43 - Protegerla siempre

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A pesar de que el cansancio influía sobre mí amenazando con tirarme al suelo, reuní las fuerzas y el acopio suficiente para ir a la tienda de campaña de Ivar. Arrastré los pies con lasitud hasta llegar a donde él se encontraba, reunido con otros hombres. Después de la batalla, él había tenido tiempo para acicalarse, limpiando su piel de sangre y barro. No podía decir lo mismo de mí, estaba hecha un auténtico desastre. Ivar se percató de mi presencia y apretó la mandíbula. Volvía a tener esa mirada tan distante, pero a la vez tan poderosa y profunda.

—¿Podemos hablar?— Resoplé, mostrándome transparente ante él

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—¿Podemos hablar?— Resoplé, mostrándome transparente ante él.

—No.— Murmuró tajante en un hilo de voz. Me miró de arriba abajo, probablemente analizando el desastre que era, y después apartó la mirada.

—No te entiendo, Ivar, de verdad que no.— Rebatí cansada. No tenía el cuerpo para resistir una pelea o sus contantes alejamientos, necesitaba que volviera a ser como antes y me abrazara hasta dormirme en sus brazos.

—Vete, por favor. Y descansa, no te veo bien.— Balbució distraídamente, como si quisiera aparentar que no le importaba. Vale que lleváramos nuestra pequeña relación en secreto, pero no estaba de acuerdo con esto.

—No, ¡quiero hablar!— Alcé la voz, con ganas de decir de una vez por todas lo que pensaba. No iba a esperar a cuando él tuviera ganas o le viniera bien, me iba a escuchar ya.— ¿Cómo se te ocurre contratar a unos guardaspaldas para que me sigan como perritos falderos durante toda la batalla? ¡Sé luchar y sé protegerme a mí misma! Pensaba que tú, concretamente tú, confiabas en mis capacidades, pero veo que estaba equivocada. A la próxima le puedes decir a tus soldados que se vayan a tomar por culo o sino me encargaré yo misma de ellos. Y no vuelvas a hacer nada parecido, ¿me entiendes?

Tenía la respiración acelerada y los puños cerrados con fuerza. Todo el mundo me miraba anonadado. Yo no era así, no perdía los nervios nunca ni me dejaba llevar por la ira ni levantaba la voz de esta manera. Supongo que el cansancio había sacado lo peor de mí y, por una vez, me sentí realmente cerca de entender por qué Ivar perdía los papeles cuando el dolor le abrumaba. Era tan fácil perder el control.

Hipé con el primer sollozo y salí corriendo de allí. Le había dicho todo lo que tenía que decir sin pelos en la lengua, aunque me sentía culpable por haberle hablado así. No me gustaba lo que acababa de hacer y eso aumentaba mis sollozos. Esta guerra estaba siendo mucho peor de lo que jamás había imaginado.

[Narrador Externo]

No tenía remordimientos por lo que había hecho, es más lo volvería a hacer mil veces más. Aunque ella no lo viera, esos hombres le habían salvado la vida en varias ocasiones. Era una mujer fuerte y valiente, lo que hacía que Ivar perdiera la razón por ella, pero todavía era algo inexperta y vulnerable. Igual de vulnerable que todos los guerreros que iban a una batalla por primera vez. Por supuesto, a Ivar los otros le daban igual, pero no se iba a arriesgar a que a Astryr le pasara algo. Aún con todo, cuando la vio luchar durante la batalla sintió una enorme admiración por su astucia, rapidez y fuerza.

—¿Qué?— Espetó molesto al ver que Ubbe se le había quedado mirando. El hermano mayor había llegado justo a tiempo para escuchar el numerito.

—Hiciste lo correcto.— Ivar frunció el ceño. Se esperaba de todo menos eso.— Estuvo muy despistada, yo mismo la tuve que cubrir varias veces. Ya os dije que no era buena idea que viniera.

