22 - Realización

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Llevaba tiempo despierta. Observé cómo el haz de luz que se colaba por la ventana era cada vez más intenso, así como el ruido que venía del exterior. El día estaba empezando pero yo no estaba preparada para afrontarlo.
Al girarme en la cama vi su perfil recortado por la penumbra y en los labios un amago de sonrisa. De pronto, mi corazón dio un vuelco, como si no recordara que había pasado toda la noche con él. Como si fuera la primera vez que le veía. Me hacía tremendamente feliz verle nada más abrir los ojos, aún dormido, en calma, en sueños...

 De pronto, se empezó a desperezar y movió rápido los párpados antes de abrirlos

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De pronto, se empezó a desperezar y movió rápido los párpados antes de abrirlos. Sus grandes ojos azules se encontraron con los míos e inmediatamente surgió una sonrisa en sus labios. Mi mirada se dirigió hacia ellos y me costó contener las ganas de besarle.

—Buenos días.— Dije sonriente.

—¿Cómo has pasado la noche?— Que lo primero que se le hubiera pasado por la cabeza fuera eso me encogió el corazón y ensanchó mi sonrisa.

—Muy bien.— Asentí con la cabeza.

Aunque el recuerdo de Axe me hubiera vuelto como un boomerang a la cabeza, intentaba concentrarme en Ivar y en lo feliz que me hacía en estos momentos. A pesar de todo lo que pasaba entre nosotros y del daño que me había causado, no podía luchar contra lo que sentía por él. Y ahora estaba tan calmado, tan indefenso desde el punto de vista emocional, que solo quería aprovecharlo hasta el último minuto.

—Me alegra oír eso.— Sentenció antes de empujarse con las manos hacia arriba y quedar apoyado contra la cabecera.

—¿Tú cómo has dormido?

—Aún tengo el brazo dormido.— Se quejó mientras sacudía su brazo izquierdo, el cual había pasado gran parte de la noche debajo de mí. Ambos reímos ante su exageración.

Al igual que él, me senté sobre la cama pero mirando en su dirección. Le noté algo distraído, con la mente en otro lugar. Estaba maquinando algo en su cabeza y empezaba a dudar en si debía quedarme o marcharme.

—Quizás debería irme...— Dije tras unos segundos de silencio e hice un amago para salir de la cama, pero Ivar agarró mi brazo enseguida.

—Lo siento. No quiero que te vayas.

—Parece que tienes mucho en lo que pensar.

—De hecho, estaba pensando en ti.

Sus dedos rodeando mi piel me dieron escalofríos. ¿Por qué causaba tanto en mí?

—¿Qué pensabas?— Insistí con cautela.

—Nada importante.— Negó con la cabeza y soltó su agarre. Obviamente no creí sus palabras, pero estaba segura de que no debía insistir más.—¿Vamos a desayunar?

Dormir con Ivar había sido importante para mí, pero era algo que ya había ocurrido con anterioridad. Sin embargo, ayudarle a vestirse o desayunar a su lado en el Gran Salón era un paso más allá. Él en todo momento cuidó de mí y se aseguró de que no me faltara de nada. Podía ser muy atento y caballeroso si se lo proponía.

Entonces la puertas del salón se abrieron y entraron varios hombres armados con aspecto cansado. Uno de ellos era Ubbe. ¡Por fin había vuelto! Había reunido tantas ganas de verle... Pero ahora, frente a Ivar, sentía que no era el mejor momento.

—Astryr, ¿qué haces aquí?— Dijo Ubbe sorprendido, aunque sumamente contento.

Me dispuse a salir del banco en el que comía junto a Ivar y le recibí con un abrazo. Él me sujetó fuerte mientras yo aspiraba su aroma a naturaleza.

—Cuánto has tardado, esperaba que volvieras antes.

—Lo sé, ha sido un viaje largo. Pero ya he vuelto.— Su amplia sonrisa se desdibujó poco a poco al comprobar quién era mi compañía.— ¿Qué hacías con Ivar?

Mierda. Mierda. ¿Qué se suponía que debía decir? Contarle la verdad no era una opción y menos con tanta gente pendiente de nuestro reencuentro.

—Vine a buscar a Hvitserk para entrenar y Ivar me invitó a desayunar.— Mentí ladinamente. Me sentía terrible por estar haciéndolo pero estaba contra la espada y la pared.

Ubbe miró a su hermano detrás de mí.

—Qué raro, mi hermano pequeño siendo un buen huésped.— Bromeó. Al girarme para mirar a Ivar su cara estaba desencajada y entonces supe que había metido la pata hasta al fondo.

[Narrador Externo]

Había pasado una noche activa, con la cabeza dándole vueltas al tema que lo carcomía por dentro. No es que la presencia de Astryr en medio de la noche no le hubiese agradado, sino que le mataba de curiosidad el qué le había llevado hasta allí. Hasta altas horas de la madrugada estuvo regocijándose en la idea que ella hubiera acudido a él en ese estado, ya que de algún modo, le consideraba un sitio seguro al que acudir. Nunca nadie le había visto así, sino más bien todo lo contrario. Nadie acudiría a él para encontrar sosiego y protección, sino para encontrar ira y confrontación.
Pero ella le había elegido y no podía creérselo.

Al despertar por la mañana notó su cuerpo al lado del suyo y la felicidad que aquello le produjo le llenó los labios de sonrisa. Ni siquiera entendía por qué sentía lo que sentía, incluso le asustaba, pero, ¿qué importaba? La tenía al lado, medio despeinada y con las mejillas sonrosadas. Tenía todo lo que necesitaba.

Sin embargo, su pensamiento rumiante le jugó una mala pasada y se obcecó en los planes que tenía para ella. Estaba decidido a averiguar qué había pasado con ella y planeaba disponer a dos de sus mejores soldados para aquella tarea.

Aún seguía con sus cavilaciones, pero Astryr no paraba de hablar y su sonrisa le quitaba todos los males. Sus ojos ya se habían repuesto del llanto nocturno y parecía una nueva persona. Tan sonriente, tan brillante. Como si nunca hubiera llegado en mitad de la noche a sus aposentos con lágrimas en la cara buscando su compañía.

De pronto, Ubbe entró en la sala y ella no tardó en abrazarlo. Ivar sintió que los celos le llevaban por el mal camino pero tragó saliva y se repitió a sí mismo lo que había pasado por la noche. Él había estado con ella, no Ubbe.
Sin embargo, tras la pregunta de su hermano, ella respondió con una mentira que bien le llegó a los oídos.

—Vine a buscar a Hvitserk para entrenar y Ivar me invitó a desayunar.

No, eso no. Ese sentimiento de que nunca sería suficiente le abrasó por dentro y odió a su hermano por tener que acapararlo todo. Astryr había mentido y le miraba sabiendo lo que había hecho, pero no rectificaba.

De nuevo, había caído en su trampa. Sólo acudió a él porque Ubbe no estaba en Kattegat. No era su sitio seguro ni se sentía a gusto con él, al menos no tanto como con Ubbe. Volvía a ser el número dos, los restos, con lo que te conformas cuando no tienes a lo que quieres.

 Volvía a ser el número dos, los restos, con lo que te conformas cuando no tienes a lo que quieres

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El palacio del sufrimiento // Ivar The BonelessDonde viven las historias. Descúbrelo ahora