30 - Problemas

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El Disablót, una de las fiestas más esperadas por toda la comunidad. Las calles estaban adornadas con flores y algunas piedras habían sido pintadas de vivos colores. La primavera había llegado y con ella la excitación de las redadas y de las expediciones fuera de Escandinavia. De un día para otro, la ciudad estaba rebosante de alegría y júbilo.

Sin embargo, a mí me estaba costando compartir toda esa felicidad. Me sentía dolida y perdida con respecto a mis sentimientos por Ivar. Tenía tantas cosas que decirle que me estaban quemando por dentro, y el recuerdo de verle con otra me rompía. Pero si de algo estaba segura es de que no la amaba, ni la miraba como a mí me había mirado tantas veces. Si esta era su forma de huir de mí, dudaba que le estuviera haciendo feliz.

Al llegar al Gran Salón saludé a Ubbe y a Hvitserk, quienes estaban con Bjorn y otros jóvenes guerreros. Me sentía muy insegura estando cerca de Bjorn, era distante conmigo y muy autoritario. Sin embargo, esta noche una sonrisa constante adornaba sus labios y sus maneras hacia mí eran completamente agradables.

—Astryr, te quiero presentar a Zanka.— Me dijo Bjorn, poniendo la mano en mi espalda.— Es una escudera que nos acompañará a Inglaterra.

La mujer que me presentó era joven, suponía que su edad sería parecida a la mía, tenía unos rasgados ojos verdes y el pelo largo marrón, rapado por el lado izquierdo. Aunque en principio su físico me pareció un tanto rudo, enseguida hice buenas migas con ella y estuvimos hablando durante un largo rato. Zanka era abierta, segura de sí misma y con las ideas muy claras. En algunos aspectos veía muchas diferencias entre nosotras, pero parecía entenderme a la perfección y me escuchaba con atención al hablar.

También me presentó a otras escuderas con las que compartiría experiencias en Inglaterra. Todas eran tan fuertes y valientes que no podía evitar sentirme algo insegura a su alrededor. Pero el compañerismo que había en ese grupo era increíble y me acogieron como a una más desde el primer momento.

Sin embargo, aunque estuviera conociendo a tantas personas, había algo que me impedía involucrarme al cien por cien. Ese algo estaba ahí, con su mirada siempre sobre mí. Me dolía el corazón al notar la distancia que nos separaba, tanto física como emocional.

—¿Ivar?— Zanka elevó las cejas al percatarse de cómo le miraba. Bajé la cabeza avergonzada y las mejillas se me encendieron.— Es atractivo.

La volví a mirar y ella sonrió. Me alegraba que no juzgara mis sentimientos y que no hubiera hablado mal de él. La gente decía cosas horribles y eso sí que me destrozaba.

—¿Os habéis acostado?— Inquirió, haciéndome dar un respingo.

—¡No! Claro que no.

No me gustaba hablar de estos temas, especialmente porque no estaba acostumbrada a hacerlo. Alguna vez, con mis amigas de la granja, salían conversaciones con este matiz. Pero yo no tenía mucho que aportar, puesto que aún conservaba toda mi inocencia.

—Mejor.— Habló otra de las mujeres que, si no recuerdo mal, se llamaba Brenda. Ella tenía un aspecto rudo, el pelo rubio trenzado y unos ojos azules pequeños como alfileres maquillados de negro.— Dicen que no puede satisfacer a una mujer.

—¿Quién lo dice?— Preguntó Zanka con interés.

—Keissa. Alguna de las escuderas la escuchó hablando con otra esclava. Al parecer se intentaron acostar pero él no reaccionaba. Ya sabéis.— Brenda rió, escondiendo su sonrisa detrás de un cuerno con hidromiel. Zanka emitió una leve risita y negó con la cabeza.

—Es un tullido, era de esperar.— Añadió Zanka sin darle mayor importancia.

—Pues yo no lo esperaba. Mírale, es tan apuesto, tan atractivo, pero luego es tan poco hombre... Si no le puede dar placer a una mujer, si no la puede dejar embarazada, entonces no merece ser rey.— Habló con severidad Brenda.

Estaba tan confundida. No me gustaba que las personas hablaran mal de él, pero no podía decir nada. Ni siquiera sabía que se había acostado con aquella esclava, me había rehusado a imaginarme esa posibilidad. Y en realidad era lo que más me dolía, no su incapacidad sexual, si no que hubiera dado ese paso con otra mujer.

[Narrador Externo]

Ivar no se había levantado de su silla en toda la noche. Tenía las piernas adoloridas y eso le enfadaba. Le ponía furioso el dolor constante. Quería darle golpes a la mesa hasta romperse los nudillos y sentir el dolor en otra parte del cuerpo. Pero se esforzaba por mantener la compostura y se liberaba con la violencia verbal hacia todo aquel que se dirigiese hacia él.

Mientras tanto, la miraba a ella. Siempre la miraba. Era su pasatiempo favorito. Cuando su atención se centraba en ella, el dolor se quedaba mudo unos instantes y le daba esa paz que tanto ansiaba. Le gustaba verla con otras mujeres, haciendo amigas o lo que fuera que estuviera haciendo. Pero entre todas esas escuderas, ella era un rayo de luz, un diamante rodeado de piedras. Su tez pálida resaltaba entre las pieles curtidas del resto de mujeres a su lado. Era lo más bello que habían visto sus desdichados ojos, esos que ella tanto adoraba.

 De pronto, su oído se agudizó

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De pronto, su oído se agudizó. Echó la vista atrás y vio a dos mujeres cuchichear y reír a sus espaldas. Al percatarse de su mirada, ellas adoptaron una expresión seria y se alejaron. De un momento a otro, todo el mundo parecía hablar sobre él y nadie se atrevía a sostenerle la mirada.

—Vamos, Ivar. Debes estar cansado, te acompaño a tu habitación.— Le dijo Hvitserk acercándose a él. Ivar le miró con el ceño fruncido.

—¿Qué está pasando? ¿Qué dicen?

—Nada, tonterías.— Hvitserk intentó ayudarle a levantarse, pero él se rehusó. No se iría a ningún lado sin saber lo que estaba pasando, lo que mantenía a todo el mundo con ese comportamiento tan esquivo y burlesco a la vez.

—Pues dímelas, hermano

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—Pues dímelas, hermano.— Pidió con voz contenida, levantándose de la silla lentamente para quedar a su misma altura. Si todo eso tenía que ver con lo que él pensaba...

—Dicen...— Hvitserk tragó saliva, suficientemente sobrio como para no querer dañar a su hermano ni despertar la furia en él.— Dicen que no puedes satisfacer a una mujer. Ya ves, una tontería. Habrá empezado el rumor alguna chismosa frustrada.

Ivar apretó la mandíbula, señal inequívoca de su paciencia estaba en reserva. Lo primero que hizo fue mirar a Astryr, la cual le miraba con preocupación. No apartó la mirada y le regaló una sonrisa taimada, transmitiéndole que todo estaba bien.

Pero nada estaba bien, y tenía claro qué iba a hacer al respecto. Esa puta sabía que debía mantener la boca callada y no lo había hecho, ahora sufriría las consecuencias. No le importaba que todo el mundo estuviera mirándole o que Astryr estuviera presente, todos sus demonios se habían apoderado de él y nadie podría parar la violencia que le suministraba el aliento en esos momentos.

El palacio del sufrimiento // Ivar The BonelessDonde viven las historias. Descúbrelo ahora