.

—Es Ivar.— Soltó un suspiro que llevaba tiempo aguantando y cerró los ojos por un momento. Yo tragué saliva, un sudor frío me había atravesado la espalda al escuchar su nombre.

—¿Qué pasa con él?

—Digamos que sus planes no son parecidos a los del resto. Pero como es un cabezón y un egocéntrico nos lo está poniendo verdaderamente difícil llegar a algún acuerdo.

Sabía cómo Ivar podía llegar a ponerse, a pesar de que conmigo siempre tenía una paciencia y una consideración reservadas que no les otorgaba a nadie más. Puse mi mano encima de la suya y él me miró instantánemente.

—Da igual, no te preocupes. Lo arreglaremos.— Sonrió ante de darme un casto pero intenso beso en la sien.

La conversación me dejó un poso amargo, ya que me hizo recordar a Ivar y, por lo tanto, a Axe. Por alguna razón, lo único que recordaba de él era su cabeza degollada y las heridas de su cuerpo derramando aquel asqueroso líquido viscoso. No podía pensar en él de otra manera, como si el resto de recuerdos se me hubieran borrado. Aún no estaba preparada para perdonar a Ivar por lo que había hecho, no podía pensarle sin que me viniera a la mente la expresión de adoración que tenía al ver el cadavérico cuerpo de mi hermano.

En cambio, al que sí perdonaba era a mi padre. No porque ya no me dolieran los golpes, que sí lo hacían, sino porque era mi familia y me necesitaba. Había estado tantos días solo que no me podía imaginar cómo lo estaría pasando. Tenía que volver a Kattegat tan pronto como fuera posible.

—Está bien, mañana volveremos.— Aceptó Ubbe con cierta reticencia. Sabía perfectamente lo que había pasado con mi padre, pero procuraba callarse lo que pensaba. Al fin y al cabo, no era tan raro que un padre pegara a su hija como castigo.— Ahora duerme, debes estar cansada.

Ubbe hizo el amago de levantarse de la cama para dejarme espacio para dormir. Siempre lo hacía, se iba elegantemente cada vez que los párpados se me caían y me acurrucaba con las sábanas cuando pensaba que estaba dormida. Nunca lo estaba, era consciente de todo lo que hacía. Pero esta vez no quería que se marchara, ni que me dejara espacio ni que me echara más mantas encima. Quería estar con él y ayudarle a olvidar los asuntos que le ocupaban cada borde del cerebro.

—No te vayas esta noche, por favor.— Mi voz sonó suplicante. Ubbe miró mis dedos alrededor de su antebrazo, intentando evitar su huída nocturna.

El palacio del sufrimiento // Ivar The BonelessDonde viven las historias. Descúbrelo ahora