149 - El destino

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[Narrador Externo]

Aquel era un día importante, pues se celebraba el solsticio de verano y la prosperidad del reino. Incontables años habían pasado desde que Ragnar fue conde de Kattegat, ahora tenían la fortuna de celebrar el buen devenir de un reino cuyas fronteras no tenían límite. Astryr se había convertido en una reina adorada y venerada, pero no por ello menos fuerte que sus temidos enemigos. En esta noche, se reunirían todos para celebrar el buen camino que estaban tomando, tanto sus vidas como el reino entero.

Sería la primera vez en años que Ubbe volviera a ver a su hermano Hvitserk, quien se había mudado a una colonia irlandesa y se dedicaba a hacer múltiples viajes marítimos a tierras lejanas, una de las cuales había bautizado como Groenlandia. Por otro lado, Einar y Skadi volverían a la casa que les vio nacer después de mucho tiempo en incesantes batallas y expediciones. A Astryr no le gustaba que sus hijos estuvieran siempre tan lejos de ella, pero Ubbe, por el contrario, estaba orgulloso de aquellos dos guerreros fuertes y valientes en los que se habían convertido.

Tras la muerte de Ivar, la relación de Ubbe con su hijo empezó a mejorar, aunque siempre a pasitos cortos. No tenía esperanza de convertirse en el padre perfecto, pero sí de ganarse su confianza y su cariño. Einar también tenía claro que nadie igualaría el amor que tenía por Ivar, pero eso no le impedía ver lo mucho que Ubbe se estaba esforzando en tener una buena relación con él y en cuidar de su madre.

Ubbe había decidido quedarse a vivir con Astryr en Kattegat y, como consecuencia, había terminado su relación con Torvi, quién volvió a casarse años después con un conde finlandés. La vida con ella no había sido fácil, estaba sumida en un terrorífico sufrimiento incesante. Pero no deseaba estar en ningún otro lugar que allí y, gracias a su persistencia y cuidados, fue una parte muy importante de la recuperación de Astryr. No es que la hubiese salvado del agujero negro, eso lo hizo ella misma, pero sí le había ofrecido su apoyo y su asistencia en los momentos más oscuros. No era ningún secreto que la seguía queriendo, y él sabía que ella no estaba preparada para darle lo que él siempre había deseado, pero después de todo lo que habían vivido ya no le preocupaba. Estar con ella cada día era más que suficiente.

—¿Preparado? Ya salgo. —Dijo Astryr tras la cortina. Ubbe se levantó del asiento donde llevaba más de quince minutos esperándola. Resulta que Einar la había regalado el día anterior un vestido para lucir en la ceremonia de esta noche y ella estaba haciendo el esfuerzo de ponérselo. Hacía muchos años que Astryr dejó de usar vestidos, como cualquier reina haría, por sus inseguridades acerca de su maltrecho cuerpo. Estaba llena de heridas y cicatrices, su organismo nunca había logrado recomponerse del todo, y eso la hacía sentir como una herida andante.

Finalmente salió de detrás de la cortina luciendo un largo vestido blanco y una sonrisa tímida e insegura. En su pecho y cuello se notaban las cicatrices de cortes y quemaduras, y ella intentaba ocultarlas ladinamente con un collar de amatista gigante. Ubbe pensó genuinamente que estaba preciosa. Cuando la miraba no veía debilidad ni fealdad, sino un increíble mosaico de todas las batallas que había ganado, tanto contra otros como contra sí misma.

—¿No te gusta?

—Me encanta. No sabes qué guapa estás.

Ella rio ligeramente y le abrazó por sorpresa. Él la rodeó con sus brazos y acarició las cicatrices de su espalda al descubierto. Le llenaba de felicidad volver a verla así. Años atrás no era capaz de tocarla, siempre se encogía de hombros cuando intentaba hacerlo, siempre nerviosa, siempre recordando lo que otros la habían hecho. Pero ahora volvía a abrirse y confiaba en que podía separar los brazos del cuerpo y exponer su corazón porque él jamás la haría daño.

—Gracias por todo. —Dijo ella separándose lentamente. Quiso decirle muchas cosas por las que estaba agradecida, pero las palabras se atoraban en su garganta. Por suerte, entre ellos existía esa complicidad que les hacía no necesitar palabras para entender lo que el otro quería decir. Un silencio, una mirada eran suficientes.

El palacio del sufrimiento // Ivar The BonelessDonde viven las historias. Descúbrelo ahora