51 - Peleas de niños

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La cena que nos habían preparado como bienvenida era prácticamente un festín. En el centro de la mesa destacaba un gran cochinillo recién hecho del que aún salía el vapor del calor, rodeado por escarolas y frutas como manzanas y ciruelas. También había un caldo de legumbres existo, el cual no duró ni tres asaltos, y varias rodajas de pan en los que aprovechamos para untar queso y mantequilla. Y por último, el Skyr, una leche espesa especialmente dulce y nutritiva. Se decía que una sola gota de Skyr podría saciar hasta al hombre más hambriento.

La conversación estaba siendo trivial, sosegada, agradable. Me sorprendía ver a todos los hermanos llevándose bien por un rato, aunque solo fuera por mantener la paz durante lo que duraba la cena. Cuando yo me tuve que recostar sobre el respaldo de la silla porque estaba completamente saciada, Hvitserk seguía rebañando los restos de cochinillo y me quitaba los huesos que yo había apartando asegurándome que "no los había aprovechado bien".

—¿Ya estás llena?— Me preguntó Ivar posando su mano en mi muslo. Su sonrisa con doble sentido me hizo ruborizar.

—Siempre quedarán las ganas del postre.— Siseé con astucia y prudencia, asegurándome de que nuestra pequeña conversación se quedara entre nosotros. Ivar sonrió mostrando los dientes y giró la cabeza hacia sus hermanos con satisfacción.

—¡Que alguien traiga la cerveza! Estamos secos.— Alzó la voz Bjorn. Cada vez que lo hacía daba un respingo, era extremadamente autoritario.

De repente apareció Margreth con una jarra de hidromiel y comenzó a servir los cuernos de todos los presentes.

—¡Margreth! Siéntate con nosotros.— Exclamé con una inocente felicidad, tenía ganas de hablar con ella y pasar un rato juntas. En Inglaterra nos habíamos hecho prácticamente inseparables, pasando la mayoría del tiempo juntas.

Sin embargo, ella seguía siendo una esclava, lo cual me quedó muy claro un par de segundos después de mi inútil intervención.

—Es una esclava.— Aclaró Bjorn con una voz firme, irrevocable. Con un gesto la indicó que nos siguiera sirviendo y ella obedeció evitando el contacto visual con los presentes.

—¡Por los dioses! Las he visto más rápidas.— Farfulló Ivar y yo aguanté la respiración.

Margreth se dio más prisa, pero al ir a servir a Ubbe derramó el líquido por toda la mesa, el vaso se cayó y empapó sus pantalones. Ubbe se levantó rápidamente, tirando la silla hacia atrás y bufando con la mirada en el techo.

—Lo siento, señor, lo siento mucho...—Balbució ella, indecisa y ciertamente asustada. Ivar soltó una carcajada.

—Joder, eres tan torpe que no sirves ni para esclava, ¿qué vamos a hacer contigo?— Dijo Ivar divertido.

—Ivar, déjala.— Intervino Hvitserk, lo cual pensé que nunca pasaría porque ya estaba tardando.— Ha sido un accidente.

—¿Follártela también es un accidente?

—¡Ivar!— Grité, hastiada de su comportamiento infantil y malvado. Él me miró sorprendido. ¿Qué? ¿De verdad creía que estaba disfrutando con esta situación que él mismo había desencadenado? ¡Por todos los dioses, no podía creer su cara de incredulidad!

—Está bien, no pasa nada.— Habló Ubbe, volviendo a sentarse aún con los pantalones mojados alrededor de la bragueta. Aparté la mirada rápidamente al darme cuenta dónde estaba mirando.

—Siempre tienes que joderlo todo, ¿no, Ivar? Odias ver a los demás felices.— Espetó Hvitserk enfurecido, se levantó y salió del lugar, llevándose a Margreth con él.

El resto nos quedamos en silencio, con el apetito perdido, si es que alguien seguía teniéndolo. Bjorn alzó las cejas, sorprendido de lo que acababa de pasar, pero continuó como si nada. Ubbe estaba claramente molesto, aunque también intentaba actuar con indiferencia.

—Era solo una broma, no sé por qué se pone así.— Habló Ivar, molestándome con su tono inocente y divertido. ¿Qué tenía de divertido humillar a alguien?

—Cállate, anda.— Farfulló Ubbe sin dedicarle una sola mirada.

Entonces Ivar me miró y yo no tuve reparos en demostrarle lo poco orgullosa que estaba de lo que acababa de hacer. Incluso debería haberle dicho varias cosas pero no quería hacerlo delante de sus hermanos.

—Astryr y yo ya hemos terminado.— Sentenció con seguridad y se levantó del asiento, esperando a que le acompañara hacia su habitación.

Miré al resto de comensales dubitativa, especialmente a Ubbe, quien se había quedado estático esperando mi próximo movimiento. Tragué saliva y susurré una despedida antes de dirigirme hacia la habitación de Ivar.

—¿Qué pasa contigo?— Espetó enfurecido y yo alcé las cejas sorprendida.

—¿Perdona? No te confundas, no soy yo la que ha humillado a una persona.

—¡Por todos los dioses, era una broma! Eso no te da derecho a gritarme o a mirarme de esa forma.

—No, Ivar. Reírte de ella y de su relación con tu hermano no es una maldita broma. Acepta que no te has comportado bien, pídela disculpas y terminamos con esto.— Me crucé de brazos, no estaba dispuesta a continuar con esta pelea inútil.

—No tengo nada que aceptar, y la que debe pedir disculpas eres tú por gritarme de esa forma frente a mis hermanos.

Su orgullo estaba dolido, lo podía ver con perfecta claridad, pero esta vez tendría que remediarlo él solo. Estaba teniendo una actitud infantil ante la situación, echando balones fuera como si él hubiera actuado impecablemente y las culpas fueran del resto.

—No voy a seguir con esta conversación de niños...— Solté un bufido e hice el amago de salir de sus aposentos, pero él no estaba dispuesto a dejarlo pasar.

—De todos modos, ¿qué te importa? Es sólo una esclava y a Hvitserk se le pasará la rabieta en unas horas...

—No es sólo una eslava.— Giré sobre mis talones, más enfadada de lo que estaba antes.— ¡Es mi amiga! ¡Y Hvitserk es tu hermano! Da igual lo rápido que se le pase el enfado, le has hecho daño y eso es lo único que debería importar. Si no estás de acuerdo con esto, entonces no tenemos nada más que hablar.

—¡Genial! Pues vete.

Rodé los ojos ante su actitud testaruda y salí de allí. Era la primera vez que Ivar me enfadaba de verdad y había comprobado lo difícil que era hacerle entrar en razón. Si luchaba de esta manera cuando no tenía la razón, no me quería imaginar cuando sí la tuviera.

Crucé el Gran Salón con pasos acelerados y decididos, aún inmersa en mis propios pensamientos, los cuales se remontaban a la escena de hace unos momentos. Ubbe me vio salir con la cabeza agachada y no dudó en aproximarse hacia mí.

El palacio del sufrimiento // Ivar The BonelessDonde viven las historias. Descúbrelo ahora