Ivar se preocupó al oír sus palabras, pero sobre todo le entró impotencia y envidia. Él no la habría podido proteger allí fuera debido a sus malditas y enfermas piernas. En cambio, Ubbe había estado allí.

—Gracias.

—¿Por qué?

—Por cuidar de ella cuando yo no podía.

Ubbe asintió con los labios fruncidos y abandonó el lugar, dejando al tullido inmerso en un mar de pensamientos. Tenía la necesidad de ir a buscarla, abrazarla y susurrarla cuánto miedo había pasado. Que claro que confiaba en sus capacidades para la lucha, pero no podía pretender ser invencible rodeada de un ejército de soldados entrenados desde niños. Y decirla sobre todo, que odiaba verla mal por su maldita culpa, que la quería ver feliz. Pero eso sería demasiado egoísta, pensar sólo en él cuando su primera preocupación era su bienestar real. Y con él nunca estaría a salvo.

(...)

Después de un largo rato se encontró a sí mismo yendo hacia el puesto de enfermería. El lugar había cambiado dramáticamente y ahora estaba hasta arriba de fuertes guerreros gritando como niños. Había sangre por todos lados, aunque no era algo que molestara a Ivar. Escrutó con la mirada todo el lugar hasta encontrarla a ella. Se había quitado la armadura, la cual le quedaba despampanantemente bien, y había vuelto a ponerse sus vestidos de siempre. En ese momento hablaba con uno de sus pacientes y le sonreía calmadamente mientras le terminaba de colocar unas gasas en el cuello.

Astryr sintió los ojos de Ivar sobre ella, se despidió del soldado y caminó hasta la entrada en la que él permanecía de pie.

—Astryr yo...— Empezó a decir, pero ella le cortó antes de si quiera empezar a decir nada.

—Lo siento, Ivar. Siento cómo te traté antes, cómo te grité, cómo perdí los papeles... Estoy muy arrepentida...— Jugó con sus dedos para luego mirarle directamente a los ojos y morderse el labio. Ivar tragó saliva, esforzándose por responder de una manera adecuada y proporcional. Deseaba besarla, pero no podía hacer eso.

—No pasa nada.— Acertó a decir.— Pero no me arrepiento, Assa. Podrías haber muerto.

Se quiso abofetear en cuanto dijo esas palabras tan frías y cortantes, sin dejar lugar para el debate. Tenía tantas cosas que decirla, pero se quedaban en su garganta atascadas. Joder, la quería. Se repetía una y otra vez que la quería y por esa misma razón debía mantenerla alejada.

—Vale.— Echó aire por la nariz, imitando una especie de risa incrédula.

—¿Ya no estás enfadada?— Inquirió inocentemente, fijándose en la sonrisa de ella y en la forma en la que estaba cuando él había entrado en la tienda antes, hablando animadamente con el paciente.

—Mira Ivar, me vas a ver sonriendo porque siempre lo hago. Pero quizás esté medio harta y medio triste. Me duelen muchas cosas de la sonrisa para dentro, así que por favor, no seas tan duro conmigo.

Los ojos de Astryr se cristalizaron en cuestión de segundos pero se dio la vuelta antes de que él la viera llorar y volvió a atender a sus pacientes. Ivar se quedó inmóvil en el sitio, para reaccionar un momento después y tomar la dirección contraria.

Sus problemas de empatía le habían jugado una mala pasada, y no pudo ver que en realidad ella estaba igual de dolida que él. Y se odiaba con todas sus fuerzas por ser el causante de eso, pero también se repetía que ella estaba mejor así, lejos de una persona inestable como él.

En su camino de vuelta a la tienda, Ubbe se cruzó con él. Iba directo al puesto de Astryr, a consolarla, a abrazarla, a asegurarse de que se olvidara de él.

El palacio del sufrimiento // Ivar The BonelessDonde viven las historias. Descúbrelo ahora