Había sido una larga jornada de trabajo, acentuada por el cansancio acumulado de la noche. Durante todo el día me había encargado del puesto y había conseguido vender todo el bacalao y la merluza que nos quedaba. Por otro lado, mis hermanos habían salido de pesca y mi padre se había quedado en casa, convaleciente por unas fiebres.
Después de recoger, puse rumbo a nuestra cabaña. No quedaba mucho para la hora de comer y todavía tenía que preparar la comida. Caminé a paso rápido por las calles de Kattegat hasta que alguien me llamó y me hizo dar la vuelta.
—Ubbe.— Sonreí al verle. Venía casi corriendo.
—Qué rápido andas, ¿no? ¡Por poco no te alcanzo!— Dijo apoyando las manos en las rodillas, exagerando su cansancio.
—¡Pues espero que tengas más aguante en batalla!— Reí y le di un empujón divertido que por poco lo desestabiliza.
—Por cierto, me han dicho que tu padre está enfermo. Toma esto, le vendrá bien.
Ubbe me entregó un tarro con algo parecido a unas legumbres. Era muy difícil de conseguir, solo estaba al alcance de los más ricos de la sociedad. No era un alimento curativo, pero sí muy sabroso y nutritivo.
—Gracias, Ubbe. Significa mucho para mí.— Guardé el tarro en la cesta que colgaba de mi brazo y me puse de puntillas para darle un beso en la mejilla. Él sonrió taimadamente.
—Cuando volví ayer ya no estabas, ¿por qué te fuiste tan pronto?
Tragué saliva y pensé rápido una explicación alternativa a la verdad. Por alguna razón, no quería hablar sobre lo que había pasado con Ivar, y mucho menos quería hablarlo con Ubbe.
—Estaba cansada y hoy tenía que trabajar.— Me encogí de hombros y aparté la mirada automáticamente.— ¿Qué pasó con Hvitserk?
—Nada, se le fue la pinza como siempre que se emborracha. Menudo par de hermanos tengo...— Bufó con diversión y yo reí asintiendo.
—¿Y Ivar? ¿Cómo está?— No debía interesarme tanto por él frente a Ubbe, pero no podía evitarlo.
—Encantador, como de costumbre.— Sonrió con falsedad, provocando en mí una risa nerviosa. No sabía muy bien cómo tomármelo.
—Bueno, luego os voy a ver. Ahora tengo que hacer la comida.
Ubbe asintió y nos despedimos, cada uno yendo hacia el lado contrario. Al llegar a casa consulté el estado de mi padre, quien por suerte evolucionaba favorablemente. Solo tenía un resfriado sin importancia, pero me gustaba cuidarle y verle mejorar.
—Estoy bien, Astryr.— Repitió mi padre por quinta vez.—¡Quita esto!
Lanzó al suelo las compresas de agua fría que le acababa de poner en la frente y yo resoplé, exasperada por su testarudez.
—Te vendrá bien, padre. Hazme caso.
—Vete a cocinar y déjame tranquilo.— Gruñó. Finalmente me di por vencida, le dejé postrado en la cama y me puse a preparar algo de comer.
*****
Cuando por fin logré tener algo de tiempo libre me dirigí al Gran Salón. Realmente estaba nerviosa por ver a Ivar, porque no sabía cómo sería nuestra relación a partir de ahora. No sabía cómo reaccionaría delante de sus hermanos conmigo, ni nunca lo hubiera podido predecir.
Al entrar en el Gran Salón encontré más gente de la que esperaba. Había muchos hombres y las únicas mujeres que se encontraban en la estancia eran esclavas. Vi a Hvitserk y me acerqué a hablar con él, a pesar de que estaba ligeramente molesta por la actitud que tuvo con Ivar la noche pasada.
—¿Cómo estás, borracho?— Me mofé de él, dándole una palmadita cariñosa en la mejilla. Hvitserk rodó los ojos con una sonrisa parcial.
—Aún me duele la cabeza, ¿no podrías darme algo milagroso para el dolor?
—Te puedo quitar esto.— Le cogí el vaso de cerveza y él gruñó, pero en un movimiento rápido se lo volvió a apropiar.— Eres increíble, ¡deja de beber!
—¿O qué?— Inquirió divertido, aprovechando su altura para imponerse.
—Tú veras, Hvitserk.— Negué la cabeza y reí, sin fuerzas para luchar contra su voluntad.
Al otro lado de la sala me encontré con la mirada de Ivar, aunque la apartó velozmente, dándome a entender que algo no iba bien. A pesar de su actitud esquiva, me acerqué hacia él.
—Sírveme.—Ordenó un hombre agarrándome de la muñeca por unos segundos. Se lo pasé por alto porque debió haberme confundido con una eslava. Miré alrededor en busca de alguien que le pudiera servir pero al no encontrar a nadie, lo hice yo misma.
Después de que un par de hombres más se aprovecharan y les acabara sirviendo más cerveza me dirigí por fin hacia Ivar.
—Me tendré que quedar contigo como esclava.— Rió con cinismo y en voz alta, provocando la risa en los hombres alrededor suyo.
—Solo intentaba ser amable, el resto de esclavas estaban ocupadas.— Me expliqué, aunque a Ivar pareció no importarle.— ¿Cómo estás?
—Bien.— Hubiera detectado esa mentira en cualquier momento y en cualquier lugar. Incluso había apartado la mirada y yo había pasado a ser una mera presencia a su lado.
—No está bien mentir.— Dije con voz dulce, intentando derribar las murallas que sus inseguridades estaban construyendo.
—Tampoco está bien fingir que te importa.
Fruncí el ceño. Ivar volvió a mirarme pero con una expresión tan tan diferente que hasta me hizo daño.
—Mira alrededor, Astryr. Aquí solo hay esclavas y hombres, ¿perteneces a alguno de esos grupos?— Dijo con cinismo, elevando otra vez la voz para que todo el mundo riera su gracia.
—Ivar... ¿Podemos hablar?— Susurré.
—¡Claro! ¿Qué quieres decir? Te escuchamos.
—A solas.— Insistí. Necesitaba hablar con él donde nadie nos escuchara, donde no tuviera que aparentar y pudiera ser él mismo.
—No sé qué pretendes que hagamos a solas, pero no eres mi tipo.
La congregación de hombres estalló en risas, haciéndome sentir tanta vergüenza que hasta las mejillas me ardían. Miré a Ivar en busca de culpabilidad o empatía, pero no había nada. Tan solo una mirada amenazante y una sonrisa muy cínica.
—Ivar.— Ubbe apareció de la nada, gruñó el nombre de su hermano y me sacó de allí del brazo.
—¡Has tenido suerte, seguro que eres del tipo de mi hermano!— Escuché a Ivar decir antes de que saliésemos del Gran Salón.
—No le hagas caso, no merece la pena.
—Ya...
—De verdad.— Ubbe notó mis ojos vidriosos y me envolvió en sus brazos con firmeza. Aspiré su aroma y me aferré a su camisa por unos instantes, con necesidad de que alguien sujetara un corazón que se caía a pedazos.— Ven, vamos a dar vuelta.
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El palacio del sufrimiento // Ivar The Boneless
Hayran KurguY te quiero a rabiar Pero sabes que hay un infierno dentro de mi cabeza No te dejes llevar Lucharé contra las fieras No te dejes llevar Tengo el corazón a medias ¿No te dije que me llenas? [Créditos: Hoy es el día - Lionware] Finalista Premios Watty...